Entre el aquí y el allá

Entre el aquí y el allá

PEDRO GIL ITURBIDES
Al concluir las celebraciones religiosas del domingo, un asistente del altar anunció las actividades de este jueves. “El jueves -dijo , no tendremos Misa en la tarde. Se está invitando a todos los cristianos a concurrir al estadio Quisqueya para que estén presentes en las festividades del Corpus Christi”.

Y como saben todos ustedes, porque los he puesto al corriente muchas veces, mi imaginación echó a volar. Cuando escucho algo que me llama la atención, ella sale despavorida. No vale que la amarre en los burrómetros  ya desaparecidos. Mi imaginación sale a andar por los caminos de Dios. De manera que recibida la bendición y salidos del templo, le caí atrás a mi imaginación. ¿Saben dónde la hallé? Nada más y nada menos que por los caminos de la ideal Galilea.

Averiguaba sobre las artes de Jesús para influir en nuestras mentes por más de veinte siglos. Quise pedirle que se reintrodujese en mi cerebro. Después de todo, de allí no debe salir. Al menos, sin permiso de quien la creó o de quien la usa. Más no valió el reclamo, pues alegó que escuchaba a Nuestro Señor instituyendo el sacramento de la Eucaristía. Me hice el loco y decidí esperarla, mientras observaba la partición del pan y el reparto del vino.

Eso celebramos hoy. Una festividad dedicada a recordar la entrega del cuerpo y la sangre de Cristo, lo que sustituyó sacrificios en ocasiones inhumanos. En el fondo es una antiquísima celebración, que arranca de los días en que comenzaba la parte alta de la Edad Media. Entonces, sin embargo, no se hablaba de una fiesta dedicada al cuerpo de Cristo, sino a su sangre. Por siglos era fiesta solemne el primer domingo de julio, y más tarde, ya en el siglo XIX, fue fijada para el primer día de julio.

Jesús es, por supuesto, el Hijo de Dios. Pero esto aparte, y es lo que mi imaginación deseaba meterme en mi sesera, la influencia de su mensaje radica en que predicó el amor, la bondad y el bien. Y lo que predicó fue justamente lo que vivía como Hijo de Dios entre nosotros. Son, estos valores, objeto de mofa por estos días. En tiempos como los actuales, cuando no existe una regencia de la vida social que nos induzca a respetar los principios que dimanan de la ley universal, los echamos en la bacineta. Y luego, tranquilos, nos sentamos sobre ellos.

La incuria de los tiempos, empero, no los borra. Y tal vez por ello, persisten por encima de un secularismo que pretende borrar todo hilo de relación con el Creador. Conviene que quien hace vida pública reflexione sobre este pensamiento al que nos obligó una imaginación andariega. Tal vez convenga anclar pensamientos y actos personales sobre las huellas históricas de Jesús. Esto permitirá establecer diferencias entre los discursos que se lleva el viento y aquellos otros que echan raíces y crecen como las secoyas. Que carecerán de la dimensión y profundidad del mensaje de Jesús, pero junto a sus huellas inspirarán a las gentes de bien.

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