«Entre el Capítulo 104 y la Muralla China»

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Somos TODO. Lo que amamos y lo que no, lo que tenemos y lo que no, lo que deseamos y lo que no, lo que decidimos y lo que no, lo que atendemos y lo que ignoramos. Pero a veces “lo que ignoramos” define más lo que somos, que incluso nuestras acciones. 

Tengo una teoría: Creo que hemos entendido todo al revés, hemos conocido el amor sólo a través de pactos, contratos y reglas, facturas emocionales como:  “yo te parí”, “hasta que la muerte nos separe”, “lo hago por tu bien”, “esta familia es seria” etc… Pero hay un día, un momento, en que esos “pactos” se nos ríen en la cara y la vida nos susurran en el oído, el capítulo 104 de Rayuela, con la voz desgarrada de Cortázar: “La vida, como un comentario de otra cosa que no alcanzamos, y que está ahí al alcance del salto que no damos.” (Incluso antes de Cortázar haber nacido, ya esta frase existía entre el fuego y el aire, el agua y la tierra, entre todos los elementos y espíritus existentes, entre Dios y yo.

Cortázar, sólo pasó por aquí para que quedará impresa, por si alguien la olvida, algún virtuoso nos la recuerde). Esta frase, es la asignatura que falta en el colegio, en la universidad, en los libros de autoayuda, en la biblioteca del terapeuta, en el diploma de la oficina, en el tarot y en el billete premiado y es sin duda, eso que solemos ignorar.

 El “salto” todo y todos los que hemos decidido ignorar, con un sólo propósito: Añejar el deseo, añejar las ganas, los ideales, la “locura”; dejar todo en las manos afilidas de Cronos, rey del tiempo, que devora todo a su paso, que altera la vida, mientras el alma se plancha y se guarda en una gaveta.  

El silencio también es parte de la conversación, quien nos ignora está diciendo más de lo que lo que las palabras dirían. Ignorar requiere más fuerza y resistencia que mirar, abrir la puerta, integrarse, dejar pasar, y despedirse. No es fácil vivirlo todo y respetar el orden de entrada y salida, nos cuesta, es por eso que ignoramos “el salto” y entramos a la vida como a un museo, como a una sala de cine, con el alma planchada, doblada y engavetada, porque ignorar es asegurarnos una venganza, donde únicamente nosotros bebemos el veneno.

Tenemos más muros que la muralla china. Siempre he pensado que este monumento es un homenaje a la estructura emocional humana. Es por eso que creo que la gente se une por lo que ignora, no por lo que sabe, y mucho menos por lo que siente.

Siento una profunda compasión y respeto por todos aquellos que quedan ignorados y al margen de una “vida mejor”; porque sobre ellos se sostiene una ilusión de que somos felices, hasta que Cronos, el mismo que se encarga de añejarlo y devorarlo todo, nos va dejando sin sorpresas, pero con más preguntas y con la piel más arrugada, entonces todo se ve igual, excepto eso que hemos ignorado, eso que no pudo tener ni espacio, ni tiempo, ni conclusión en nuestra vida.

El dolor habla justamente cuando no habla, si te sientes ignorado, en realidad eres tú quien tiene el poder, porque eres tú lo inalcanzable. Y si estás ignorando algo que el corazón dice que parece la más tonta de las tonterías es tiempo tal vez de preguntarte cuánto llevas en el museo de la vida, tal vez sea hora de vivir, sin ignorar nada más, a nadie más, a ti.

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