Entre el carbón y el sol

Entre el carbón y el sol

PEDRO GIL ITURBIDES
A lo largo del sábado y el domingo, el sector en que vivimos no recibió energía eléctrica servida por la distribuidora que nos cobra el deficiente servicio. Como ocurre en el resto del país, el servicio se ha ofrecido con interrupciones más o menos prolongadas y bajo voltaje. Eso es lo normal. La crisis comenzó poco después de las primeras horas del sábado, y el suministro quedó interrumpido hasta el anochecer del día siguiente. Los intentos por recibir alguna explicación chocaban con las más inverosímiles e inauditas explicaciones.

En la noche del sábado, por ejemplo, a Rossy le dijeron que el servicio no se había restaurado porque los residentes del sector habían solicitado su interrupción. ¿Qué descocado pudo hacer tal solicitud? ¿Quién recibió «esta orden» de un consumidor y la obedeció? Pero en la mañana del domingo, un operador diferente explicaba que reparaciones diversas impedían restablecer la energía. Fue, a lo largo de aquellas horas que se hicieron interminables, cuando pensamos en las discutidas plantas de carbón. Aunque no dejamos de cavilar respecto del valor del petróleo.

La imaginación nos condujo, sin embargo, mucho más allá, hacia una época en que nos inclinemos a explorar las posibilidades del sol. No es nada del otro mundo, pues Solargenix Energy instala una planta solar en el estado de Nevada, Estados Unidos de Norteamérica. Detrás de Solargenix se encuentra una empresa española, Acciona, que adquirió en diciembre pasado el 55% de su capital accionario. La planta solar ocupará un área de 1,920 tareas en el valle El Dorado, en las afueras de la ciudad de Boulder.

El año entrante la planta estará generando electricidad para una población compuesta por unos cuarenta mil hogares. El sistema es denominado «termosolar», y se compone de receptores de luz diseñados por la empresa alemana, Schott. Este sistema ha sido identificado como «innovador», y estará instalado en un área descrita como calurosa y desértica, en la que únicamente crecen matorrales. La zona es relativamente cercana a la presa Hoover, inaugurada en 1952.

El alcalde de Boulder, Robert (Bob) Ferraro destaca el valor de esta instalación. No es contaminante, por tanto no producirá daños al ambiente.

Ocupará un área de terreno no utilizable en cultivos o crianzas.

Contribuirá a generar sombra que evitará el calentamiento del suelo en una zona de vida seca, con eventuales repercusiones positivas. La energía producida se incorporará a las redes de distribución pública en marzo del 2007.

De las plantas de carbón no puede decirse lo mismo. La combustión de hulla o carbón mineral genera bióxido de carbono, conocido por la fórmula molecular CO_. Este gas atrapa las radiaciones infrarrojas del sol, lo que aumenta la temperatura en la atmósfera terrestre, contribuye al calentamiento del suelo y destruye la capa de ozono. El calentamiento terrestre aumenta el nivel de las aguas de los mares al producirse el deshielo de los casquetes polares.

En el caso de que se use carbón de petróleo se produciría la llamada «lluvia ácida», que aniquila plantaciones vegetales. Esta lluvia ácida resulta de la presencia del azufre en estos residuos del hidrocarburo, en alrededor de un 4.5% en la masa de este carbón. La muerte de los árboles, a su vez, contribuye a la desertificación de la Tierra, y, por consiguiente,

al calentamiento de los suelos. A la larga, tiene el mismo efecto que la combustión del carbón mineral.

Mientras contemplaba transcurrir las horas sin que una explicación racional y aceptable fuese ofrecida a los usuarios, pensé por qué los estadounidenses procuran sacarle energía al sol. «Ellos, me dije, tienen recursos para comprar petróleo. Su presidente federal es partidario de explotar la energía nuclear. ¿Por qué buscar en el sol lo que tienen de sobra en otras fuentes?». No pude darme respuesta, pues la inquietud y la falta de explicaciones para tan prolongado apagón no me permitía concentrarme.

No pude dejar de advertirme, empero, que las ventajas del uso de calor o rayos solares para producir energía eléctrica son aún más amplias que aquellas que plantea el alcalde Ferraro, de Boulder. Para comenzar, no hay que comprarle esos rayos a Dios, el Supremo Hacedor. Tampoco sube o baja los precios, y su única exigencia es que nos acojamos a las leyes naturales. ¿Por qué darnos el lujo de volver a la hulla, cuando Europa la abandonó por el alto nivel de contaminación? Aunque sea más barato que el petróleo, este carbón puede tiznarnos el medioambiente. Y el sol, si lo aprovechamos racionalmente, no. 

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