Entre el dolor y el agradecimiento

Entre el dolor y el agradecimiento

Estoy haciendo el inventario
La lista de los bienes que poseo,
Es tanta mi fortuna que me asusta;
Es tanta que al pensarlo siento miedo.
Estoy haciendo el inventario,
La suma de las cosas que yo tengo,
Es tanto mi tesoro y más profundo
Que nadie tiene más en este mundo.
Tengo el sol, las flores y la brisa,
Tengo el mar y la luz de tu sonrisa,
Tengo el cielo infinito, tengo miles de estrellas;
Tengo fe, pues no hay nada sin ella.
Tengo al fin la suerte de estar vivo,
Y tener un hermano y un amigo;
De abrazar a mi madre, de besar a mi hijo;
Tengo a Dios que esta tierra bendijo.
Tengo más y que más.
Estoy haciendo el inventario,
La lista de los bienes que poseo,
Es tanta mi fortuna que me asusta;
Es tanta que al pensarlo siento miedo.
Estoy haciendo el inventario
La suma de las cosas que yo tengo,
Es tanto mi tesoro y más profundo
Que nadie tiene más en este mundo
Tengo el sol, las flores y la brisa,
Tengo el mar y la luz de tu sonrisa.
Tengo el cielo infinito, tengo miles de estrellas;
Tengo fe, pues no hay nada sin ella.
Tengo al fin la suerte de estar vivo,
Y tener un hermano y un amigo;
De abrazar a mi madre, de besar a mi hijo;
Tengo a Dios que esta tierra bendijo.
Tengo amor, y qué más, tengo más, nada más
Tengo amor, y qué más, solo tengo amor.
(canción)

Esta hermosa canción que popularizó hace varias décadas el cantante Fausto Rey me proporcionó el aliento que necesitaba. Escribo estas letras con el rostro mojado por las lágrimas. Despedimos hace unos días a nuestra querida amiga Betty Suárez de Paulino. Se nos fue sin darnos cuenta, en un abrir y cerrar de ojos. Esta sorpresa deja el corazón malherido y maltrecho.
Mientras estaba silenciosa observando el espectáculo de dolor profundo de su marido, nuestro entrañable amigo Armando Paulino, y de sus hijos; mientras la miraba inerte como si estuviese dormida, reflexioné mucho. De nuevo la muerte tocaba las puertas de mi vida. Esta vez no se trataba de una despedida a un miembro de mi clan. Despedía a una persona que formaba parte de mi familia elegida.
La muerte, la única certidumbre que tenemos en este caminar que se llama vida, siempre sorprende. No entendemos por qué una persona buena se va tan rápido, cuando hay miles de seres malignos que viven a sus anchas maltratando a otros y son premiados con la longevidad.
Cuando despides a alguien piensas en tu propia existencia, en la certidumbre de tu destino, de que la despedida final de esta tierra es algo inminente, aunque no tengamos la fecha exacta. He tenido el privilegio de haber sorteado dificultades de muchas y diferentes índoles, pero sé que la visita inesperada de la no deseada muerte llegará algún día. Ante la evidencia del hecho, decidí, hace mucho tiempo, expresar libremente mis sentimientos, y decirle a los que me rodean que los amo. Decidí ser feliz aunque se acerquen las tempestades.
Mientras regresaba triste y abatida de la funeraria, recordé la canción de Fausto Rey. Gracias a la tecnología de hoy, localicé rápidamente la canción por YouTube, y la escuché con más atención que nunca. Decidí enviar el enlace a todos los amigos que habíamos estado tristes desde que supimos que Betty se nos había ido.
Escuché atentamente las letras, y como Fausto Rey, me di cuenta que soy muy rica, que soy multimillonaria gracias a todos los bienes que poseo. Tengo un esposo, un verdadero compañero, que me acompaña en las buenas y las malas; Dios me regaló dos hijos nacidos del alma, un yerno y una nuera, tres ángeles que llamo mis tesoros queridos, mis nietos adorados; tengo 9 hermanos (Peng Sien me acompaña desde el cielo) que mantenemos el vínculo pese a las diferencias y las dificultades porque prevalece el amor; tengo muchos amigos, verdaderas amigas-hermanas que me conocen y saben lo que siento aún sin hablar con ellas; tengo esta columna que llena mis sentidos; tengo estos diez dedos que son capaces de teclear mis sentimientos y sentimientos; tengo el deseo de seguir conociendo y aprendiendo, porque es mi pasión y mi mayor satisfacción intelectual; tengo las palabras, la articulación de vocales y consonantes que unidas retratan mi corazón, mis sentimientos y mis reflexiones. En fin, tengo la vida, sorteando por más de seis décadas los obstáculos encontrados.
Así, a pesar de las lágrimas vertidas por la despedida dolorosa, le di gracias al Dios de la vida por los años de amistad que pude disfrutar junto a Betty. Me sentí agradecida por mi vida. Agradezco desde lo más profundo de mi alma, mis problemas de salud porque me han obligado a redimensionar mi propia existencia, y porque me enseñaron que somos finitos y vulnerables. Agradecí también porque he podido ser maestra por más de 40 años. Soy feliz con los ex alumnos que me abrazan y recuerdan; más que feliz de encontrar un lector al azar que ama mis Encuentros.
En fin, esa es la vida. Llegadas y partidas; risas y lágrimas; felicidad y tristeza; subidas y bajadas; problemas y satisfacciones. En fin, el yin y el yang en una dualidad existencial permanente y eterna, que no nos abandona porque es, sencillamente, la propia vida.
Ayer 14 de febrero fue el día del amor y la amistad. En este día, recuerdo a los que amé y partieron dejando el vacío de sus presencias. Pienso en mis padres, en mi sobrino Julio César, en mi abuela Andrea, en Peng Sien… En mis amigos que se han ido: Eduardo Latorre, Francisca López, Manuel Ortega, Pilar Contín, Betty Suárez, Ceyla de Morales… solo para mencionar algunos. En ese día doy gracias por a mis hermanos, hermanas, cuñados, cuñadas, sobrinos, sobrinas por su hermosa compañía a lo largo de mi existencia. Gracias a mis amigos de diferentes latitudes y edades por ser, sencillamente, mi familia elegida. En medio de las lágrimas, doy gracias por el regalo de esta inmensa fortuna.

Abrí mi alma para un inventario
Y encontré que ahí
Existen sueños inconclusos y añejos…
Me he dado cuenta que en los almacenes
De mi alma hay soledad…
Joan Sebastian, Inventario

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