Entre el hambre y la democracia

Entre el hambre y la democracia

Todo empezó con el movimiento. En cualquier dirección, en cualquier materia y en cualquier tiempo que se esté tomando en cuenta. Pero ha de tenerse presente que todo movimiento significa un gasto de energía en alguna forma, sea microscópica, submicroscópica, macroscópica o aún más allá de las inmensidades que somos incapaces de imaginar.

Ese gasto energético requiere de un estable proceso nutritivo. No es que adscriba ciegamente al famoso concepto de Ludwig Feuerbach (1804 1872), el filósofo y atormentado teólogo alemán que afirmaba que “el hombre es lo que come” (Der Mensch ist war er isst), cuya filosofía influyó tanto en la teología protestante crítica como sobre el marxismo idealista, que se quedó en el aire por imposible. Pero, como en todo, siempre hay algo de razón.

El concepto actual de democracia –no el original griego– exige una primordial capacidad nutricional que aún los antiguos griegos tenían muy en cuenta con los servidores a los cuales no se les reconocía ciudadanía porque no eran “eupátridas” o “bien nacidos”, ni “hippes” (de “hippos”, caballo, que aportaban al ejército). Es que sin alimento no es posible la actividad pensante. Y atendían el nivel social inferior.

Hoy, ayer y anteayer pretendemos que los haitianos, muertos de hambre, en peor estado que los esclavos que se rebelaron en la Guerra de Secesión Norteamericana, acojan la idea democrática.

¿Será posible tal desatino en la indiferencia?

Volveremos a Feuerbach para repetir con él que “La existencia, la vida, es el bien supremo, la Naturaleza suprema, que viene a ser el Dios primigenio del hombre” (Das Wesen der Religion).

Y la Naturaleza suprema exige, demanda, conmina y apremia por una alimentación adecuada para mantener la buena función de las capacidades humanas.

Los dominicanos hemos repetido por siglos la frase: “El mal comío no piensa”. Imagínese el lector lo que sucede con quien no está mal comido sino carente de alimento.

Los Estados Unidos y los países “amigos de Haití”, cuya amistad ocultan prodigiosamente, a menos que se trate de que los dominicanos nos hagamos cargo del drama aunque carezcamos de medios y tengamos injustificables incapacidades para nutrir nuestra población, aún con un Presidente agrónomo que hacía esperar, por lo menos, abundancia en la agricultura.

Con el panorama que ofrecía el señor Mejía pensaba que los precios de los vinos, los whiskies, los quesos sofisticados y todo lo innecesario para la vida modesta iba a ser objeto de un gravamen que se aplicaría a fortalecer la producción nacional. Así el arroz, las habichuelas, las carnes corrientes, la yuca, los huevos, la leche. la batata, los plátanos, etc. estarían al alcance de los bajos sueldos que reciben aún quienes logran trabajar dentro de una mecánica de pluriempleo.

Se hablaba con tímida indignación de que el Presidente Guzmán ordenó tirar al río excedentes de leche para evitar un descenso en el precio. Lo del señor agrónomo llegó más lejos. Mejía dispuso la incineración de semilleros de arroz. ¡De arroz, fundamental en la magra dieta nacional!, disponiéndose bastante después, cuando la escasez levantó los precios hasta las altas nubes, que se importara arroz, beneficiando a algunos con un negocio redondo.

¿Es que todo es la comida?

No. Pero es fundamental. Sin comida no puede haber democracia ni disciplina cívica. Eso lo saben los yankees de antemano, con sus hamburguers, sus hot dogs, sus refrescos de soda, sus “steaks & fries potatos” y sus porciones tan exageradas que mantienen una población con un alto nivel de sobrepeso.

T V Dinners, “junk food” o comida chatarra, Wellfare o lo que sea, la gente allí puede comer, y mucho. Así se acomodan a la idea democrática.

Pero en Haití es la tragedia del hambre.

¿Se resuelve algo enviando marines armados hasta los dientes (que no tienen que utilizar para agredir porque tienen ametralladoras 50 y unos escalofriantes deseos de disparar lo que sea)?

El bombardeo a Haití debería ser el que hace años aconsejaba mi pariente Xavier Amiama Gómez: bombardear jamones de Virginia, tirar toneladas de papas de Idaho, suculentos steaks de Texas, barras de chocolate que inunden las calles…

Después puede hablarse progresivamente de democracia.

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