Con la llegada de un nuevo año, como ahora que acabamos de entrar en el 2025, por múltiples razones muchas personas tienden a dedicarle más tiempo a pensar en lo que pasó, que en el presente y futuro inmediato. A recordar acontecimientos que les alegran o entristecen. Y ello tiene una explicación lógica: lo sucedido o pasado deja huellas tangibles o intangibles. Buenas o malas. Mientras que en lo relativo al año que comienza solo hay posibles proyectos, deseos o aspiraciones. Sin embargo, lo más recomendable es dedicarle mucho más tiempo a prepararse para el presente y lo porvenir. Planificar los retos que se tienen por delante. Aunque alguien diga que el futuro es incierto e impredecible, hay muchos aspectos que los resultados dependerán de lo que se haga previamente, no del destino.
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No es necesario hacer un glosario de actividades, disciplinas o asuntos pendiente para poder determinar cuáles de ellos dependerán de los planes y esfuerzos que se realicen desde ahora. Más que los que cualquiera pudiera imaginar. Para jóvenes y mayores. Sin necesidad romperse la cabeza pensando en algunos de ellos complicados, solo hay recordar que si no se estudia hoy, mañana no pasarán los exámenes. Que si no se le pone combustible al vehículo o gas a la estufa, no podrá viajar ni cocinar. Que si no recarga el teléfono se queda sin servicio.
Recordar el pasado siempre puede resultar estimulante o triste. Añorar unos y querer borrar del pensamiento otros. Porque son parte de lo vivido. Que se lo pregunten a los de nuestra generación. Lo que no se debe hacer es, vivir enclaustrados en ese pasado. Hay que vivir el presente y en la medida de lo posible, hacer esfuerzos para poder enfrentar algunas situaciones que vendrán, quiérase o no.
El año que acaba de comenzar tiene que ser contemplado a partir de la realidad que se vive en este momento, no la del año anterior. Porque a partir de enero de cada año, cosas que sucedieron hace apenas meses, cambian. Ya no son las mismas situaciones. Hay aspectos que se tomaron en cuenta el año anterior, que no necesariamente prevalecen en el presente. Y eso ocurre hoy, y ocurrirá mañana. Por eso, siempre será conveniente, y hasta necesario, adaptarse al momento que se vive y tomar en cuenta los meses que vienen. Actuar para el presente y planificar a corto y mediano plazo para el futuro.
En cualquier actividad, el año que pasó debe servir como punto de referencia para continuar los aspectos positivos y para prevenir o evitar los no deseados. Y sobre todo en los aspectos públicos u oficiales, cada año, no solo es conveniente adaptar las acciones a la actualidad, sino, además, crear situaciones que provoquen de manera notoria, cambios que indiquen deseos de superación y perfección. Especialmente cuando la gente espera que se produzcan. Porque por vía de esas acciones se crean y estimulan las esperanzas. Y la esperanza nunca debe perderse. Pero también, porque los cristianos creemos y hablamos de la sociedad perfectible, que para lograrla, hay que provocar o hacer movimientos permanentes, de pensamiento y acción