Entre gastos e impuestos

Entre gastos e impuestos

En República Dominicana siempre ha sobrado una piadosa comprensión y mucho  “pragmatismo” frente  al fenómeno del exceso de empleados  que  tradicionalmente gravitan sobre el erario y que algunos opinantes suelen justificar porque supuestamente, en la mayoría de los casos, se trataría de “indefensos padres de familias” cuyo despido causaría más perjuicios a la sociedad que beneficios.

Se trata de un enfoque con raíces en el paternalismo que sobredimensiona lo particular e inmediato, en un país en el que el uso improductivo de recursos, la ineficiencia gubernamental y los estados deficitarios de las finanzas públicas generan males severos entre ellos las devaluaciones monetarias.

Así, defender la permanencia de las llamadas “botellas” en el tren administrativos actúa, al mismo tiempo, como prédica justificadora del clientelismo y los dispendios oficiales que empobrecen a la generalidad de las familias de escasos recursos. Como se dice criollamente, más vale la sal que el chivo.

En cambio, la transformación de la administración pública en maquinaria eficiente, que se caracterice por emplear solo a un personal calificado y útil, aunque menos numeroso, pero que cumpla tareas convenientes al desarrollo y a los servicios públicos libraría al Estado de grandes taras.

Y un Estado efectivo, fiscalmente estricto, ahorrativo y que conceda prioridad a la inversión -y no al gasto dispendioso- logra ejercer una sana influencia para el crecimiento de la economía y la generación sana de empleos.

Es decir: renunciando a la práctica de emplear a mucha gente por pura conveniencia partidaria y por un ejercicio irresponsable de autoridad para beneficiar a familiares, amigos y relacionados, los gobiernos pueden, fácilmente, desempeñar el liderazgo más importante de las acciones nacionales para reducir el desempleo.

Pero debemos tomar en cuenta además que la eliminación de  puestos, investiduras, funciones o como se les quiera llamar, en muchos casos no se trata de un amparo con ingreso mínimo a gente necesitada.

Bien se sabe que en los últimos años el clientelismo ha desbordado límites y cada vez han sido más altas las cotas alcanzadas en nóminas y nominillas adicionales que implican la concesión de sueldos regulares y altos a gente que el partido en el poder se ha impuesto la obligación de favorecer.

Recientemente, la propia Secretaría de Relaciones Exteriores confesó que a pesar de reducir su personal en el exterior, tenía virtualmente agotado su capítulo presupuestal del 2004, estando a mitad de año, lo que en parte se debería al encarecimiento del dólar.

Sin embargo, está comprobado que República Dominicana  sobrepasó, en todas las áreas oficiales, el número de empleos públicos que corresponde al tamaño de su economía y sobre todo a sus posibilidades fiscales.

Esa desmesura se expresa también en la existencia de estructuras con funciones y departamentos, creados o agrandados innecesariamente, pues manejado racionalmente, el Estado puede cumplir la mayoría de sus roles esenciales conservándose en un tamaño menor al ahora alcanzado.

Ahora que el dinero que se recauda vale mucho menos, ahora que el Estado necesita aumentar sus ingresos, tendrá que dejar claro ante los contribuyentes que no aspira a recibir más para desperdiciar más.

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