Realmente prefiero la idea de un respeto a la individualidad humana positivada hasta donde es posible, que acoger la idea de una globalización fantasiosa en sus realidades morales, aunque no en el terreno económico ni tecnológico donde siempre ha funcionado bien (con otras características en lo bélico y lo comercial, que no tenemos espacio para tratar aquí aún sea someramente).
Es que la razón del más fuerte sigue siendo la mejor, como nos señalara el fabulista francés, y la idea y la práctica no son nuevas, se reducen a DOMINIO.
El propósito de dominio global ya lo tenía Filipo de Macedonia cuatro siglos a.C y con mayor fruición y éxito su hijo Alejandro, quien temía que su padre no le dejara espacio para nuevas conquistas. El sueño de Hitler y sus nazis estaba en el lema: Heute Deutschland, morgen die ganze Welt (Hoy Alemania, mañana el mundo entero), pero antes del Führer nazi, había tenido Julio César la intención de adueñarse y hacer romano el mundo, como luego del César, Gengis Kan quiso obligar, con sus invasiones, a que todo el mundo se sometiera a la obediencia y sumisión al Imperio Mongol.
Después, muy cerca en la historia, olvidando hipócritamente las ideas de los Padres Fundadores de los Estados Libres de Norteamérica, los jefes políticos y militares estadounidenses han venido aplicando parte de la Doctrina del presidente James Monroe, proclamada en 1923, y que se trataba de un rechazo a cualquier intervención extranjera en los asuntos de América, así como de América en los asuntos europeos.
Era: América para los americanos. Pero resulta que ellos entienden que son los únicos americanos. Además decidieron los jefes, no el pueblo, tan reverenciado en los papeles y documentos- que sólo había que acoger la primera parte de la Doctrina Monroe: Que no se metan con nosotros. ¿Con qué derecho se apoderaron de los inmensos territorios mexicanos que hoy forman parte de la Unión? ¿No mandan crédulos muchachos, adormecidos con los nobles principios de los Padres Fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica, a que mueran o resulten inválidos física, psíquica, moralmente, o resultado de una mezcla infernal, todo en defensa de intereses de dominio político-económico?
He vivido y trabajado en los Estados Unidos. He tratado gente humilde en Dallas, Cincinnati, Cleveland, Concord (New Hampshire) y también honrados funcionarios en Washington que llevaban su virtuosa vida hasta límites insólitos.
Allá hay de todo, como en todas partes, pero queda gente decente y engañada, educada para aceptar la mentira patriótica. Recuerdo, conmovido, una niñita, sobrina de Arístides Incháustegui (ya será una mujer) que oraba cada noche antes de acostarse en su cama ensoñadora, frente a la bandera, pidiendo a Dios que bendiga América por su tarea de enseñar democracia y libertad.
Si se tratara de intentar globalizar lo bueno, aplaudiríamos.
Pero no se trata de Globalización. Se trata de Dominio.