Entre hechos y teorías

Entre hechos y teorías

En los tiempos que discurren, el ciudadano común puede quedar expuesto a dos tipos de fuentes importantes de estímulos a los sentidos en lo que se refiere a las cuestiones de interés público. Según el género de irradiaciones al que se acoja, la realidad habría de parecerle satisfactoria o al menos esperanzadora, o por el contrario encontraría que sobreviven en el presente algunas cosas negativas de las que obraron en el electorado para que terminara votando como lo hizo.

Se percibe que desde mediados del 2004 en adelante, en República Dominicana se pone más énfasis en el estudio de sus problemas sociales y de otras índoles. Simposios, seminarios y talleres reservan podios, una y otra vez, al experto –de colorido y diversidad- no solo del que aquí nació y reside.

Doctas voces foráneas de las ciencias sociales tienen, con insistente regularidad, sus oportunidades para tratar de impresionarnos.

En el país no habría muchos motivos para quejarse de la falta de diagnósticos sobre los muy diversos comportamientos negativos de los índices que expresan –valgan los ejemplos– lo mucho que falta todavía por hacer para frenar los daños al ambiente; o lo insuficiente que resulta el aporte del sector público para romper, mediante la educación, las cadenas de la ignorancia que atan a los sectores pobres; lo perjudicial que resulta el alto costo del crédito bancario; lo escaso de los incentivos favorables al crecimiento del sector industrial; o la necesidad que existe de que los productores agrícolas y pecuarios reciban la presencia diligente y efectiva de organismos estatales que velen por el aumento de la producción de alimentos, etcétera.

Aquí, incluso, todo el mundo puede considerarse debidamente enterado de lo perjudicial que es al patirmonio nacional la adjudicación de obras y suministros de grado a grado, y hasta de las fórmulas que el gobierno proclama preferir para eliminarla.

Lo único que no está definido es el momento en que las más nobles intenciones se van a convertir en hechos.

–II–

Mientras tanto, la existencia del dominicano es abrumada por un acontecer de tonos adversos en varios aspectos. En contraste con las lecciones sobre cómo hacer las cosas bien que se oye repicar en los foros, la gente ha visto que las autoridades permitieron que se diluyeran en sus popias manos algunos aciertos iniciales de su gestión.

Con buenos desempeños borraron de las páginas de los periódicos los errores pasados que sumieron en crisis los servicios de diálisis de hospitales públicos para luego tender a lo mismo.

El suministro en general a los hospitales deviene, de una estabilización aceptable, a un panorama que ya casi motiva a hablar del horror de los almacenes de enfermos.

En el ámbito económico, el gobierno llegó al sobreajuste. Convino en llegar hasta un punto de contención del circulante y de cortes a los gastos e inversiones públicas.

Pero tras causar un tenso vacío en los canales del intercambio de bienes y servicios que debe nutrir y dar vida a productores, intermediarios y consumidores, el cuerpo social no ha encontrado remedio para su «anemia» de nuevo cuño.

Agreguemos: después de varios anuncios de acciones contundentes contra la delincuencia y la inseguridad, reforzando a la Policía, la vida y los bienes de la ciudadanía siguen en la dura realidad de una escasa protección.

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