PEDRO GIL ITURBIDES
Quienes leen con frecuencia estos escritos, saben que me simpatiza Hillary Clinton. Digna de admiración es la mujer de estos tiempos que se niega a destruir su matrimonio por un quítame esta paja. (Y hemos de admitir que lo de su marido con Monica Lewinsky no fue, precisamente, algo así como quitarle la paja).
Es elogiable porque siendo estadounidense responde a un prototipo proclive al divorcio como alternativa inmediata a las dificultades conyugales. No les negaré, empero, que observo entre el asombro y el aplauso a Barak Obama.
Los más escépticos argüirán que Hillary no abandonó al descocado marido seducida por algún interés. Tal vez éste que la guía en estos momentos. A quienes tal cosa me dijeran, les recordaré la disolución del matrimonio de Nikolas Sarkozy. Cansada de las expresiones de virilidad latina del marido, la esposa del mandatario francés optó por el abandono. Ni siquiera calentó la silla de Primera Dama. Apenas juró el marido, como arrastraban desavenencias maritales, quiso permanecer ajena a las glorias del hiperactivo consorte.
Ocurre que ahora Sarkozy visitó el Taj Majal, en Agra, sin la hermosa Carla Bruni. ¿Recomendación de los expertos en imagen pública del Presidente de Francia? Es probable. Pero también es probable que sea consejo de su cardiólogo. Después de todo, no se tienen noticias sobre el nivel de su presión arterial después que anda con la hermosa italiana. Pero justamente por todo ello, Hillary merece un triunfo en la empeñosa tarea de alcanzar la candidatura del Partido Demócrata de su tierra.
Obama, sin embargo, no es un elevado al cuadro. O, como gusta decirlo un amigo mío: no es un flai al picher. Apenas una semana antes de la competencia en cinco de los estados de alta votación popular y por delegados, Obama consigue el apoyo del clan Kennedy. Carolina, la hija del asesinado Presidente John F. Kennedy, señaló que el candidato mulato muestra muchas de las características propias de su padre. Un hermano del antiguo mandatario, el senador Edward Kennedy, respaldó por igual a Obama.
Confieso que me gustaría que ambos ganasen. Pero los dos, preciso es admitirlo, son una aberración en el sistema electoral estadounidense. Si ganase Hillary, estaría esa nación ante la posibilidad de elegir, por vez primera, a una mujer como Presidente federal. En el caso de que fuera Barak quien ganase las primarias demócratas, tendría la posibilidad de que sus conciudadanos eligiesen, por vez primera, a un mulato a la Presidencia federal. Como podemos observar, en ninguno de ambos casos se trata de un maíz. Porque los republicanos, sin importar a quién postulen, pueden pasar con ficha en el mes de noviembre venidero.
Por mi parte sin que mi voz tenga ningún peso en la contienda, y visto que contemplo con simpatía a ambos candidatos, me permito hacer una propuesta. Aunque ya Bill le dijo negro a Barak en tono peyorativo, y éste decidió no darse por enterado, pido que Hillary y Barak convengan en respetarse. Pedido que me permito hacer extensivo a otros candidatos en otras partes del mundo. Y sugiero que el ganador postule a su contrincante a la Vicepresidencia. Si Hillary le gana a Barak, que postule a éste como vicemandatario. En caso de ganar Barak, que la escoja como su acompañante. Por supuesto, con ello me evito decidir entre Hillary y Barak.