Entre insatisfacciones y descontentos

Entre insatisfacciones y descontentos

Es que… vamos… uno quiere contentarse y se regocija con el notable empeño del presidente Danilo Medina en la educación, basándose en que el poder de la educación representa y solidifica el valor de una nación, y nos regocija la cantidad de edificaciones escolares que ofrece continuamente al pueblo.

Pero se pregunta uno si existen los recursos estatales para mantenerlos dignamente. ¿Puede un profesor vivir con cuidada moderación, decentemente, con el salario que percibe? ¿No es realmente aterrorizante el gasto que implica mantener una modesta familia, a lo que se añaden importantes gastos extras: maquetas, lápices de colores, pegamentos, cartulinas, tonterías costosas que no enseñan nada, porque proceden de la computadora de un amiguito más afortunado, y “lo que fácil entra, fácil sale”. Me parece una magnífica actitud, promover la educación.

Pero la educación cierta. Posible. En la cual los profesores sean tan respetados como lo eran aun en los tiempos malignos de la dictadura; como cuando se hablaba del profesor Mieses, de Ñáñez y tantos otros venerados educadores, como aquellas de la Escuela de las Pellerano, firmes en la enseñanza y en principios hostosianos, que conocí en mi casa, por mi madre (maestra graduada) y por otros profesores, orgullosos de ser maestros.

Hemos caído mucho en ciertas áreas.

En un tiempo terrible, la Era de Trujillo, ser maestro era estar envuelto en dignidad, en respeto… aunque por la pobreza o las limitaciones del régimen de un hombre como era “El Jefe” tuviesen sus temores a enfrentar los peligros de la amplia cultura al discrepar del autoritarismo dictatorial.

Sí, nos regocijamos del actual interés gubernamental del presidente Medina por edificar escuelas, pero no basta con eso; ha de dignificarse la condición de maestro, como ha de dignificarse el ejercicio de distintas profesiones sustentadas por el Estado, de acuerdo a su obligación.

Vemos y sufrimos militares y policías viviendo una miseria inconcebible para quienes están destinados a proteger la población y dar ejemplo de respeto a las leyes y a todo género de corrección ciudadana. Pero… si sus salarios no alcanzan para mal vivir, y su motivación para ingresar a esos cuerpos armados se debe a que no están preparados para ejercer una profesión, ni siquiera de modestos requerimientos… y ven a los “superiores” alardeando de yipetas, de “queridas”, de capacidad de abuso y “quepis” rameados… rameados de mala conducta y combinaciones vergonzantes, entonces ¿no viene a ser la mejor profesión saber torturar golpeando o semiahogando “sospechosos” para que “confiesen” delitos? ¿No es mejor negociar dejando que haitianos crucen la frontera y nos inunden?

Tenemos que dignificar para poder exigir. Lo mismo en cualquier ocupación.

De otro modo solo logramos el reinado de la apatía. El reinado de la sinrazón.

Ya apenas nos alarma que durante la “modernización” de un hospital público se tiren como basura las historias clínicas, violando la Ley General de Archivos número 481-08, la cual establece que ninguna institución del Estado puede destruir documentos sin la debida aprobación de las instancias establecidas para casos especiales.

¿Dónde vamos a llegar?

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