Entre la alimentación y la raza y la otra cara de la pobreza

Entre la alimentación y la raza y la otra cara de la pobreza

A pesar de estudiar actores sociales distintos y en épocas diferentes, José Ramón López y Jorge Cela tienen, a groso modo, planteamientos similares cuando describen el problema de la pobreza en la República Dominicana, aunque distintos cuando diseñan estrategias de solución. Para ellos, esta produce cambios en la cultura de los pobres rurales y urbanos que obstruyen la posibilidad de ingresar a un sistema de relaciones formales, generando hábitos y vicios distantes del desarrollo social y político del país.

López expresa que la pobreza satura el espíritu de los pobladores y hace pueblos de psicología deficiente: pueblos apáticos y haraganes…de mentalidad bestial(…) Un homenaje a la mentalidad ajena, un temor constante de salir mal librado en todas las relaciones. El instinto de conservación le advierte y le alerta de su propia debilidad (p. 35 ).

En cambio, Cela señala, en la Otra cara de la pobreza, que la adaptación a la sobrevivencia supone la aceptación de unas condiciones que contradicen los derechos de la persona humana…Tiende a producir una identidad que no se acepta a sí misma y vive por tanto en la frustración que desemboca en agresividad y evasión (p. 54). Sin embargo, en su conceptualización indica dos aspectos ausentes en la descripción López: el dinamismo y la creatividad. Estos han ayudado a los pobres urbanos a constituirse en una cultura de aprender a sobrevivir en escenarios inhóspitos, aunque tienden a reproducir la pobreza que genera.

En La Alimentación y las razas, José Ramón López recurre a la psicología y a la biología para explicar el fenómeno de la vida rural dominicana. Enfatiza, alarmado, la mala alimentación del campesino que lo reduce a clase inferior, lo extenúa. Son una raza de ayunadores, hundidos en las tinieblas de su miseria física y moral, aproximándose cada día más a la animalidad que vegetan sin higiene, presa de las enfermedades más repugnantes, que a causa de su imprevisión, su violencia y su doblez son, por lo general, incestuosos, jugadores, alcohólicos, ladrones y homicidas (p.17).

No sería sujetos capaces de forjar el ideal de nacionalidad, más bien la retroceden hasta la barbarie. De ello se deriba su tesis fundamental: una nación que no se alimenta adecuadamente está destinada a terminar en la miseria y en la decadencia. La pobreza constituye una enfermedad dentro del cuerpo social, pues para él, la sociedad es un organismo vivo. Por eso, sus escritos están permeados por las ideas positivistas y sociodarwinistas de Herbert Spencer y el romanticismo romántico latinoamericano, descrito en el Ariel de José Enríquez Rodó, a finales de siglo XIX y principios del XX. La multitud, la masa anómina, no es nada por sí misma, será un instrumento de barbarie o de civilización o no del coeficiente de una alta dirección moral(Ariel,1990, p. 36).

El autor de la Otra cara de la pobreza maneja dos enfoques de la cultura de la pobreza. La primera está tejida al calor de la ideología marxista y pedagogía popular de la década de 1970 en América Latna, que fraccionaba las clases sociales entre oprimidos y opresores, donde la semántica del concepto pueblo se circunscribe a los oprimidos, esa clase pobre o pueblo clase que va creando su ambiente físico y social en la dialéctica de lo nuevo y lo viejo(p. 78). En oposición se encuentran los capitalistas, los cuales utilizan sus mecanismos para neocolonizar a los pueblos oprimidos.

Posteriormente, utiliza una segunda conceptualización menos restringida y mucho más amplia que la de López, iluminadas a partir de las investigaciones de Oscar Lewis. Según este autor, las condiciones de extrema pobreza de las sociedades capitalistas periféricas latinoamericanas tienden a generar una subcultura que reproduce la pobreza. El pobre debe segregar la cultura como una especie de caparazón defensivo. Ese caparazón, a la vez que lo protege, lo aísla. Su castillo es su prisión (p.38).

Pero hay una salida: la posibilidad de constituirse en sujetos sociales con derechos y deberes en el marco de la democracia, no sólo representativa, sino participativa. cuya intervención del Estado debe darse con su participación. Contrario López, el cual dejar ver claramente un determinismo social, restando la posibilidad del campesino de razonar e incorporarse a la sociedad moderna como ciudadano. De ello se desprende una acción estatal sin su participación, pues son sujetos débiles que necesitan de la enseñanza de alguien ilustrado, indicando el camino a seguir. No obstante Cela se mueve, muchas veces, con un enfoque racional de un sujeto popular abstracto distante de los hombres y mujeres que cargan el fardo pesado de la indigencia. Cuasi absolutiza su potencial como entelequia de su propio desarrollo. Otras veces su fenomenología nos permite ver con realismo el rostro pobre y alegre de los marginados en la lucha por la participación social y la subsistencia.

En suma, los escritos de José Ramón López, similar a los de Jorge Cela, ponen en cuestionamiento el progreso, la modernidad, palabras mágicas, que todavía siguen concitando el aprecio de una ciudadanía que no acaba de entrar en la modernidad ilustrada. En ambos hay un compromiso de solución del problema, aunque el primero ponga el acento en el desarrollo intelectual de los pobres. El segundo acentúa la formación y la conciencia crítica. De alguna manera está expresando un aprecio, sobre todo, un optimismo hacia esa colectividad. También subyace en él, la visión de un hombre de iglesia, que encarna la pastoral social, específicamente, de la Compañía de Jesús: Los jesuitas nos hacemos solidarios con los pobres, lo marginados y los sin voz, para que puedan participar en los procesos que modelan la sociedad en la que todos vivimos y trabajamos (CG 34, de26,n.14)

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