Entre la ignorancia y la Restauración

Entre la ignorancia y la Restauración

Los recuerdos de una época suelen traer consigo sentimientos de congoja o de alegría según sea el caso. Traer al presente aquellos momentos en los que siendo mocetones nos teníamos que emburujar con la historia de Moya Pons, o en su defecto, con la de Danilo de los Santos podría ser fuente de un amargo pesar, pues no era tarea fácil sentarse con aquellos dos libracos. Sin embargo, la cosa se troca en orgullo que invade nuestro indebidamente mal solapado patriotismo cuando en fechas como el 16 de agosto ponemos nuestra bandera en alto, evocando los versos aquellos de Gastón Deligne o el gesto superbo de Sánchez al envolverse con nuestra enseña tricolor al momento de ser fusilado aquel 4 de julio de 1861, según nos muestra un dibujo del maestro Jacinto Gimbernard de hace muchos años, en franca alusión a la expresión del patricio “Yo soy la bandera”.

Traigo esto a colación porque en aquellos años la educación era otra cosa, muy diferente a lo que vemos hoy. No quiero profundizar en el tema, puesto que haría falta mucho oxígeno en caso de bajar con tanque, o muy buena capacidad pulmonar, en caso de no llevar equipo. Lo cierto es que si nos dedicamos a hacer una pequeña encuesta, vemos que hay, no lagunas, como la de Cabral, o la de Oviedo, sino reproducciones innumerables del Lago Enriquillo en la formación de nuestros estudiantes: hay tantos lagos que la verdad, no comprendo cómo no terminan ahogados por las aguas de la ignorancia.

Debemos pugnar por cambiar las condiciones en las que se educa a nuestros hijos. No es solo la penuria física en que se encuentran muchos plantes escolares; es, más que eso, la pobrísima calidad de lo que reciben de parte de los maestros; es el poco compromiso de los profesores a educar con conciencia en y de nuestros valores patrios, es el poco interés que se despierta con el ideario de Duarte y la Patria, de la libertad, de las buenas costumbres; con la cultura y la educación, que es lo que realmente hace del hombre un ser libre.

Necesitamos que nuestros hijos se formen adecuadamente, necesitamos un mayor compromiso por parte de los educadores, necesitamos maestros, y en esto evoco a Hostos y su educación laica. No es regresar a los viejos esquemas de hace tantos años, es desarrollar una nueva ética, es incursionar en una nueva filosofía que tenga como eje central al hombre en sí mismo y a la naturaleza; una filosofía que abrigue la igualdad, la libertad y la fraternidad entre los seres humanos.

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