¡ENTRE LA MAGIA Y LO REAL!

¡ENTRE LA MAGIA Y LO REAL!

Entre 1939 y 1940, la República Dominicana acoge más de 3,500 refugiados europeos (alemanes, austriacos y españoles) que sobreviven la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española (1936-1945). Entre estos refugiados se encontraban algunos artistas importantes como Manolo Pascual (1902-1983), José Gausachs (1889-1959), George Hausdorf (1894-1959), Joseph Fulop, Eugenio Fernández Granell (1912-2001), José Vela Zanetti (1913-1997), Ángel Botello Barros (1913-1986) y Mounia L. André. Algunos de estos artistas se integran a la vida cultural dominicana como creadores y otros como maestros de generaciones.

El 19 de agosto del 1942, como resultado de la dedicación del Dr. Rafael Díaz Niese (1897-1950), se inaugura la Escuela Nacional de Bellas Artes. Díaz Niese, en ese entonces director general de Bellas Artes, escoge al escultor español Manolo Pascual como primer director, acompañado por un cuerpo docente en el que se integran los dominicanos Celeste Woss y Gil (1891-1985), Yoryi Morel (1909- 1979) y Darío Suro (1917-1998). Entre los máximos resultados de la “Academia dominicana” se registran las dos primeras generaciones de artistas-educadores que llegaran a establecer las bases formales y conceptuales para una “búsqueda especializada” de lo dominicano a través de la imagen.

Hablamos de artistas como Gilberto Hernández Ortega (1924-1979), Marianela Jiménez (1925-2011), Luichy Martínez Richiez (1928-2005), Antonio Prats Ventós (1925-1999), Eligio Pichardo (1929-1984), Clara Ledesma (1924-1999), Gaspar Mario Cruz (1925-2006), Domingo Liz (1931-2013), Paul Giudicelli (1921-1965), Silvano Lora (1931-2003), Fernando Peña Defilló (1928) y Ada Balcácer(1930).

Un caso aparte es el de Jaime Colson (1901-1975), quien se marcha a Europa en 1919, estableciéndose entre Barcelona y París. Luego pasa a México, Cuba y Haití. Retorna al país en 1952, integrándose de inmediato a la docencia en la ENBA, donde influye profundamente en la formación y obra de una serie de artistas importantes de las generaciones de los 60 y 70. Actualmente, una buena parte de la obra de este gran maestro de la plástica dominicana del siglo XX se puede ver en el Museo Bellapart, único museo privado de arte moderno dominicano, fundado en 1997 por el empresario y coleccionista Juan José Bellapart.

Postimpresionismo, cubismo, surrealismo, neoexpresionismo y abstracción, marcan las décadas de los 50 y 60 en Santo Domingo. Los artistas asimilan y transmutan estas tendencias a través de sus formas íntimas de ver, percibir y expresar las múltiples dimensiones de lo real y de lo no real.

La expresión de las raíces mágico-mitológicas en la plástica dominicana (la magia identitaria, el sentido de la tierra y el abordaje de lo real maravilloso como elemento consubstancial de la identidad cultural caribeña) constituye una temática esencial en el arte dominicano de la segunda mitad del siglo XX.

La reflexión sobre los cimientos espirituales que vitalizan la extraordinaria proliferación de dicha temática en las obras de una serie de creadores emblemáticos de nuestra modernidad, tales como Jaime Colson, Clara Ledesma, Gaspar Mario Cruz, Gilberto Hernández Ortega, Luichy Martínez Richiez, Fernando Peña Defilló, Ada Balcácer, Domingo Liz, Iván Tovar (1942), Cándido Bidó (1936-2011), Jorge Severino (1935) y Dionisio Blanco (1953), nos permite contextualizar y calibrar una resistente multiplicidad de signos, visiones, niveles expresivos y aportes estéticos paradigmáticos.

Paralela a la corriente de la espiritualidad (desde lo fantástico, lo ontológico y lo mágico-religioso), opera la constante crítico-reflexiva en la producción de una serie de artistas dominicanos fundamentales que acometen la deconstrucción de los signos identitarios y las huellas de la historicidad, logrando, mediante la experimentación con lo informal, unos niveles máximos de síntesis y libertad expresiva a través de los cuales materializan unos repertorios simbólicos de notable capacidad metafórica y perspectivas definitivamente trascendentes.

Cristalizando y expandiendo el discurso de la espiritualidad, persiste profusa, de forma múltiple y simultánea, esta constante crítico-reflexiva sobre lo real en la plástica dominicana contemporánea. Tanto en la intensidad de la carga significativa como en el aspecto lúdico o de las búsquedas expresivas, esta constante dialógica se aprecia de manera cristalina en la obra global de artistas de gran sensibilidad social y profundas convicciones éticas y humanísticas, tales como Darío Suro, Eligio Pichardo, Paul Giudicelli, Guillo Pérez (1926-2013), Silvano Lora (1931-2003), Soucy de Pellerano (1928-2013), Ramón Oviedo (1924), Rosa Tavárez (1939), Elsa Núñez (1943), Alberto Ulloa (1950-2011), Antonio Guadalupe (1941), Freddy Javier (1946) y Jesús Desangles (1962).

 

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