Entre la memoria y el olvido

Entre la memoria y el olvido

A veces preguntan de qué sirve emborronar cuartillas semana tras semana. ¿Para qué escribes si aquí la gente no lee? opinan algunos. Lo que no saben esos opinadotes es que hace tiempo algunos dominicanos se comprometieron a visitar los lugares donde impera el silencio.

Allí donde el gobierno y el establishment necesitan el ocultamiento con que cuidadosamente cultivan el olvido. Y le temen a las denuncias que, además de ser ciertas, son expresadas por gente con credibilidad. Cosa esta que los gobernantes no tienen. Temen a ser expuestos reiteradamente en su ignominia y en su mentira. Y por eso preferirían que no fueran recordados su historial político ni sus falsas promesas a través de los escritos de los insobornables.

Con sus desaciertos, este gobierno está provocando las condiciones para una conmoción social. Insiste en su error por creer, todavía, que el pueblo está dispuesto a aguantarlo todo gracias a los adormecedores discursos de Leonel, quien dice a cada quien lo que el otro quiere escuchar. Sólo hay que ver la reforma a la Constitución, la más grande de las provocaciones que ha podido conocerse en los últimos tiempos. Ha sido tan repudiada, por reaccionaria, que el gobiernismo no sale a defenderla a pecho abierto sino que se guarece tras la ilegal legalidad que ellos mismos han construido. Y eso es una provocación que puede traer malas consecuencias.

Desgraciadamente, mucha gente cree todavía que la solución de los males dominicanos está en el PLD o en el PRD. Coinciden así con los mercaderes partidarios. Parecen ignorar que esas empresas comerciales llamadas partidos políticos son los creadores del problema y quienes, al mismo tiempo, se ocupan de empeorarlo de manera que nunca se encuentren soluciones. El desenlace aparecerá por donde menos lo esperan. De las propias entrañas del sistema. Como tantas otras veces ha sucedido.

En una forma extraña de pasividad, otros muchos esperan por el surgimiento de líderes sociales que encabecen la solución a la precaria situación que nos acogota. Esos ciudadanos, relativamente pasivos, no se dan cuenta de que los potenciales líderes están entre nosotros. Quizás son ellos mismos. Surgen periódicamente y no se desarrollan porque el terreno social no ha sido fértil todavía. Lo peor es que no han sabido, o querido, identificarlos para darles apoyo. Cuando surge alguien con cualidades de liderazgo la reacción inicial es buscarle defectos que lo descalifique para entonces justificar la pasividad que practican. Se los encuentran muy jóvenes o muy viejos, muy pobres o mal vestidos. En definitiva, que no llenan las apariencias de lo que suponen debía ser un líder popular que pudiera ayudar a este país a salir del atolladero en que los han metido los partidos políticos.

Los desastres del gobierno se harán peores con el endeudamiento. De eso no hay duda. Apelarán entonces al miedo colectivo, a que todos se sientan más inseguros. El miedo es el mecanismo de disciplinamiento que el establishment y el gobierno necesitan para mantenerse y expandirse. Por eso tendrán que crear nuevos fantasmas que provoquen nuevos temores entre la pequeña burguesía urbana, tradicional generadora de cambios sociales en República Dominicana. Ya la guardia ni la policía surten el efecto Pérez y Pérez-Nivar Seijas entre la juventud pensante del país. Ahora, esas fuerzas asesinan a diario en los barrios marginados a los cómplices de sus propios delitos. Y siempre dejan escapar a los principales capos que dirigen y controlan el enriquecimiento de las autoridades.

Los delitos de Estado cometidos por los políticos han contribuido a definir claramente dónde se asientan “los chicos peores”, los delincuentes de cuello blanco y jeepeta de lujo. Los de “queridas” y por querer en abundancia. Los rateritos del Congreso y del gobierno que creen haber ascendido social o políticamente por el hecho de pagar a periodistas para que los retraten con un trago de whisky en la mano. Y las cuartillas que uno emborrona sirven para, por lo menos, situar objetivamente los problemas de la nación. Para crear conciencia social entre los que todavía no la tienen. A sabiendas de que tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe.

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