Entre la pobreza y el medio ambiente

Entre la pobreza y el medio ambiente

PEDRO CARO
Las avasalladoras contrariedades que engendra la pobreza en nuestros campos han contribuido a ese socavamiento de los recursos del medio ambiente, lo que nos mantiene profundamente preocupados.

La ciudadanía que habita nuestro medio rural, mayoritariamente, no cuenta con los conocimientos necesarios que le permitan comprender lo que significa «el equilibrio en la ecología». Por más que sea vigilada y sancionada, la mano con el hacha o el machete sigue cumpliendo su fatal y subrepticia misión en la flora nacional.

El carbón vegetal y las trozas madereras no solo provocan provisiones de boca por efecto de la venta, sino que también proporcionan recursos monetarios para costear medicamentos, prendas de vestir, placeres lícitos y la gama de vicios prohibidos que campea por sus fueros en el medio rural.

Como la mayoría ciudadana que mora en el campo no tiene tierra propia, empujada por la necesidad de sembrar algo para sustentar su hambre y el hambre de los suyos, aprovecha laderas de montañas preservadas y espesuras en las márgenes de las corrientes y las norias acuíferas para realizar talas, de menor o mayor envergadura, y preparar allí sus sembrados.

Ahora mismo, la Ley está siendo dura frente al hecho deforestador, que también suele acontecer en la loma misma de la cordillera, pero como las leyes suelen «parpadear» de tiempo en tiempo por estos lares tropicales, no se considerará nada nuevo una etapa hacia delante en las contenidas masacres bucólicas vuelvan a suceder con la frecuencia y la cobertura escandalosa de otros tiempos.

Pero si el Gobierno y los terratenientes convinieran a la realización de permutas y otros procedimientos capaces de proporcionar a la Reforma Agraria una considerable parte de las tierras que son necesarias para una eficaz política de incremento de los asentamientos campesinos, el asunto de la preservación forestal sería básicamente atendible en los medios de financiamiento que están fehacientemente sensibilizados por la alarmante e impredecible degradación del equilibrio ecológico en esta isla.

Así y de ese modo, tendríamos al alcance importantes préstamos blandos y a plazos extraflexibles para aplicarlos en inversiones sobre infraestructuras negociables a cambio de terrenos agropecuarios, cuyo desarrollo incluiría, consecuentemente, proyectos forestales especialmente confeccionados para ser manejados por parceleros escrupulosamente supervisados, y previamente entrenados para tales fines.

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