Entre la prédica y la práctica

Entre la prédica y la práctica

LEANDRO GUZMÁN
La República Dominicana vive hoy una crisis moral de insospechadas consecuencias, caracterizada principalmente por el engaño, la simulación y el afán de lucro. En vista de que siempre nos han engañado, cuando alguien nos dice la verdad no le creemos. Es tanta la simulación que a menudo uno la confunde con la sinceridad, mientras algunos nos hacen creer que la ambición de lucro forma parte de las reglas general del comercio, la vida o la política.

En estos tiempos de campaña política hemos visto las tres cosas, pues un gran número de los que aspiran a cargos electivos -no vamos a decir todos- emplean la demagogia y la simulación para atraer a los votantes, aparte de que creen que la mayoría del pueblo dominicano no se da cuenta de que quieren llegar a las esferas del poder no para servir, si no para servirse.

Solamente hay que ver los gastos millonarios que hacen los candidatos a diputados y senadores, alcaldes y regidores como parte de su campaña política, para uno saber que no se trata de inversiones que beneficiarán pueblo, sino directamente a quienes la hacen.

Hay otro aspecto que forma parte de una bien orquestada engañifa política. Sólo basta con escuchar a los políticos en campaña, que tratan de descalificar a sus rivales mediante el insulto personal, sembrando dudas sobre su honestidad. Los afectados por los vituperios devuelven con la misma moneda, pues carecen de argumentos válidos para refutar con seriedad.

Todo esto es porque carecen de verdaderos programas de desarrollo que beneficien a sus comunidades, que desean mejores condiciones de vida y no promesas falsas. Esas zonas humanas y geográficas están cansadas de promesas que se les hacen en cada campaña electoral, cuando abundan las mentiras y lo peor del caso es que no se ruborizan al decirlas.

Los engaños mediante falsas promesas constituyen un pernicioso hábito en nuestro medio. Horacio Vásquez prolongó su período por dos años, para buscar la reelección de la que había abjurado, hasta que terminó derrocado por el llamado Movimiento Cívico 23 de febrero de 1930, que cedió el paso a Trujillo. En 1934, ese dictador proclamó en Azua que no iría a la Unión Cívica Nacional proclamó, a través de su líder, que “jamás” se convertiría en Partido Político, juramento ante el Altar de la Patria que al poco tiempo fue incumplido. El presidente Hipólito Mejía, que había dicho que no se reelegiría, tampoco cumplió su promesa y perdió vergonzosamente las elecciones generales de 2004.

El actual Gobierno prometió una cosa tan sencilla como la de ahorrar energía en las oficinas públicas y sincronizar los semáforos, algo que todavía estamos esperando. Sobre este aspecto, recordamos que en una oportunidad propusimos públicamente un Plan Nacional de Ahorro de Energía, comenzando por un plan piloto que incluiría unas 50.000 entre empresas y viviendas. No nos hicieron caso, aunque todavía creemos que por lo menos vale la pena que esta sugerencia sea estudiada para que, en caso de ser aprobada, fuese implementada. Esta insinuación sí garantiza un ahorro sustancial de energía.

El incumplimiento de promesas y la apatía para acoger recomendaciones sobre asuntos de interés público, son las que decepcionan y lesionan el proceso democrático, con el cual todos los dominicanos decentes y amantes de la libertad, estamos comprometidos.

Naturalmente, para lograr un adecentamiento de la política es urgente y necesario reformar profundamente la educación. Es sencillamente asombroso que un 65.5 por ciento de 350 maestros que participaron en el examen de un concurso que se abrió para optar por las cargos de directores y subdirectores de escuelas públicas, haya sido reprobado.

Esto significa, sencillamente, que se requiere de un nuevo sistema educativo que tenga como objeto primordial formar mejores profesores, que son los forjadores de los nuevos ciudadanos que necesita la Réplica, con un criterio moral que les impida caer en la tentación de las falsas promesas, la simulación y el deseo de enriquecerse a toda costa.

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