Entre los dientes del engranaje

Entre los dientes del engranaje

DIÓGENES VALDEZ
Jean Paul Sartre escribió, en 1946, un guión cinematográfico que nunca llegó a filmarse, titulado en francés Les mains sales (Las manos sucias), título que posteriormente le fue dado a una obra de teatro estrenada en 1948, con un tema absolutamente diferente al que tenía la obra original. Este guión, sin embargo, nos ha llegado con el nombre de El engranaje.

La historia, hipotéticamente, se desarrolla en Europa, sin embargo las situaciones corresponden a realidades típicamente latinoamericanas, y por qué no decirlo, a las que hoy día se desarrollan en Irak. Casi sin ningún esfuerzo el lector podría precisar dentro de cuáles fronteras se desarrolla dicho argumento.

La anécdota de es la siguiente: En un país sin nombre estalla una revolución para deponer a un gobernante déspota, (tal vez a uno de aquellos típicos tiranuelos que en un pasado reciente fueron tan comunes en nuestro continente). El movimiento sedicioso está encabezado por los obreros de la industria petrolera. Esa revolución triunfa y la participación de éstos le da a la misma una connotación ideológica, cuando es en verdad, esencialmente nacionalista. El dictador (un ex-revolucionario que llegó al poder por medio de una revolución idéntica a la que ahora lo derroca, también encabezada por los obreros del petróleo), se deja hacer preso y en un juicio donde jueces, fiscales y el jurado son parte de los revolucionarios triunfantes, se trata de determinar el grado de culpabilidad del ex-gobernante.

Los cargos son los siguientes: traición a la revolución y a los obreros del petróleo, represión, asesinato y entrega de las riquezas a potencias extranjeras, (¿acaso no se parece demasiado este ex-líder revolucionario al derrocado presidente irakí Sadam Hussein?)

Todos los testigos recuerdan sus relaciones con el reo, al que acusan de traidor. El juicio se desarrolla con todas las características de farsa, en la que no faltan amenazas en contra del defensor de oficio. Suzanne, la revolucionaria ex-amante del depuesto Jean Aguerra, le advierte al abogado defensor, que más que defender al acusado, debe cuidar su cabeza. Darieu, colaborador del tiranuelo, representación del típico corcho político, cuando se percata que el barco de su jefe se hunde, se adhiere a la revolución triunfante, dándole la espalda a su antiguo protector.

En este fracasado guión cinematográfico se narra la génesis, desarrollo y ocaso de una revolución que, en esencia será la génesis de otra que sacará al poder a los nuevos incumbentes, con lo cual inevitablemente se inicia una especie de círculo vicioso. En todos estos procesos intervienen los mismos personajes, y el leit motiv siempre habrá de ser el mismo: el petróleo, con lo cual se tiene la sospecha de que no son varias las revoluciones que se narran, sino una. Bien hace Aguerra cuando en la farsa de juicio al que es sometido, grita: Creen hacer un cambio y lo único que harán es cambiar un hombre por otro.

Estas palabras que el depuesto lanza al público, son una anatema y parecen dirigidas más bien a la pobre gente que vive en las ensombrecidas regiones de nuestra

América Latina (o de Irak). ¿Acaso nuestros políticos en cada campaña electoral no viven prometiendo a sus electores una serie de cambios y al final, lo único apreciable es la sustitución de un rostro por otro?

En la mascarada de juicio, Aguerra apenas si se defiende y sólo al final, por motivos puramente sentimentales, se aviene a dar una explicación de su conducta y de sus actos políticos. Explica, que si no nacionalizó el petróleo, se debió a la presión de un país capitalista, cuyo nombre no menciona, pero que es dueño de la concesión.

El embajador de esa potencia, el día de la toma posesión del nuevo gobierno, en su mensaje de felicitación le dice al incumbente: El gobierno de mi país me ha encargado transmitirle que no piensa intervenir en los asuntos internos…Pero hay un punto en el cual no transigiremos, porque afecta intereses de nuestra competencia; debe quedar convenido que se mantendrá el status quo en lo que concierne a las concesiones petrolíferas…Todo atentado a la propiedad privada de nuestros connacionales será considerado por mi gobierno como un casus belli. Para apoyo eventual de su demanda, mi Gobierno ha concentrado treinta y cinco divisiones a lo largo de la frontera. Esta larga perorata no es asunto puramente literario, en la práctica estas situaciones han encontrado representación en la vida real y en más de una ocasión, han sido violadas soberanías apoyándose en la excusa de proteger la democracia, cuando en verdad lo que se está defendiendo es la propiedad privada.

Aguerra es condenado a morir (creo que también Sadam Hussein habrá de serlo), en un juicio con todos los ribetes de farsa, sin embargo, esto no quiere decir que él sea inocente ni culpable, sino que el juicio responde a intereses políticos, cosa que naturalmente inclina la balanza de la justicia en su contra.

Francois, el jefe de la revolución triunfante, convertido ahora en jefe de gobierno, se apresta a recibir a los obreros petroleros, quienes vienen a pedir la nacionalización de la industria de los hidrocarburos. En su primera audiencia, el embajador Cotte y el administrador de la compañía que explota el petróleo se les adelantan a los trabajadores y se presentan de improviso en el palacio, y entre otras cosas le dicen a al nuevo presidente, lo siguiente: Mi gobierno no desea otra cosa que mantener relaciones de amistad con el vuestro. Sin embargo estoy encargado de prevenirle, que si se nacionaliza el petróleo y se despoja a nuestros connacionales, esto será considerado como un casus belli…Sólo debo recordarle que su país es pequeño y el nuestro poderoso.

Es en ese instante cuando Francois comprende a antecesor y, ante su impotencia, trata de encontrar alivio en el alcohol, solicitando que le sirvan un trago de whisky.

En engranaje es una historia contada por su protagonista, en la cual es necesario tener muy en cuenta la magia de los nombres. Francois es Aguerra, y éste es Benga.

Es decir, que la tragedia de uno habrá de repetirse en los otros, porque los que están y los que vendrán, serán marcados con el ardiente estigma de “traidor”.

Teóricamente El engranaje muestra algo que los latinoamericanos conocen perfectamente, y es cómo en la vida real se mueven ciertos mecanismos que, son los mismos que sirven para mover las bombas que extraen petróleo, que trituran la caña, que mueven poleas y correas que transportan los minerales, y que también trituran hombres y países, bajo la presión implacable de sus ruedas dentadas.

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