Si las disputas entre los sindicatos de choferes por el control de las rutas se dirimen como los pleitos de los narcos, a tiro limpio, puede deducirse entonces que, al igual que el narcotráfico, se trata de una actividad tan lucrativa que sus patrocinadores y beneficiarios no dudan en matar si sienten que su negocio está amenazado o algún rival quiere arrebatárselo. ¿Pero cómo hemos llegado tan lejos, al extremo de que por el control de esas rutas han muerto acribillados a balazos cinco choferes en tan solo una semana? Tal vez la explicación la tengan los propios transportistas, como es el caso de Antonio Marte, presidente de Conatra, y Ramón Pérez Figuereo, quienes coincidieron al señalar que la ausencia de una autoridad que ejerza como tal, que organice, distribuya y regule las rutas, es lo que ha convertido nuestras calles en campos de batalla donde el mas fuerte, violento y desalmado impone su ley a sangre y fuego (y balas). Desde luego, esa es solo una parte de la verdad, pues aunque Antonio Marte y Pérez Figuereo no lo quieran reconocer, al menos públicamente, lo cierto es que hay transportistas que, aprovechando las flaquezas de la autoridad, han hecho suyos los métodos del crimen organizado, incluída la utilización de gatilleros para eliminar rivales y competidores afrentosos. Y como ya estamos sufriendo en carne propia las consecuencias de un narcotráfico que ya probó hasta la saciedad su capacidad para corromperlo todo (¿hace falta seguir removiendo la herida abierta del Dican?), oportuno es el momento para preguntar a nuestras autoridades si piensan hacer algo para evitar que choferes y transportistas se sumen a la enloquecida espiral de violencia que desangra a la sociedad dominicana.