Entre patios bambúes, vientos y fantasmas

Entre patios bambúes, vientos y fantasmas

 ( PATIOS, CIUDAD COLONIAL DE SANTO DOMINGO )

En el Caribe, por viejo mandato de la historia y sus avatares, una cadena de largas historias de vida, narran costumbres y hechos en relación a los patios.

En el espacio libre, entre la brisa y la playa, el patio de la zona intertidal, lugar donde el mar desecha y recoge, como un tributo de mareas dialogantes.

Allí los Piratas tenían su patio, vasto de arena y escondites, pasos de mapas apenas trazados, de apariencia adulta, pero juego de lo ganado o lo perdido, bajo la canción satírica, del Loro, borracho como una cuba y la metálica canción de garfios en desafíos.

Existen, eso sí, leyendas populares de los patios habitados, pobladores de un proletariado bucólico y arremolinado, en aquella parte atrás, de una denominación domiliciliaria vernácula y digna, esa forma del patio como vivienda, desde del siglo 18, alimentó estilos de convivencias populares.

Abyectas, resignadas, donde el conformismo es una eternidad, tristemente…

Por esa razón, el orgullo de arquitecturas estéticamente poéticas y brillantes, en la historia urbana dominicana, sería una clara antípoda a todas las magníficas fotos que ponen en evidencia el libro Patios, Ciudad Colonial de Santo Domingo (*).

El componente de los patios, sin decirlo, refiere a una sexualidad asimilada en esos espacios donde de la corporalidad, de modo atemporal, tiene sus nichos libres, en complicidad con el elemento universal del agua.

Huelga recordar la herencia grecolatina y su culto insigne a los espacios de recreo de las clases gobernantes, haciendo del baño en espacios griegos o romanos, íconos de diversión y encuentros, para la alta política o el devaneo de Estado, en tolerancia admisible.

En nuestra cultura, el excelente testimonio fotográfico de este bello libro así lo demuestra, la herencia neta del mundo árabe, sus secretos depositados en la España arábica de 8 siglos presentes, aupada en parte por el ancien régimen visigodo y sus enclaves de negociaciones, llega hasta nosotros con una fidelidad de arraigo y conquista por extensión, digno de valorar y estudiar.

Desde el siglo XVI, entramos de patio en patio, saltamos frondosas hojas y enredaderas, para descubrirnos en el color azul de aguas aprisionadas como eje y centro de espacios humanos para vivir.

En estos patios estaban las llamadas «combinas», que los niños en la Ciudad Colonial inventaban, para desviar sueños parvularios tatuados en las paredes amarillentas mudas e incólumes con los siglos.

La relación Patio / Juego, como catarsis de humanidad ingenua para quienes el futuro no existía, los lugares para esconderse y desviar el otro hacia el vacío en el juego, en esos patios son una larga y vieja memoria de nuestra infancia.

Porque en la Ciudad Colonial, todos los recordamos, en los juegos dominicales con música de banda militar al fondo, habían casas fantasmas, aljibes misteriosos, donde el juego del escondite era para «tigres arretao».

En el Caribe en general, en la República Dominicana en particular, este libro hace una memoria de espacios produciendo gran nostalgia y viejas añoranzas de un lar cuya antropología arquitectónica nos marca y nos seduce.

Por esa razón, Nelia Barletta nos recuerda con acierto lo siguiente : «Atrás de muros centenarios existen patios, refugios de paz, que gozan de todo tipo de vegetación»…

Describe luego, la flora exótica aculumada, con encendida pasión protectora.

Después de todo, hace milenios que el cielo es el gran eje, espejo visual de patios.

Patios sin cielos son huérfanos de luz o de sombra espacial en lo nocturnal, de silentes estrellas, que en aguas de patios lavan su lejano rostro estelar, o fingen viajar en los entornos de los mismos.

Cuando leemos Patios, Ciudad Colonial de Santo Domingo, una identidad urbana como bruma, nos remonta a una vida que fue y que algunos, dicha y visión, han conservado más con la añoranza que recuerdo fugaz. (CFE)

 

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