Entre Pedro Henríquez Ureña y los ladrones

Entre Pedro Henríquez Ureña y los ladrones

CHIQUI VICIOSO
Siempre es reconfortante, cuando llega un nuevo año, iniciarlo releyendo a los y las buenos dominicanos y dominicanas. Decía el bueno de Pedro Henríquez Ureña, por ejemplo, que «vidas hay que reclaman, de los hombres capaces de entenderlas, el esfuerzo que las redima de la oscuridad de su escenario». Y, revisando estaba yo el ideario de don Pedro, su antología, temas dominicanos, y su magna patria, cuando escuche un griterío y salí corriendo hacia el balcón.

Desde allí vi en la acera de enfrente a un jovenzuelo negro, aferrado a los barrotes de la ventana del Bar «Moon», gritando que lo revisaran, que el no tenía ninguna cartera y que no le había robado a nadie, mientras un agente de Politur forcejaba con él para llevárselo y otro joven limpiabotas, gritaba como ese muchacho no había hecho nada, excepto «pedirle» a un turista.

Para ser justa, le solicito al joven que se calle y le pregunto al agente sobre lo sucedido. Este dice que el joven ciertamente le «estaba pidiendo a un turista» y le aclaro que eso no es un delito en ninguna parte del mundo. Pero ya el agente ha pedido refuerzos y otra robusto agente de Politur le exige al joven que se suelte del barrote «o»… y otro agente negro, y apenas unos años mayor que el arrestado, se lleva al limpiabotas, en una «operación limpieza» /que esperamos sea menos siniestra que la del 66) para «desalojar a los ladrones del Conde».

Trato de regresar a don Pedro Henríquez, pero me invade la nausea existencial frente a un país donde no hay un solo verdadero ladrón preso, y a los pocos que se someten o se les construyen celdas especiales o se les libra bajo cualquier pretexto; donde se hacen misas para celebrar la devolución de bienes (que por cierto, ¿quiénes le han devuelto la integridad física y moral a los niños y niñas del orfanato de San Rafael del Yuma?) y donde se condecora a los y las representantes más notorios de las familias de una oligarquía cuya irresponsabilidad nos está conduciendo al abismo como nación.

Yo, que tengo cinco años protestando porque en la discotecas «Momentos» el ruido que se escapa por las ventanas del almacén no nos deja dormir; y porque en el bar El Aljibe la música se sube a partir de la medianoche y en conjunción con la borrachera de los clientes.

Yo, que hace tres años vengo denunciando que grupos de muchachos y muchachas de la clase alta toman la Ciudad Colonial por asalto entre jueves y sábado, y a partir de las doce la convierten en un estadio para todos sus desmanes, incluyendo una Harley que desata todas las alarmas de los vehículos entre las tres y cuatro de la mañana, y nunca he logrado que uno solo de los agentes de Politur se acerque a llamarle la atención ni a los establecimientos ni a esos hijos e hijas de «papi y mami» (¡Oh padres! ¿de que sirvió tanta compota y tanto preescolar, y tanto cuidado?).

Yo, que tengo cinco años sugiriéndole a los jefes de la Policía que los chineros y limpiabotas no son los enemigos a combatir y que si ASOCONDE quiere sacar a esos jovenzuelos del espacio donde tienen que ganarse la vida debe auspiciar programas educativos de corto plazo y ofrecer un local donde esos niños y jóvenes pueden comer y producir algo (artesanías por ejemplo) que les permita sobrevivir. Yo, que no me violento con estos y estas agentes del orden porque veo en ellos y en ellas otra versión de jóvenes populares combatiendo a los más débiles de sus congéneres. Yo, vuelvo y archivo a Pedro Henríquez Ureña y su ideario, pensando que su llamado al amor como elemento fundamental de la educación, solo contribuye a un pesimismo creciente sobre los malos dominicanos y su selectivo ejercicio de la justicia. Y, apelo una vez más al actual jefe de la Policía para que, paralelo a la supervisión policial, haga que cada agente vea en estos niños y jovenzuelos al muchacho de barrio, o de campo que una vez fue, y en vez de «partirle la cabeza» lo reoriente. ¿Hacia dónde¿ Nos toca a todos y a todas trabajar con el General Pérez Sánchez, para que de manera conjunta colaboremos en la búsqueda de soluciones.

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