La Victoria, SDN. Restando importancia a la inseguridad de salir en horas de la madrugada, al incandescente sol o a la lluvia que podría caerles encima, miles de mujeres se apuestan miércoles y domingo por tres, cuatro y hasta cinco horas, en una extensa hilera humana con el único fin de visitar algún familiar o a un amigo en la cárcel La Victoria.
La seguridad aparenta no tener contemplaciones: mujeres embarazadas, con niños en brazos o de mano, ancianas o enfermas, todas deben esperar su turno y someterse al chequeo de rigor, que incluye una revisión vaginal, previo al ingreso al penal.
Los hombres que van son menos: constituyen la cuarta parte de la cantidad de visitantes que, entre seis y siete mil, acuden los días de visitas que son establecidos para que los reclusos puedan ver a sus allegados y recibir provisiones.
Desde las 4:00 de la madrugada inicia el flujo de personas a los alrededores. Un calle en pésimas condiciones da acceso al área del recinto que alberga más de cuatro mil reclusos y un activo comercio inicia unas funciones que concluyen entrada la tarde.
Con todo se negocia. Se guardan celulares, se alquilan sandalias, se venden turnos en la fila por precios que oscilan entre los RD$20 y RD$30… a esos servicios se suman el alquiler de sillas para los que llegan en la madrugada a RD$10 y la venta de innumerables artículos y comestibles que, además, pueden ser ingresados al penal.
Hombres y mujeres haitianos y dominicanos improvisan carpas por las que pagan al ayuntamiento RD$40 por los dos días.
En esas tiendas venden cosas tales como ropa de paca, frutas, pudines caseros, café, jugo y té.
Yo tengo 26 años buscándomela aquí, dice sonriente Bartolina Morel, de 34 años. Con ocho años yo andaba todo esto con una bandeja de arepa y frutas que recogía en los montes, todo se vende, expresó.
Hoy, con lugar fijo en una acera junto a su esposo guarda celulares, vende jugos, zapatillas, alquila sillas, y otros artículos, con los que ayuda en el hogar.
Sobre lo que ha visto en esos tiempos, Bartolina dice que son frecuentes los pleitos por los turnos, las riñas entre mujeres que van a visitar al mismo hombre como pareja y se encuentran en la fila y los comentarios que se crean cuando alguien intenta entrar droga y lo descubren.
Sobre la corrupción, en los alrededores del penal la gente se cuida de hablar, pero otros más arriesgados dicen que se trata de una situación que se da en todas partes y La Victoria no es la excepción a la regla.
Las claves
No a las menores
Por el auge de la prostitución de menores, a las jovencitas que no portan cédula les está prohibido ingresar al penal. Deben estar acompañadas de un adulto y llevar acta de nacimiento. Los varoncitos sí pueden. Los registran en una lista especial, para el control de la salida.
Embarazadas se quejan
Muchas mujeres en gestación se quejan de que desnudas las hacen pujar en busca de drogas, sin considerar su estado.