Entregan el Premio Literatura 2004 a Andrés L. Mateo

Entregan el Premio Literatura 2004 a Andrés L. Mateo

Regocijado, el novelista, poeta y ensayista Andrés L. Mateo recibió anoche el Premio Nacional de Literatura 2004, que otorga la Fundación Corripio y la Secretaría de Cultura. Fue valorada su excepcional obra literaria que se considera ha dado prestigio a las letras dominicanas.

Agradeció a muchos, pero en sus primeras palabras se trasladó a su niñez, hace 46 años, cuando la Era de Trujillo le marcó y desde entonces afirma que todos sus escritos tocan los acontecimientos desatados con la muerte del déspota.

«En la misa de cuerpo presente que se le hizo al general Ludovino Fernández, en la Iglesia San Juan Bosco, el 14 de abril de 1958, el niño que movía el incensario era yo. Trujillo había llegado despacio y se había colocado en silencio a mis espaldas», recordó el galardonado.

Habló fuerte, firme y con dicción perfecta. Hizo la introducción para resaltar que en la Era de Trujillo la palabra era potencialmente peligrosa y que la característica más sobresaliente del régimen era la polarización entre la vida y la palabra.

«Y aquel niño que movía el incensario, sólo después, intentaría definir el labio hinchado de poder y soberbia del déspota más engreído de la historia americana», expresó.

El acto de entrega fue realizado en la sala principal del Teatro Nacional. El premio lo recibió Mateo a las 9:25 de la noche. Además del escritor premiado, ocuparon la mesa de presentación la vicepresidenta Milagros Ortiz Bosch, el secretario de Cultura, Tony Raful, y el vicepresidente de la Fundación Corripio, José Luis Corripio.

Asistieron dirigentes políticos, escritores, intelectuales, estudiantes universitarios y otras personas vinculadas a la cultura.

Mateo recibió un cheque por valor de RD$500,000 que aporta la Fundación Corripio y un diploma de la Secretaría de Cultura que confiere carácter estatal al galardón.

Jacinto Gimbenard, director de la Fundación Corripio, resaltó al dar la bienvenida el ejemplo de trabajo y disciplina al servicio del talento natural que considera posee Mateo.

En tanto, que Raful observó que Mateo es intransigente e incorruptible.

«Andrés L. Mateo es algo más que un escritor, lo que aquí se está premiando esta noche es algo más que un intelectual con una obra robusta… aquí se está reconociendo quizás a uno de los más completos seres humanos que haya producido el país», agregó.

La semblanza de Mateo fue leída por su amigo Miguel Ángel Fornerín, profesor de la Universidad de Puerto Rico, y quien viajó al país especialmente para el acto. «Mateo es un narrador que impacta desde sus primeras líneas», opinó.

Mateo agradeció a la Fundación Corripio por haber creado el Premio Nacional de Literatura, pues es una forma, entiende, de estimular el trabajo creativo de los intelectuales dominicanos.

«Un premio como este permite unificar todos los momentos diversos de la vida de un escritor», dijo lleno de júbilo.

«Yo, un hombre emergido de los años sesenta, se regocija esta noche por haber encontrado que lo que ha hecho durante toda su vida, tiene un lugar en el mundo de hoy, aunque sea a costa de los filósofos, que a fin de cuentas son siempre, también, poetas», le añadió.

La ceremonia de premiación contó con la interpretación musical de la pieza de Franz Schubert: Cuarteto en Re menor D.580. «La muerte. Allegro, allegro molto Presto. Pavle Vujcic, violín; Militza Yankovam violín; Svezdana de Tabar, viola y Juan Pablo Polanco, cello.

La mesa de presentación también fue ocupada por Jacinto Gimbernard, Miguel Ángel Fornerín, Carmen Heredia, directora del Teatro, y los asesores de la Fundación Corripio, José Alcántara Almánzar y Jorge Tena Reyes. Asistió el empresario Manuel Corripio Alonso y la administradora de la Fundación, Pilar Albiac.

«Aunque todo sea incensario porque hoy, al recibir este premio, creo que sigo siendo aquel niño que se quedó moviendo el incensario para toda la vida, buscando en su mente la palabra precisa que le permitiera describir el aura milagrosa del tirano», concluyó en el discurso Mateo.

[b]EL PREMIO[/b]

El Premio Nacional de Literatura es el más alto galardón literario que desde 1990 se otorga a un escritor dominicano en reconocimiento a la obra de toda su vida, por méritos acumulados. El jurado de este premio lo integran los rectores de las Universidades Autónoma de Santo Domingo (UASD), Católica de Santo Domingo (UCSD), Pontificia Católica Madre y Maestra (PUCMM), Central del Este (UCE), el secretario de Cultura y un representante de la Fundación Corripio.

La Fundación Corripio, presidida por el señor Manuel Corripio García, es una entidad sin fines de lucro creada con el propósito de contribuir al desarrollo de los dominicanos en sus diferentes aspectos. El anuncio del premio a Mateo fue hecho en la Fundación Corripio el 26 de enero pasado, Día del Natalicio de Juan Pablo Duarte.

[b]EL AUTOR[/b]

Andrés L. Mateo nació en Santo Domingo el 30 de noviembre de 1946. Ha publicado las novelas Pisar los dedos de Dios (1979), La otra Penélope (1983), La balada de Alfonsina de Bairán (1992). También ha publicado ensayos y poesías. La editora española Alianza Editorial publicó su novela La balada de Alfonsina de Bairán, en el 1999, situándola en el mercado de habla hispano y en los Estados Unidos.

En el 1982 recibió el Premio Nacional de Novela. Por su libro Mito y cultura en la era de Trujillo le fue otorgado el Premio Nacional de Ensayo, 1993; y en el 1999 ganó el Premio a la Excelencia Periodística, que otorga la Fundación Arturo J. Pellerano Alfau.

[b]ANTERIORES GANADORES[/b]

Los primeros ganadores del premio fueron Joaquín Balaguer y Juan Bosch, en 1990; en el 1991 fue declarado desierto; Manuel del Cabral, 1992; Pedro Mir, 1993; Manuel Rueda, 1994; Antonio Fernández Spéncer, 1995.

Luego, Marcio Veloz Maggiolo, 1996; Virgilio Díaz Grullón, 1997; Lupo Hernández Rueda, 1998; Mariano Lebrón Saviñón, 1999; Víctor Villegas, 2000; Carlos Esteban Deive, 2001; Hilma Contreras, en 2002 y el dramaturgo Franklin Domínguez en el 2003.

[b]LA CRÍTICA DE MATEO[/b]

Se definió como un producto de la modalidad social de los años sesenta. Tras la caída del régimen trujillista, recordó, se abrió el esplendor de un discurso humanista y se quitaron los cerrojos de los labios.

«Hoy ya no hay trapos sagrados que defender. Todo se compra y se vende. No hay principios sino estrategias, se desandan los pasos, incluso el pasado nos da miedo. Se reescriben los libros airados, o se borran los grafemas. No hay canallas, sino diferencias cuantitativas entre los actos humanos», criticó.

Entiende que la postmodernidad lo ha relativizado todo y se preguntó si la indolencia y el abandono son la bandera que capitanean los sueños del individualismo potsmoderno.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas