La tarea “pendiente” de Bolívar que Martí nos recordaba hace más de 125 años, en esencia, aún sigue pendiente. Al comenzar este siglo XXI parecía que, por fin, había encontrado el camino certero de la unión y la concertación sustentado en buena medida, por una parte, en la voluntad política mayoritaria en la región de avanzar en la dirección imprescindible de unificar esfuerzos y criterios, tomando, por otra parte, dos elementos básicos, petróleo y gas, para acciones aglutinadoras – lo que hacía recordar de alguna manera el impacto integrador del carbón y el acero en la Europa inmediata de postguerra -. Sin embargo, una vez más, el estar sustentado el proceso en “percepciones” ideológicas vinculadas a sistemas – de uno u otro signo – fracasados y frente, además, a las siempre presentes apetencias hegemónicas, abre un espacio de incertidumbre sobre cual podrá ser el derrotero inmediato del ya muy atrasado proceso integrador.
Un factor que ha sido siempre complicado es el enrevesado entretejido de múltiples mecanismos de integración sin una programación para hacerlos converger. Es cierto que en la región sudamericana el MERCOSUR – inicialmente Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay – ha ejercido una fuerte atracción incorporando a Venezuela y Bolivia. Estos dos desgajándose de la Comunidad Andina, especialmente la primera, quedando un poco soslayados Colombia, Ecuador y Perú, mientras que el primero y el tercero de estos se han orientado comercialmente hacia la Alianza del Pacífico. Sin embargo, la crisis brasileña abre interrogantes sobre – si se llegase a producir el cambio – las actitudes del nuevo gobierno. Por otro lado, el recién estrenado gobierno argentino ha acudido aceleradamente a políticas gubernamentales que – parece haber olvidado – provocaron una enorme explosión socio política hace quince años. En el Caribe el mecanismo regional, el CARICOM, aglutinando a pequeños estados insulares, en su mayoría, no logra un despegue efectivo y se encuentra nuevamente tratando de identificar salidas y alternativas. PETROCARIBE el instrumento integrador energético de impacto trascendente en el área y eventual plataforma de una Zona Económica, se encuentra en veremos tanto por el desplome de los precios internacionales como por la crisis interna venezolana. A su vez, la Asociación de Estados del Caribe permanece con un gran potencial no plenamente explotado. Las naciones centroamericanas, que recientemente incorporaron a República Dominicana al Sistema de Integración de la región, el SICA, siguen agobiadas por sus crisis económicas y de seguridad y logran escasos avances. El ALBA, comprendiendo a Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Venezuela y varias islas caribeñas, tiene interrogantes abiertas. El Acuerdo Latinoamericano de Integración – ALADI – el mas abarcador de todos los mecanismos, incluyendo a toda Sudamérica, México y Cubay que alguna vez era visto como eventual “sombrilla” institucional de todo el proceso regional, parece relegado a un segundo plano; quizás se esté llegando al momento de retomarlo. ¿Qué decir del Sistema Económico Latinoamericano?.
Las instancias de concertación política surgidas en los últimos años como UNASUR y el CELAC también se hallan en entredicho.