-2 de 2-

Entre 1922 y 1926, las sufragistas dominicanas convocadas en la revista Fémina se evidencian conscientes de las violencias opresoras y discriminatorias, revelándolas en sus argumentaciones periodísticas de manera tan continua que establecen un seguimiento longitudinal y secuencial del tópico, constante y no esporádico, siempre en búsqueda de que más lectoras despertaran del mundo etéreo y sublime al cual estaban confinadas.

En fin, en esta publicación se encuentran registros que constituyen una cartografía de vindicaciones en las que no solo ellas escriben, también hombres aliados a la causa feminista dejan para la memoria esta toma de conciencia que pasaría pronto a una praxis sistemática para el reconocimiento de los derechos y las diversas agencias para que cada dominicana dejase de ser sujeto oprimido a tener, al igual que los hombres, derechos civiles y políticos.

Pero, reconocían que este nuevo estatus estaría incompleto ante las amenazantes manifestaciones de las violencias.
Así, en continuación de la cronología que se propone hacer visible las hasta ahora invisibilizadas argumentaciones de la existencia de opresiones y discriminaciones a las que han estado sometidas las dominicanas, para 1927 se encuentra un discurso promotor de la necesidad de equidad, pues en clara alusión a la prevalencia de la violencia patrimonial sistémica, cuyos tentáculos ocultaban la presencia de mujeres que mantenían sus hogares, el feminista Armando Cordero, las motiva a unirse en un clamor colectivo como estrategia para cambiar el aparentemente apacible estado de las cosas.

«La mujer debe levantar su voz desde la política a la agricultura, del foro a la industria. (…) La mujer solamente es débil para el hombre; pero, ella sabe combatir en el campo de batalla con la misma facilidad con la que lacta a un niño; también ha sabido sostener hogares a costa de su sudor».

Este artículo de Cordero fue publicado con el título «Hacia la evolución social de la mujer», destacando «lo social» como los ámbitos públicos en los que estaba prohibida y restringida la participación de las maestras normales, periodistas, amas de casa, obreras, costureras, dulceras, jefas de hogar pese a que sus contribuciones en los espacios considerados privados permitían la vigencia de lo público.

De hecho, para 1928, es también «lo social» el escenario para hacer referencias a la inequidad patrimonial de quienes, escogiendo el matrimonio como destino de salvación, quedaban subyugadas de por vida a las decisiones del esposo.
«La mujer libre de necesidad se casará por amor. Este subiéndola a su nivel la considerará su compañera y compartirá con ella su vida en general y su hacienda, desapareciendo como consecuencia, ese lugar secundario tan deprimente para nuestro sexo», escribe la puertorriqueña Mercedes Solá en «Feminismo, fragmento de estudio social, económico y político», ensayo que la mesa editorial de Petronila Angélica Gómez Brea retoma para recordar a la fenecida escritora en 1923.

Es también una feminista puertorriqueña, María Más Pozo, convertida en corresponsal en Nueva York para la «magazine dominicana» la pionera en referirse a la violencia simbólica que se esparcía con una nueva atracción: el cine. Para 1934, advierte sobre como la trilogía de «cine, libros y publicidad» constituía el germen de una ola de crímenes que afectaba a la infancia y a las mujeres, lo hacía a partir del título de la película «Keep your manhood» («Mantén tu hombría »).

En definitiva, las «constructoras de la ciudadanía» de las féminas dominicanas, crearon conciencia por y para el sufragio, sin limitarse a visibilizar las amenazas latentes de las violencias opresoras.

“La mujer solo es débil para el hombre”, escribía Armando Cordero

Según él, “la mujer debe levantar su voz desde la política a la agricultura…”

La boricua María Más es pionera en referirse a la violencia simbólica