Entrevista a Ángela Hernández Núñez

Entrevista a Ángela Hernández Núñez

POR LEÓN DAVID
Háblanos de tus inicios como escritora: ¿cuándo empezaste a escribir?
En la adolescencia: esbozos de poemas e ideas de una novela romántica, estimulados por la lectura y la profunda admiración por el hecho imaginativo. La determinación para dedicar una parte importante y esencial de mi vida a la literatura, solo vino mucho después. Luego de haber visto, actuado, experimentado y luchado con la dúctil y sorprendente materia de la vida.

Decidí que no podía seguir evadiendo mi vocación de escritora cuando ya había terminado la carrera de Ingeniería Química, tenía dos amorosas hijas –motivo de embelesada alegría-, estaba construyendo una carrera alternativa para ganar el sustento, había puesto todo mi ser en la idea de que era posible armar un mundo con primacía de la justicia y también había abierto los ojos ante la complejidad y perennes desafíos, desencantos y reencantamientos que supone la condición humana.

Antes de aceptar que la única labor en la que por ardua que fuera no me fatigaba nunca, era la escritura, debí ver mucho, cumplir compromisos ineludibles, atarme y desatarme, involucrarme en sentimientos e ideología, y también aceptar las rupturas, abriendo el espíritu a vientos renovadores. La escritura se impuso en mí con la idea de libertad, con la idea de ser participante y tocar la libertad.

¿Con cuál de los géneros en que has incursionado de sientes más cómoda?

La poesía, narrativa y ensayo –incluso las inclinaciones por el saber científico y artístico- son expresiones de una misma cosa: sed del alma, curiosidad, un diálogo permanente en el ahora, interpelación de la experiencia –social, emocional, histórica–, diálogo con los imponderables del destino.

La división en géneros es algo externo a mí. La creación, cual sea, viene de un principio imposible de escindir ni maniobrar.

Ahora, puedo afirmar que las raíces de la poesía y los estados en que se manifiesta, se hunden en el misterio. Visto el misterio como terreno rico en compensaciones, que nos induce a la humildad y a la apertura de espíritu. El misterio, tal como lo concibo, es territorio –por llamarlo de algún modo- en donde se nos permitir percibir –y transcribir- las correspondencias y la unidad de los sentires y las cosas.

¿Qué juicio te merece la literatura dominicana parangonada con la de otros países de Lengua Española?

 Los juicios, demasiado a menudo, se hacen por obligación. Tal vez por ello proliferan los juicios esquemáticos y superficiales. En el país de los ciegos, el tuerto es rey, ¿no?

Creo que hay que releer toda la literatura dominicana. Releer a todos los autores y autoras. Escrutar su singularidad, si la poseen. Eso lo creo necesario. Luego podemos hablar de comparaciones. Hablo de que muchas y muchos más leamos nuestra literatura, pasada y actual. Y que lo hagamos con una mirada inteligente y soberana; un ojo riguroso y despierto.

Necesitamos lectura y crítica. Están la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la PCAMAIMA, INTEC, UNIBE… ¿Producen crítica literaria académica? Están los periódicos, ¿que ha pasado con los suplementos culturales? Extrañamos a “Isla Abierta”, “Coloquio”, “Aqu픅 extrañamos a “Biblioteca”.

No sé si nuestra literatura es mejor que otras. Sé, en cambio, que hay una fuerte tendencia a ignorarla o subestimarla. O despacharla con alguna frase estereotipada o de formal conveniencia.

La escasa atención a nuestra poesía y narrativa evidencia el poco amor por nuestra cultura.

¿En qué se diferencia y en que coinciden el discurso poético y el narrativo?

En mi caso, la diferencia se ubica en los estados. El estado en que escribo poesía es distinto al estado en que produzco narrativa. En la poesía hay menos cantidad de conciencia. Más cualidad liberada.

¿Con que autores dominicanos y extranjeros te sientes mas identificada?

Hubiese querido no responder a esta pregunta, pues da lugar a respuestas favorecidas por los caprichos de la memoria, o a suficiencias que incomodan, con toda razón, al lector.

Pero nombremos algunos…: Salome Ureña, Francisco Moscoso Puello, Aída Cartagena, Juan Bosch, Flérida de Nolasco, Rodríguez Demorizi, Tulio Cestero, Delia Weber, Basho, Leon Tolstoi, Fedor Dostoievski, Céline, Victor Hugo, William Thackeray, Octavio Paz, Maria Zambrano, F. Nietzsche, Sor Juana Inés de la Cruz, Colette, G. Apollinaire, Hannah Arendt, André Breton, Marguerite Yourcenar, Milcea Eliade, Stefan Zweig, Krishnamurti, Paul Valéry, Constantin Kavafis, Joseph Conrad, Clarise Lispector, Albert Camus, Margarite Duras, Alejo Carpentier, J. L. Borges, Mario Vargas Llosa, Julia Kristeva… Son los nombres que acuden en este momento.

En todos, esta presente una actitud que me conmueve. Tal vez no es la palabra “identificación” lo que les haga brillar, sino el vital regodeo que suscitan las implícitas y soberanas interrogaciones, el oxígeno circulante y la sinceridad en su escritura. Sus plumas provocan movimiento interior.

La Biblia, fue el primer conjunto de libros que lei. Me produjo una impresión indeleble. Sobre todo, la combinación de desamparo, fe, error y redención patente en tantas almas que allí se manifiestan.

¿Cuál es la función social de la literatura?

La literatura es una de las fuentes vivas, uno de los fuertes, de nuestra humanidad. Conforma un conocimiento que muestra continuamente las fragilidades y torpezas de los poderes institucionalizados.

Literatura y libertad son inseparables. Literatura y participación también son inseparables.

No creo que a una escritora o escritor pueda asignárseles una función. Pero Toni Morrison, J. M. Coetzee, Milan Kundera, Reinaldo Arenas, Mario Vargas Llosa, Salomé Ureña, Francisco Moscoso Puello, Pablo Neruda, Margarite Yourcenar, Julia Álvarez, Freddy Prestol Castillo, por solo mencionar unos pocos, me han enseñado más humanidad, más sobre lo que hemos de temer y prevenir, que toda la educación formal que he recibido.

El valor y sentido propio que tiene la literatura para un pueblo específico, para la humanidad, y hasta para una persona, no puede ser aportado por la historia, la filosofía o las ciencias.

La literatura contrapesa el chismorreo y el ruido mediático. Aporta calidez y saludables sacudidas al intelecto.

A juicio de José Martí el valor de la poesía para un pueblo sobrepasaba al de la industria. Podría parecer exagerado, pero este poeta héroe estaba muy consciente de lo que estaba afirmando.

¿Quién es Ángela Hernández Núñez?

Una campesina cosmopolita. Un ser de fe.

Una buenavistense que ha tenido la fortuna de dialogar con asiáticos, africanos y europeos; con Séneca y el Padre Las Casas; con Ovidio y Salomé; con las campesinas dominicanas y con los moradores de los Cuchumatanes.

Cree en la Justicia, aun consciente de lo absurdo, oportunista y cruel que puede llegar a ser una persona o un conglomerado. Cree en la Justicia como ideal, horizonte y asidero cotidiano. Ha conocido, gracias a Dios, a gente justa, buena, reconfortante. No gente perfecta, sino gente justa, buena.

Una persona que expresa diariamente su gratitud a Dios por Carolina, Aurora, Giordano y Cristabel.

Una amante empedernida de la isla y la gente y las cosas de la isla.

Alguien que ha amado “después y en la tormenta”.

Una forma que se desvanece con cada instante. Una forma que va haciéndose con los actos del pensar, hacer, sentir y crear.

Alguien confiado en que, algún día, sabrá quien es. Alguien que no se precipita a saberlo. Solo trabaja en ello: y trata de que el no-saber sea también motivación, serenidad, movimiento.

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