Entrevista a Giovanni Di Pietro

Entrevista a Giovanni Di Pietro

POR LEÓN DAVID
1) Vas a participar en la feria del libro con importantes actividades literarias. Primero que nada háblanos de la obra de ensayos sobre la novela dominicana que el Banco Central acaba de publicarte.
-Esa obra se titula Quince estudios de novelística dominicana y es, en cierto sentido, la primera parte de una obra más vasta acerca de la novelística nacional.

Tuve que reducir el número de páginas para esta edición, y entonces decidí concentrarme en esos ensayos que yo llamo “clásicos” en el sentido que tratan de la obra de los grandes novelistas dominicanos que podemos considerar tradicionales—  Bosch, Marrero Aristy, Cestero, Lacay Polanco, González Herrera, Haím H. López-Penha, Damirón, Francasci. Aparecen también ensayos que tratan de la “novela trujillista”. Es un libro que, desde mi punto de vista, va a poner la novelística nacional en el mapa literario. Esto porque “Quince estudios” ofrece dos cosas elementales—  un análisis a fondo de las obras que trata y una manera inusitada de ver y presentar dichas obras. Además, añadiría una tercera: el tratamiento de autores nunca antes analizados, como Francasci, Mejía Ricart, Lacay Polanco, López-Penha y el mismo Damirón. Pienso que esta obra hace un aporte importante al estudio y al conocimiento de una novelística que se lo merece.

2) También pondrás a circular un libro en el que enjuicias la obra narrativa de Roberto Marcallé Abreu. ¿Qué puedes decirnos acerca de la misma?

-Para mí, Roberto Marcallé Abreu es quizás el único novelista dominicano viable en estos tiempos. Lo es porque, como explico en mi libro, es el único que ha hecho del destino político y social del país el sine qua non de su obra desde los años setenta hasta la fecha. Y lo es porque estoy de acuerdo con su tesis: que los problemas de esta sociedad y de este país son primero problemas esencialmente de carácter moral, y sólo después de carácter político y social. Yo llegué a su obra tardíamente, y quizás eso fue algo positivo, pues ya tenía bien desarrollado mi método de análisis y pude hacer el tipo de lectura que su obra amerita. En este libro, titulado La narrativa de Roberto Marcallé Abreu, seguí las pautas de mi libro acerca de la obra de Julia Álvarez, o sea, que consta de reseñas de las diferentes novelas y tiene, además, un ensayo que habla de la obra del autor en términos generales. El libro resulta una lectura amena, rápida y al mismo tiempo profunda.

3) Por último, está la excelente novela histórica “Notas desde el Imperio” que igualmente será presentada en ocasión de la feria del libro. De esta ficción narrativa, ¿qué nos puedes comentar?

-Notas desde el Imperio es una novela histórica sólo indirectamente. Los romanos que aparecen en sus páginas son esencialmente un pretexto para comentar lo que es nuestro desquiciado mundo actual. Para mí es una novela de carácter cultural. El capítulo XXII, por ejemplo, se inspira en la figura de Zapatero. Acabo de recibir un mensaje de un escritor español que me dice que no sólo captó esa referencia, sino que con él la captó también el alcalde socialista de su pueblo y que, por favor, le enviara otro ejemplar, pues tuvo que cederle el suyo al alcalde, el cual ya no quiere devolvérselo. Esto me dice que ambos entendieron muy bien lo que fue mi propósito en escribir Notas. Pero, claro, la novela, o “novelita” como yo mismo la llamo, tiene muchas otras cosas más. Y creo que hasta su prosa es algo que vale la pena.

4) ¿Has podido seguir dando seguimiento desde Puerto Rico al movimiento literario dominicano? ¿Por donde se enrumba éste?

-Desde que me metí a poeta, la tendencia ha sido alejarme un tanto del ambiente literario dominicano, al cual, como bien sabes, me he relacionado esencialmente como crítico. Por eso, no puedo ser específico al respecto. En términos de la novelística, que es el área que domino, te digo que, para mí, la última verdadera novela trascendental en el país ha sido Bienvenida y la noche, de Manuel Rueda. De ahí en adelante, no he visto nada que valga mucho la pena, con la excepción de las novelas de Marcallé Abreu y a lo mejor Uña y carne, de Marcio. No tengo una buena opinión de los jóvenes. Pienso que sus obras son esencialmente meros ejercicios onanistas, y eso en lo que el país se va a los perros. Un buen novelista siempre se enfrenta a los problemas nacionales; no se ausenta de ellos, creando obras estúpidas y sin sentido, obras que en nada ayudan a resolver o por lo menos a entender los problemas nacionales. ¿Acaso hay novelas que tratan el descalabro de esta sociedad? ¿O que se enfrentan al dilema del país ante Haití? ¿Ante el desempleo, la falta de esperanzas y la emigración? ¿Ante el neoliberalismo salvaje que ha arruinado la economía? ¿Ante el turismo sexual? ¿La imagen negativa del país en el mundo? Entonces, los jóvenes novelistas son, para mí, un rotundo y lastimoso fracaso.

5) En el ámbito de la novela y el cuento dominicanos, ¿cuáles son, a tu entender, los autores que podemos considerar clásicos y cuáles los jóvenes talentos de quienes es lícito esperar obras de valía?

-Con relación a los jóvenes talentos ya te he dicho lo que pienso. Desgraciadamente, la gran novelística dominicana hay que buscarla en el pasado—  Bosch, Marrero Aristy, Lópz-Penha, González Herrera, Francasci. En algunas obras de Ludín Lugo, de Marrero de Munné, de Carmen Natalia. En una novela del 1958 y todavía inédita, de Ramón Emilio Reyes, El sendero. En la “novela bíblica”, lo que para mí representa la “edad de oro” de la novelística nacional. Con relación a la cuentística, hay que promover los cuentos de Ángel Rafael Lamarche, Cuentos que Nueva York no conoce; de Lacay Polanco, de Hernández Franco, sin mencionar a Bosch y a Grullón. Pero sé que hay cuentistas valiosos en la actualidad, como Alcántara y Armando Almánzar. Me gustan los cuentos de Avelino Stanley satirizando a la figura de Balaguer. Los de uno que otro joven. Pero no estoy muy al tanto de la cuentística.

6) Y en lo que concierne a la poesía, ¿qué estás haciendo?

-Después de publicar mis cuatro poemarios, creo que se terminó mi vena poética. Desde un principio, tuve entendido que estaba dándole a mis versos un matiz dantesco, o sea, estaba recalcando con mis libros el patrón de Dante, Infierno, Purgatorio y Paraíso, ya que tratan todos de una búsqueda espiritual. Hasta el momento, he llegado a la etapa del Purgatorio. Me faltaría realizar, pues, el Paraíso. Pero, ya que soy persona demasiado llena de dudas y a la cual el escepticismo le ha ido royendo el alma desde la infancia, pienso que nunca lograré alcanzar esa última etapa, o sea, tener fe, y escribir ese último poemario. Lo he intentado, sin duda, pero en la poesía no se puede pretender lo que no se siente íntimamente, y, por consiguiente, el resultado fue un tremendo fracaso. Esto me decidió a sacar un quinto poemario, Antología poética, compuesto de versos que provienen de diferentes poemarios realizados entre 1995 y 2005. Espero que salga a la luz pública en muy breve tiempo.

7) Esta feria está dedicada a Marcio Veloz Maggiolo. Danos tu opinión de riguroso y equilibrado crítico acerca de este afamado autor.

-Ya he mencionado Uña y carne. A mí personalmente no me agrada la novela experimental. Es el tipo de novela que Marcio practica desde los años ochenta. Esto no quiere decir, que se entienda, que estoy descartando a Marcio como novelista. Él tiene derecho a ser el novelista que quiere. Pero yo, como lector, también tengo derecho a mis propios gustos. El experimentalismo penetró en este país como algo esencialmente postizo; o sea, fue más bien una moda que una manera sincera de sentir las cosas. Las modas, entiendo yo, raras veces hacen buena literatura. Uña y carne yo la disfruté mucho. La considero mejor que La fiesta del chivo, de Vargas Llosa. Como sabes, tratan el mismo tema. Pero yo tengo una debilidad por el Marcio de antes, por el de la “novela bíblica”. Junto a Ramón Emilio Reyes y a Carlos Esteban Deive, lograron escribir una página hermosísima en la literatura nacional. El problema es que los críticos nunca le han hecho caso a este asunto. Ellos también siguen la moda. Además, hay que considerar que Marcio es un gran cuentista. Y aquí mencionaría sus cuentos de ambientación bíblica, un mero pretexto para denunciar los atropellos de la tiranía de Trujillo. Dentro de esta misma idea, ¿no es tiempo ya de reeditar su excelente pieza teatral, Creonte? No puedo pensar en nadie que más se merece que se le dedique la Feria del Libro, y esto por la obra que Marcio ha realizado y por la postura de gran dignidad que ha mantenido ante el país desde siempre.

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