ENTREVISTA A LULA
“Nos necesitamos uno a otro”

ENTREVISTA A LULA <BR><STRONG>“Nos necesitamos uno a otro”</STRONG>

Luis Inacio Lula da Silva ha tenido una mala noche. Un cuello torcido ha obligado al presidente brasileño a dormir sentado y está dolorido. Se enuncian algunas frases de advertencia para que los periodistas consigan un buen técnico en acupuntura antes de que el presidente cambie la conversación a su tema favorito: el fútbol.    

El recuerdo de la ignominiosa salida de Brasil de la Copa Mundial le duela tanto como el cuello, y pasa 20 minutos lamentando la actuación del equipo nacional y elogiando la calidad del fútbol de las ligas europeas a las que dedica parte de su tiempo los domingos al seguirlas por cable. Antes de entrar en materia, el presidente se desvía de nuevo -esta vez, sobre la mala calidad de gran parte de la TV brasileña.

Quizás, esta locuacidad explique en parte por qué los que asisten al presidente le hayan permitido conceder tan pocas entrevistas en los tres años u medio desde que llegó al poder. Su tendencia a improvisar se hace evidente durante la siguiente hora y media, al igual que su cordialidad y encanto natural.

El señor Lula da Silva es más feliz cuando discute sobre temas importantes, como el futuro de la humanidad, las obligaciones morales de las naciones y estados y los objetivos del gobierno. Le gusta expresarse sobre esos temas trascendentales en términos personales, a menudo refiriéndose a las lecciones que aprendió en su pobre infancia.

Pero el presiente suele ser vago en los detalles de la ejecución política. Ocasionalmente cita planes futuros como ejemplos de éxitos pasados. Sobre los temas que preocupan a muchos inversionistas en Brasil, el señor Lula da Silva tiene pocas cosas de sustancia que decir, aunque lo que sí ofrece está acomodado en términos divertidos, aún cuando recalca la necesidad de disciplina fiscal.

“Yo no voy a tomar medidas populistas del tipo que usted celebraría por la noche y se lamentaría al día siguiente”, dice. “Prefiero la cautela y la seriedad, porque la sopa de pollo y la cautela no le hacen daño a nadie, mucho menos a un presidente de la república”.

Durante su mandato en el Palacio de Planalto, las oficinas presidenciales con paneles de madera que miran la capital, Brasilia, el país ha pasado por un renacimiento marcado. Brasil estaba al borde de la quiebra en 2002, pero ahora avanza firme para convertirse en una economía con grado de inversión. Sin embargo, a tres meses de las elecciones en las cuales el partido de izquierda del señor Lula da Silva buscará un segundo mandato, están extendidas las preocupaciones de que el país parezca no ser capaz de crecer mucho más rápidamente que el promedio de la última década de algo más de 2% al año.

A pesar de esto, además de una reciente explosión de violencia urbana y de una serie de escándalos por corrupción los últimos dos años, el presidente de 60 años sigue siendo muy popular, principalmente porque los pobres están mejor. Esto se debe en parte a los programas sociales introducidos por los gobiernos anteriores, pero expandidos bajo Lula da Silva. La baja inflación -el gran logro del gobierno pasado, sostenido por Lula da Silva- también ha tenido un papel importante, al igual que el favorable contexto económico global.

Un mes antes de que la campaña comience en serio, él tiene el liderazgo en las encuestas. Sin embargo, el presidente no “está ganado”. Se puede esperar que la oposición de centro-derecha ataque su gobierno por corrupción e ineficacia, mientras que Geraldo Alckmin, el candidato del centro, presente propuestas detalladas para modificar el estado y propiciar el crecimiento más rápido que Brasil tanto necesita.

Ante los ojos de esos críticos, la política exterior de Brasil también ha sido inepta. La expropiación este año de activos brasileños de su industria de gas natural por parte de Bolivia, no lograr asegurar beneficios a cambio de concesiones comerciales a China y la influencia creciente de Hugo Chávez en América Latina, el presidente venezolano radical y anti-norteamericano, todo eso se ve como ejemplos de la decreciente influencia de Brasil. También, a pesar del logro de Brasil de darle a las economías agrícolas más pobres una voz mediante el G20 de países en desarrollo, la ronda Doha de conversaciones de la OMC parece no ir a ninguna parte.

El señor Lula considera temporales las dificultades regionales y como inevitables problemas de crecimiento los inconvenientes de las jóvenes democracias latinoamericanas. Defiende de manera convincente tener paciencia, calma y un diálogo sostenido. Sobre los temas de comercio, se niega absolutamente a aceptar la derrota. Este fin de semana estará como invitado en la cumbre del Grupo de Ocho países industrializados en San Petersburgo. Aunque Doha no está en la agenda, planea aprovechar la reunión para hacer que la ronda se mueva.

 “No es posible que los presidentes de los países más importantes del mundo se reúnan y el tema más importante del mundo no se discuta”, dice. “Es delicado, porque [el presidente ruso, Vladimir] Putin no está en la OMC. Pero le he dicho a otros líderes que no tenemos problema en ir a Londres, Berlín, roma o París, a cualquier parte. Aunque sea para una reunión de dos horas, tenemos que tomar una decisión”. Dice que Doha ofrece la mejor oportunidad del mundo para combatir la pobreza, la desigualdad y hasta el terrorismo.

América Latina ha sido el eje central de la política exterior brasileña bajo el señor Lula da Silva y el toma distancia de la celeridad de sus críticos. “La derecha conservadora de Brasil quería que empezáramos una guerra con Bolivia”, dice. “Yo preferí negociar y empezar a buscar una solución. Nunca me sentí nervioso por la crisis. Nos necesitamos uno a otro. Bolivia necesita vender gas a Brasil, y Brasil necesita comprar gas boliviano”.

La misma percepción de interés mutuo calza la actitud confiada hacia el señor Chávez. El ingreso esta semana de Venezuela en el MERCOSUR, el pacto comercial sudamericano firmado hace 15 años por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, representa una etapa importante en la integración regional. Venezuela, dice, tiene “mucho petróleo, mucho gas” y “queremos construir juntos proyectos estratégicos de desarrollo para el continente”. Estos incluyen planes de construir un controvertido gasoducto de 8,000 km y una refinería de petróleo de US$2,7 millardos en el nordeste de Brasil. Los críticos dicen que ambos proyectos están motivados más por consideraciones geopolíticas que económicas o comerciales.

Sobre el tema del anti-norteamericanismo del señor Chávez, dice el presidente que Venezuela y EEUU se necesitan entre sí. “Un día yo hable con Bush y Chávez”. Dice. “Les dije que esta pelea entre ustedes es muy interesante. Venezuela pudiera dejar de vender petróleo y crearle una situación delicada a EEUU. Bush podría dejar de comprarle y lograr lo mismo. Pero los dos siguen comprando y vendiendo”.

No obstante, él y Néstor Kirchner, de Argentina, han hablado con el señor Chávez para que saque la tensión de las relaciones hemisféricas. “Yo hablo mucho con el presidente Chávez sobre la necesidad de comportarse de manera que no se le creen problemas a otros países”, dice.

En cuanto a casa, el señor Lula da Silva tiene pocas preocupaciones. A la pregunta de qué ha aprendido en el cargo, dice: “Lo importante de gobernar es tener el control de la maquinaria de gobierno. En un país de la dimensiones de Brasil, esto lleva tiempo. En el primer año, usted sembró, para cosechar los resultados durante los años siguientes. Estamos en un periodo ahora que yo diría es casi mágico en la política brasileña”.

El presidente se ganó a los inversionistas financieros durante su primer año al mantener la firme política monetaria y forzar, a menos parcialmente, algunas reformas pendientes que quedaron de la agenda del gobierno anterior.

La política fiscal se ha mantenido relativamente ajustada. En realidad, el excedente de presupuesto del gobierno antes del pago de la deuda ha subido de 3.75% del producto interno bruto bajo la administración anterior a 4.25% hoy. La inflación ha bajado de cerca de 12% en 2002 a menos de la meta del gobierno de 4.5% este año.

La cosecha ha venido en forma de alza sostenida en la credibilidad de Brasil. Pero el beneficio no ha partido solo de la política interna. Brasil ha ganado de un cambio masivo en las condiciones globales, incluyendo aumento de la demanda de sus exportaciones de materias primas como la soya, el hierro,, la carne y el azúcar, además del apetito entre los administradores de fondos internacionales de los activos de alto rendimiento, como los bonos y las acciones brasileñas.

No obstante, el señor Lula da Silva ha sido criticado por la derecha y por la izquierda. Una serie de guías políticas publicadas el mes pasado por líderes del Partido de los Trabajadores (PT) -incluyendo sus asesores más cercanos- piden explícitamente un “salto de calidad” en el segundo periodo. Defiende un alejamiento del “neoliberalismo”, hacia un patrón diferente de desarrollo y describe el trabajo de la administración como “parcial, desigual e incompleto”.

El señor Lula da Silva no acepta nada de esto. Señala que el PT todavía tiene que terminar su programa para las próximas elecciones y, como candidato, el tendrá que aprobarlo. Además, “Lo que la persona no ve es esto: cuando la gente habla de un nuevo estándar de desarrollo, en realidad ya se está produciendo. ¿Qué quiere la gente en realidad? Quieren tasas de interés más bajas y quieren más inversiones. Esto ya está ocurriendo; está sucediendo en este instante y solo esta ocurriendo ahora porque lo hemos estado planeando desde 2003”.

La tasa de referencia del banco central ha bajado, en realidad, de un 26.5% hace tres años a 15.25% hoy (aunque las tasas de préstamo del mercado son múltiples de esta cifra). Pero la inversión del gobierno ha bajado, también, de cerca de 0.9% del PIB en la administración anterior a cerca de 0.7%.

Sin embargo, muchos críticos dicen que Brasil necesita acciones más positivas para lidiar con los cambios que enfrenta. En el centro de sus preocupaciones está el volumen del estado: absorbe cerca de 39% del PIB en impuestos, pero no logra invertir en infraestructura y otros impulsores del crecimiento y suministra servicios que son ineficientes y de mala calidad. Dicen que la falta de imaginación sobre cómo reorganizar el sector público está colocando demasiado carga en mantener la estabilidad sobre la política monetaria. 

Estas críticas no caminan con el presidente. Él insiste en que Brasil ha hecho lo que hay que hacer en esas áreas. Acepta la necesidad de restringir el gasto, pero tiene poco que decir sobre mejorar la calidad de los servicios. “Muchas personas dicen que el gobierno gasta demasiado en los costos corrientes”, dice. “pero la maquinaria del gobierno tiene que funcionar. Usted no puede dejar que la máquina se rompa, con servidores públicos mal pagados trabajando en un clima de mala voluntad”.

También el señor Lula da Silva ve poca necesidad para actuar sobre el sistema judicial y legal. Muchos inversionistas foráneos se asombran con la inconsistencia en que los tribunales brasileños interpretan la ley, por no mencionar un clima de escaso respeto por la ley engendrado en una serie de escándalos por el mal empleo de los fondos públicos.

El presidente insiste en que el sistema está funcionando bien. “Los tribunales son flexibles en todo el mundo”, comenta. “Yo creo que hay pocos países donde estas cosas se respeten tanto como aquí en Brasil”, En el mismo tono, confía en que el llamado escándalo “mensalao”, sobre el supuesto programa de compra de votos en el Congreso, ya quedó atrás, aunque él admite haber experimentado cierta ansiedad.

Presionado una vez más sobre cómo reducir las tasas de interés y generar inversiones para el crecimiento, el presidente se desvió hacia uno de sus tópicos preferidos: el papel de Brasil en el desarrollo de combustibles alternativos.  Nadie puede competir con Brasil en el etanol”, dice “H-Bio es una revolución energética [para ser] patentizada por Petrobras: usted mezcla aceite vegetal refinado con petróleo y produce un diesel de calidad.

“El biodiesel se puede usar para ayuda a desarrollar otros países en el mundo, no solo Brasil. En los 18 meses que hemos tenido biodiesel, ya hemos llevado 100,000 trabajadores a los campos. Y habrá muchos, muchos mas, porque fue diseñado con una función social y no solo como un combustible”.

La fe en ese desarrollo en las bases es típica del presidente. Pone mucho énfasis en el poder del sentido común, la conversación paciente y la persuasión delicada. Aparte de su pasado como sindicalista incendiario, el señor Lula da Silva es un líder político cuyo enfoque evolutivo parece estar acorde con la trama de la historia de Brasil: el disgusto ante las rupturas violentas y un acercamiento gradual al desarrollo. Todavía tiene que demostrar, sin embargo, que él puede encaminar a América Latina hacia la era de la globalización.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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