Entrevista a María Isabel Bosch

Entrevista a María Isabel Bosch

POR LEÓN DAVID
LD: ¿Qué es el Teatro…, o mejor, en qué consiste lo específicamente artístico de la expresión teatral?
MIB: Ay, Dios mío! Qué pregunta tan difícil de contestar! Intentaré organizar una respuesta, pero necesito previamente precisar algunos conceptos confusos. Ésta es mi conceptuación personal del tema, para evitar así discusiones semánticas.

Para que exista teatro, debe existir “acción dramática”. No basta una mera manifestación escénica. Tampoco resulta suficiente la escenificación de la acción de diferentes “personajes”. Necesitamos que exista un conflicto. Es decir, un juego de opuestos, una interrelación de posiciones o ideas antagónicas. Ya sea que estén representadas por distintos personajes o que exista una contradicción entre aspectos de un mismo personaje. De esta forma, la acción dramática estará impulsada por toda actividad, manifestación, representación que tienda a superar o dirimir dicho conflicto.

Ahora ahondaré en el componente artístico del teatro. No como intérprete, sino como creadora, no me permito concebir al teatro sin que concurra dicho componente artístico. Si carece de él, quizás estemos ante una animada representación escénica, una excelente manifestación actoral, un divertido entretenimiento, un acabado espectáculo dramático, pero no será teatro. ¡Ojo! Esta apreciación no es despectiva. Es descriptiva. Todo ello me gusta como intérprete y como espectadora, pero prefiero no elegirlo a la hora de  dirigir y crear.

Lo artístico puede definirse, en principio, como la adopción de una forma bella para la representación del tema, del contenido de la pieza teatral. …Ahora comienza la parte más ardua de esta respuesta… Cuando hablo de forma bella, me refiero concretamente a la manera, al estilo elegido para exteriorizar el texto dramático que será lo que definirá la existencia de lo bello, de lo artístico. Pienso que no es el contenido el que define la belleza (condición artística) de la obra, sino su forma, su manera de exteriorizar dicho contenido.

Ahora bien, cuando hablo de “forma bella” no quiero decir “hermosura”, sino que, me refiero a toda abstracción, artificio que intente elevarse por encima de la realidad. Y digo “elevarse” y “artificio”, ya que para que exista arte no basta con copiar la realidad. Debe existir un distanciamiento ennoblecido de la realidad que la pieza pretende exponer. No importa que el tema carezca de belleza, ya que el componente artístico lo dará la forma encumbrada que se ponga en escena. Y para esto el teatro se vale de muchos elementos. Recordemos que el teatro es un arte mixto que integra a la pintura, la poesía, la arquitectura, la música, la danza, etc.

Por último, siempre prefiero considerar que el teatro debe ejercer una función social. Siento que es un deber de nosotros, los teatristas. No basta con entretener, no basta con dar un buen espectáculo. El privilegio de poder subir al escenario para llamar la atención de otros conlleva la responsabilidad de que lo que hagamos tienda a beneficiar, en algún aspecto, a la sociedad que nos da dicha oportunidad.

LD: El Teatro es texto y , también, espectáculo. ¿Qué importancia tiene para ti cada una de esas dos dimensiones?

MIB: ¡Ay, pareciera que tus preguntas siempre tienen una trampita para despistar al más avezado teórico!

Ambas dimensiones son necesarias y complementarias.

Un texto puede gustarme y adquirir importancia para mí, tanto por su valor dramático como por la belleza de su poesía. Necesito como intérprete y como creadora, identificarme con algún aspecto de lo que se cuenta o de mi personaje. Si esa historia está contada de una manera poética, mejor aún. Me gustan mucho las palabras lindas dichas en escena. Pero por otro lado también he adorado espectáculos en los que no se dice una sola palabra. El año pasado, por ejemplo, tuve la grandiosa oportunidad de ver a Marcel Marceau en el escenario del Teatro Colón de Buenos Aires. Él estaba ahí, con sus 85 años, sin escenografía, sin cambios de luces, sin música, sin hablar. Él solo. Solo con sus historias e infinidad de personajes que me hicieron reír y llorar.

Entonces, siguiendo tu pregunta, interpreto que al referirte al espectáculo hablamos de los recursos técnicos de la puesta en escena. Siendo así, puedo decirte que, al dirigir, intento recurrir al dicho “menos es más”, es decir que me interesan los espectáculos con economía de vestuario, escenografía, iluminación, sonido, música, etc. Ahora, como actriz, también me gusta disfrutar de todo eso.

LD: Eres actriz y directora; ¿los desafíos que deben enfrentarse desde esas dos perspectivas son los mismos o diferentes?

MIB: Hace apenas tres años que empecé a dirigir, así que todavía no puedo decir alegremente que soy directora. Sí suelo llenar los formularios que solicitan mi oficio con la palabra teatrista, porque eso soy, una teatrera, alguien que hace teatro, ya sea dirigiendo o actuando o adaptando textos. Pero contestando específicamente tu pregunta creo que cuando actúas, aunque tienes las sugerencias y hasta directrices de un director, te conviertes como intérprete específicamente en el “sujeto” del hecho teatral. Te sitúas en el mismo centro. Eres el vínculo entre el discurso del autor, las orientaciones interpretativas del director y la mirada y oído del espectador. Tienes toda la libertad porque en escena frente al público, junto con tu personaje y sus historias, no hay nadie en el momento de la función que te pueda decir nada….y, por otro lado, cuando diriges, has sido el “objeto” de unos actores que han estado ensayando contigo unas cuantos meses, pero que luego a la hora de subirse al escenario se convierten en “sujetos” libres y no te queda más que admirar y aplaudir la libertad que han encontrado sobre el escenario (o matarlos, jijiji). Pero eso sí, durante los largos días de ensayo, te tocó asumir la responsabilidad estética y organizativa del espectáculo, elegir los actores, interpretar el sentido del texto y utilizar las posibilidades escénicas necesarias.

LD: ¿Qué piensas del teatro clásico universal, sigue teniendo vigencia o está obsoleto?

MIB: Jamás podría ver el teatro clásico universal como obsoleto…los clásicos se convierten en clásicos porque todos los disfrutamos. Los clásicos trascienden los tiempos, los idiomas, las ideologías, la moda…

LD:  ¿Es válido realizar adaptaciones modernas de obras teatrales antiguas? ¿Qué dificultades es preciso superar al hacerlo?

MIB: Hay varios factores a tener en cuenta.

En primer lugar, serias dificultades lingüísticas. Cada vez las personas leen menos. Se deleitan más con imágenes proyectadas en una pantalla grande o emitidas por una pantallita. Entonces son menos las palabras que se utilizan hoy día. A veces leyendo los clásicos, me doy cuenta de las pocos términos que utilizo para expresarme en mi cotidianidad. Y recurro al diccionario, al “mataburros” y asunto solucionado; pero a la hora de una presentación teatral no tienes un público con la oportunidad de tener mataburros en sus asientos, entonces es difícil para ellos  entrar en la historia si todos los parlamentos están repletos de vocablos o giros o metáforas que no pueden comprender ni decodificar. Con esto no quiero decir que hay que adaptar los clásicos al habla de todos los días. Es más, al contrario, a mí me gusta esa dificultad. Y creo realmente que un verdadero actor es capaz de sobrepasar esa barrera lingüística y aunque su audiencia no pueda comprender las palabras que dice, si el actor está realmente haciendo su trabajo, ese público puede llegar a conmoverse. Muchas de las obras que más he disfrutado fueron precisamente clásicos, incluso, hablados en otro idioma.

Otro elemento a tener en cuenta hoy día para la adaptación de obras antiguas es la duración del espectáculo. Por la velocidad en que vivimos, en la actualidad es difícil concentrar la atención de los espectadores y se recomienda que la duración ideal de las obras sea de una hora. Los textos clásicos normalmente tienen varios actos. ¡¿Cómo lograr una dramaturgia de un texto de varios actos en uno solo y que siga develando el misterio insondable de ese clásico?! Eso es todo un desafío.

Para finalizar quiero decir que si la obra antigua no es un clásico … démonos por vencidos.

LD: En lo que concierne a la formación del actor, existen hoy día muchas escuelas, corrientes y doctrinas cuyas enseñanzas y métodos no siempre son compatibles. ¿A cuál de estas respondes tú?

MIB: La verdad es que no me identifico demasiado con el partidismo que se arma en torno a las escuelas interpretativas. Todo eso me aburre. Creo que de todas las que he tenido oportunidad de conocer, siempre me he quedado con algo de cada una. No me he casado con ninguna. Ni creo que lo haga en el futuro. Desde hace un rato vengo hablando de libertad. Quiero ser libre, por eso me dedico al arte. Entonces, las escuelas son necesarias y fundamentales para poder desarrollarse técnicamente, pero, desde mi punto de vista, ninguna tiene la verdad. Ésa, la verdad, la tengo que encontrar día a día en cada presentación que hago.

 LD: ¿Cuéntame cómo fue tu año 2005?    

MIB: Después del éxito obtenido en el Festival del Teatro de la Luna en Washington con “Las Viajeras”, las dejé descansar. Y, en seguida, en Buenos Aires, me puse a ensayar una par de obras que pudieron presentarse y con las cuales aprendí mucho.

Estuve como actriz en una versión de un relato de Margarite Yourcenar que trata sobre la vida de María Magdalena. Compartí el escenario con Silvina Zorzolli, una maravillosa actriz argentina, y estrenamos “Me llamo María, María Magdalena” bajo la dirección de Celina Yáñez. A Silvina y a mí, nos acompañó un músico en vivo, creando los diferentes climas en la historia. Es curioso, cuando seleccionamos el material no había estallado el “boom” del Código da Vinci. Presentamos a funciones llenas.

Dirigida por Guillermo Ghío, un director argentino que es muy reconocido en el circuito porteño de teatro independiente, estrené junto a Toni Ruiz y Carlus Fábrega la obra del autor catalán Josep Pere-Peiró: “Cuando los paisajes de Cartier- Bresson”. La pieza trata de las relaciones enredadas que tienen hoy las parejas y era para mí muy divertido oír las reacciones del público argentino durante la representación y los comentarios y debates que se armaban en el hall del teatro.

También este año pasado, seguí estudiando y entrenando con técnicas teatrales orientales. No porque me interese adoptar maneras orientales de representación -para eso hay que estudiar toda la vida-, sino porque he encontrado que herramientas teatrales orientales me sirven como actriz occidental, tanto dentro de una estética naturalista, como expresionista.

Retomé la versión de “La Fierecilla Domada” que presenté en Santo Domingo en el 2003, para hacer un espectáculo más corto y con una forma más bien acrobática. Estoy dirigiendo a una pareja de actores argentinos: Verónica Belloni y Alejandro Bogado. Supongo que estaré estrenando en Buenos Aires a mediados de este año. La puesta ha cambiado completamente y estoy feliz por eso. Yo ya no soy la misma de hace tres años y estoy trabajando con otros actores, entonces indefectiblemente es diferente la puesta, incluso estéticamente.

LD: ¿Cuál es tu proyecto inmediato?

MIB: En un par de semanas me voy con “Cuando los paisajes de Cartier Bresson” de gira por España. Ya veré cómo le va a esta dominicanita por allá. Y, al regreso, daré los toques finales a la nueva “Fierecilla…”.

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