Entrevista a Mateo Mórrison

Entrevista a Mateo Mórrison

POR LEÓN DAVID
¿Qué te impulsó a escribir? ¿Cómo te iniciaste literariamente?

Mi cercanía con una naturaleza viva, intensa y protagónica alrededor de mi entorno vital. Mi casa la recuerdo al estilo del patio machadiano, guardando la distancia en el estricto sentido de la palabra. También, y esto sin duda es influencia nerudiana, cuando fui por primera vez a la escuela y observaba las niñas con su informe; en sus miradas y en su caminar sentía ya la poesía.

Me inicié escribiéndole a las compañeras de estudios textos que fueron el núcleo de mi poesía, y que en muchos casos nunca supieron de su existencia, pues mi timidez me llevó a guardarlos y perderlos para siempre. Me atrevería a decir que desde entonces comenzó mi tránsito por la poesía, porque aunque mucha gente piensa que comencé escribiendo poesía social, en realidad me inicié con la poesía de amor, género que nunca he dejado de cultivar. Lo que sucede es que la realidad económica, social y política me lanzó hacia la confrontación con las injusticias, tanto de los sectores dominantes nacionales como de los extranjeros, de manera concreta, la segunda intervención norteamericana durante el siglo pasado, que hizo que cada vez más mi oficio de poeta y mi responsabilidad con tantos hombres y mujeres, lacerados en su dignidad, se concentraran en una suerte de obra, cuyo contenido, además de literario, constituía un arma de defensa de la libertad y la soberanía de mi país, de lo cual nunca me he arrepentido ni me arrepentiré. Creí entonces, como el gran poeta español Gabriel Celaya, que “la poesía es un arma cargada de futuro”.

¿Qué piensas del compromiso político y social del escritor?

En la actualidad estoy convencido de que el compromiso fundamental del escritor es con la página en blanco, con su capacidad para plasmar a través de palabras sus pensamientos y sentimientos. No obstante, este compromiso, llamémosle estético, no debe estar condicionado a una renuncia de su libertad, lo que supone, entre otras cosas, sus opciones ideológicas. Antes por el contrario, solo a partir de una plena conciencia y ejercicio de su libertad, el escritor, el artista y cualquier ente creador, podrán asumir su vocación creadora con la pasión y el rigor que ello implica. Todo acto  de creación que no esté fundamentado en la libertad no es más que un gesto miserable, que nunca trascenderá el ademán oportunista y la mueca convencional. Las alabanzas de Rudyard Kipling al imperio británico no afectan su gran obra, ni las de Borges a la dictadura de Pinochet disminuyen su grandeza literaria. Pero tampoco el compromiso con la izquierda de Miguel Hernández, Neruda o Vallejo tampoco afectan su papel estelar en la historia de la literatura. Lo que tiene que saber cada escritor es que el juicio de ese crítico esencial que es el tiempo, será solo de carácter literario, por la calidad de lo que escriba y no por sus gestos y actitudes éticas, por más valiosas que sean, y cuyo significado es esencialmente extra-literario. Desde Los trabajos y los días de Hesíodo hasta cualquier obra de contenido social, o desde la temática erótica de Safo hasta los poemas de amor de Pablo Neruda, el asunto en términos literarios no es el tema que traten sino su excelencia o no como productos culturales destinados a crear belleza por medio de la palabra.

Eres fundamentalmente poeta: ¿Cómo definirías la poesía? ¿Cuál es su importancia?

Decir que la poesía es un río en la tradición a través de un movimiento perpetuo no tendría absolutamente nada de originalidad, pues algo así habría dicho Octavio Paz, y de seguro que daba continuidad a ideas parecidas de grandes poetas de la antigüedad. Creo que la poesía es la más indefinible de todos los géneros literarios. Manuel del Cabral, por ejemplo, hablaba de que es un agua que piensa, lo que supondría una nueva metáfora también ligada al agua como la del río que señalé al principio. Para otros la poesía es fuego o aire o tierra. Lo que significa que la poesía proviene de uno de los cuatro elementos fundamentales, que según los filósofos antiguos, dieron origen al mundo. Parecería que desde los inicios de la existencia humana el mismo lenguaje, que primero fue oral, tuvo que utilizar metáforas para referirse a las cosas materiales. Por ejemplo, la gente del pueblo dice “se me cayeron las alas del corazón”, no por común deja de ser hermoso, a mi juicio, ponerle alas al corazón, y además que estas se caigan. Todo ese movimiento que sale de una expresión popular dominó desde el principio el lenguaje. Con la llegada de la escritura, a partir de civilizaciones más recientes, ya podríamos hablar no solo de poesía, sino de poemas como realidad escritural plasmada en un soporte, que en una primera etapa fue la piedra, luego pieles de animales y, finalmente, el papel. Aunque como sabemos también ha habido toda una corriente poética visual, cercana a las artes plásticas, pienso en Los caligramas de Apollinaire y en una poesía musical cuyo ritmo la acerca a espacios muy alejados de lo que conocemos tradicionalmente como poesía.

¿Qué opinión te merece la poesía dominicana contemporánea? ¿Cuáles son, a tu entender, algunas de sus figuras señeras?

La poesía es el género literario por excelencia entre los escritores dominicanos, pienso que una selección rigurosa de nuestra historia poética puede estar al lado de las mejores latinoamericanas. De esto no me cabe duda por la lectura que he hecho de autores de diversas etapas. Salomé Ureña, Gastón Fernando Deligne, Federico Bermúdez, Domingo Moreno Jimenes, Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui Cabral, Tomás Hernández Franco, Pedro Mir, Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce, Manuel Rueda, Aída Cartagen Portalatín, Antonio Fernández Spencer, Rafael Américo Henríquez, Mariano Lebrón Saviñón, Víctor Villegas, Lupo Hernández Rueda, Abel Fernández Mejía, Luis Alfredo Torres, Máximo Avilés Blonda, Ramón Francisco, René Del Risco y Miguel Alfonseca, para mencionar algunos de los más relevantes.

Háblanos de tu obra. ¿Cómo y dónde la sitúas en el ámbito de la producción literaria criolla de estas últimas décadas?

He publicado los libros Poesía  I, en colaboración con Andrés L. Mateo y Rafael Abreu Mejía, Aniversario del dolor, Visiones del transeúnte, Si la casa se llena de sombras, A propósito de imágenes, Nocturnidad del viento / Voz que se desplaza, Poemas del amorosoente, Difícil equilibrio y Dorothy Dandridge. Tengo en imprenta una nueva edición de Poema del amorosoente, que incluye un nuevo texto titulado Soliloquio desnudo, y otro libro titulado Ojos de madre, vientos de guerra, que deben salir en los próximos meses. Además, una antología de cincuenta poemas, que publicará Ediciones Puerto de San Juan, Puerto Rico. Formo parte de la generación literaria de postguerra, pues me inicié con el grupo literario La Antorcha junto a Enrique Eusebio, Alexis Gómez Rosa, Soledad Álvarez, Rafael Abréu Mejía, Blas de la Rosa y Amarilis Rodríguez, entre otros. Algunos de esos poetas, junto a otros que salieron de la isla como Andrés L. Mateo, Norberto James y Wilfredo Lozano, formamos parte de lo que se denominó Joven Poesía, a la que se integraron Tony Raful, Federico Jóvine, Miguel Aníbal Perdomo, José Molinaza, Radamés Reyes Vásquez y otros poetas.

¿Quién es Mateo Morrison?

Me percibo como un ente poblado de fantasmas, que a veces toman la forma de poesía o se quedan en el gesto y son entonces ideas de animación sociocultural, que a veces se cristalizan y otras no. En el artículo ¿Puede jubilarse un poeta?, José Mármol, su autor, me define, con generosidad y con su tradicional lucidez, de la siguiente manera: “Mateo Morrison es una idea cultural en constante movimiento y en multiplicada germinación”. De la concreción en el papel o en la vida de esas ideas en movimiento podría salir probablemente una definición.

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