Entrevista a Nan Chevalier

Entrevista a Nan Chevalier

POR LEÓN DAVID
L.D.: ¿De dónde te viene ese apodo “Nan” con el que todo el mundo te conoce?

Nan: Es una costumbre pueblerina. En mi familia, en Puerto Plata, nadie se llama como se llama. Roberto es Papo, Santiago es Chago, Ángela es Gelis, Antonio era Tony, José Augusto es Caqui, Reynaldo es Nan, Vietnam.

L.D.: Hazme un breve recuento de tu trayectoria literaria, de las obras que has escrito y publicado.

Nan: Llegué a la literatura tras mi fracaso rotundo en el boxeo. Sí: mi primera pasión fue el deporte de las narices chatas. Pero una mandíbula de cristal y piernas de mantequilla me condenaron a besar la lona. Me resultaba imposible mantenerme en pie en el cuadrilátero. Así que tirè la toalla y agarrè la pluma. Fue de ese modo como fui a parar a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde estudié literatura y sicología y asistí durante una década al Taller Literario César Vallejo. Luego cursé una maestría en Literatura Hispanoamericana_He publicado dos libros de poesía: Las formas que retornan y Ave de mal agüero; y un libro de cuentos titulado La segunda señal. En los próximos meses publicaré una novela.

L.D.:  ¿Te consideras un intelectual? ¿En qué consiste la vida intelectual?

Nan: No. No soy un intelectual. Es una palabra que me queda grade. Muy grande. Soy, sólo, un aficionado de la literatura. La vida intelectual exige un rigor y disciplina de estudio y producción de pensamiento que no poseo. Mi campo de estudio y creación es muy limitado, tiene que ver más con la elaboración ficcional que con la producción metódica de ideas.

L.D.:  ¿Qué es la literatura, y en qué se distingue ésta de otras formas de creación que recurren al lenguaje y al pensamiento?

Nan: La literatura es, entre otras cosas, un uso particular de una lengua. Todo poema, toda novela, todo personaje no es sino una combinación de palabras. Dicho de otro modo: el resultado final del uso de la lengua con intencionalidad estética es el texto literario. Que ese texto sea bueno o malo lo determinarán, entre

otros aspectos, la capacidad de generar asombro sin faltar a la verosimilitud y (como diría Hanss Robert Jaus) los horizontes de expectativas del lector. Es decir, todo aquello que el engranaje social de nuevas ideas, avances científicos, cambios económicos_acepta como no cursi en una época específica.

   No es fácil (a veces tampoco hace falta) deslindar la literatura de las otras formas de creación que recurren al lenguaje. El ocaso del pensamiento, de Cioran, me resulta más poético que todo Benedetti. Y Vivir para contarla, la autobiografía de García Márquez, se lee mejor como novela de aventuras.

L.D.: ¿Qué te gusta leer? ¿Cuáles son tus autores favoritos?

Nan: Leo diferentes géneros y autores a la vez. Han cambiado mucho mis horizontes. En la actualidad me interesa saber qué están escribiendo los autores jóvenes dominicanos. La lista es tan larga como interesante: Félix Betances, Eulogio Javier, Noè Zayas, Pedro Paulino, Víctor Saldaña, Gerardo Castillo, Basilio Belliard, Amable Mejìa, Plinio Chahìn, César Zapata, Pedro Valdez_Por otra parte soy, como decía Francisco Umbral, un ser de lejanías. Retomo cada cierto tiempo viejas lecturas. A veces me embarga la nostalgia del Último round, de Cortázar. Otros autores sobre los que vuelvo a menudo son Fleur Jaeggy (Proleterca), Álvaro Mutis (Un bell morir), Juan Carlos Onetti (El astillero, Los adioses). Me resultan atractivos, además, algunos planteamientos de la llamada Teoría de la recepción y la Poética de la ambigüedad: Jaus y Blanchot, respectivamente.

L.D.: ¿Qué importancia y valor tiene el quehacer literario para la sociedad?

Nan: El quehacer literario, al igual que las demás expresiones artísticas, es una necesidad humana. El escritor necesita construir su mundo paralelo. Miente. El lector consume esas mentiras como una de las manifestaciones tangibles de la felicidad. El mejor escritor siempre será aquél cuyas mentiras se aproximen más a nuestras verdades. Fuera de ahí, no conozco otro valor de la literatura.

L.D.: ¿Cuál es la razón de crear mundos ficticios, como hacen el novelista, el dramaturgo y el poeta?

Nan: Es probable que la razón sea distinta para cada escritor. Y que incluso en un mismo autor la razón cambie en la medida en que se vean alteradas sus propias expectativas. Aun así, parecería que entre las más variadas razones existiera un elemento unificador: la urgencia de cambiar el azaroso mundo real en que se diluyen nuestras vidas. Pero, ¡cuidado con la expresión “mundo real!” Pues a menudo el mundo más hostil no es el de nuestras miserias cotidianas (políticas o económicas, laborales o mercantiles) sino el de la energía síquica, intangible en apariencia, pero tan real y espantosa como un gancho de la izquierda_ De todos modos, “la construcción ficcional es el resultado de una ascensión semántica respecto del mundo real objetivo”, como bien acepta la Teoría de la recepción. Por lo tanto, los mundos de sustitución que creamos no consiguen sino hundir más al escritor en su propio abismo, aun cuando para el lector resulte una de las formas de la felicidad.

L.D.: ¿Quién es Nan Chevalier?

Nan: Prefiero que me definan los otros, pues yo me percibo como un viaje sin retorno desde un puerto fantasma.

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