Entropía institucional. Ocaso de
un modelo sociopolítico

Entropía institucional. Ocaso de<BR>un modelo sociopolítico

RAFAEL ACEVEDO
Contrario al de otros países, el sistema de partidos dominicanos parece haberse fortalecido. Digo parece, porque si bien se asegura que ha aumentado el número y la proporción de nacionales que están inscritos en los partidos, y aún ha aumentado la militancia y el activismo; no es seguro el que los partidos se hayan fortalecido como organizaciones o como instituciones.

Lo que sí parece que con toda seguridad está ocurriendo, es que los partidos se están “comiendo” el sistema institucional del Estado.

En otros países, los partidos perdieron aceptación y credibilidad y dejaron de representar el interés y el sentir de los sectores socioeconómicos que supuestamente representaban. Aquí, en cambio, la gente dejó de creerles a los partidos y a sus dirigentes y, por tanto, decidió hacerse parte del asunto y procurar personalmente sus intereses, esto es, metiéndose en el juego.

Simultáneamente, los partidos oficiales descubrieron que el mecanismo de “aperturamiento” les daba mayores probabilidades de mantenerse en el poder, a la vez que aumentaba el potencial de gobernabilidad del sistema.

La fórmula parece sencilla: a mayor número de partidarios, mayor apoyo político; a mayor número de partidarios asalariados del Gobierno, menor probabilidad de descontento popular, subversión y delincuencia.

Este patrón es similar a lo que Josué de Castro llamó el “ciclo del cangrejo”: las gentes (de las fabelas) se alimenta de cangrejos; los cangrejos se alimentan de los excrementos de las gentes.

Cuando pienso en el futuro de nuestro sistema institucional, no puedo evadir la imagen de Phileas Fogg, en la novela de Verne, que habiendo adquirido un barco para llegar a su destino, cuando se le acabó el combustible, comenzó a alimentar las calderas con las maderas del propio barco.

Los partidos, pues, se están engullendo lo que queda sin comprometer (¿?) de los recursos nacionales a futuro. Y están asumiendo compromisos con sus clientelas cada día aumentada, para los cuales no hay erario que alcance. Pero lo peor no es que ese montaje en espiral cual burbuja financiera se disuelva y dé al traste con las lealtades y la sumisión así compradas y se pierda la precaria gobernabilidad interna de los propios partidos, sino que junto o tal vez antes que eso, se desmorone por completo lo que viene quedando del sistema institucional de la Nación.

Estamos, pues, ante un proceso de entropía sociopolítica, de un curso de acción que derrota sus propios objetivos: los de la gobernabilidad y los de justicia y democratización. Porque el botín no alcanzará para todos los que participan en el asalto, y las precarias reglas del juego entre asaltantes no tiene legitimidad suficiente para dirimir sobre las formas de repartir lo poco que viene quedando.

Como en esas cadenas del dólar que se inventan de cuando en cuando, los primeros reciben los dólares que envían los que entran de segundos y de terceros en la cadena, pero llega un punto en que la población de participantes se acaba y los últimos, como el coronel Aureliano, no tienen que les envíe.

Mientras tanto, la farsa hay que seguirla, porque es peligroso para todos que el globo se desinfle: los que más se benefician, porque aún esperan seguir ordeñando; los que reciben menos o no reciben, porque tienen que o quieren seguir creyendo la farsa, porque mejor la esperanza que nada.

¿Cómo se resuelve la charada? Difícilmente, porque a casi nadie le interesa. Los norteamericanos y las demás potencias con sus organismos internacionales son sus patrocinadores, y están comprometidos en farsas mayores. Por eso es poco frecuente que haya denuncias, siquiera análisis o intentos de tomas de conciencia.

Mientras tanto, los grandes y verdaderos problemas nacionales permanecen sin plantear y sin solucionar. Agravándose minuto a minuto, en un indetenible suspenso entrópico, cuyos linderos son el caos, la disolución y la nada.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas