No nos pasó desapercibido el promisorio comunicado del “Día de Toma de Conciencia sobre Abuso y Maltrato en la Vejez” divulgado en junio 15 por el “Consejo Nacional de la Persona Envejeciente” (CNPE), anunciando mejoras para esa población.
A los cristianos nos predican desde niños: “Cuida a tu padre y a tu madre para que vivas largos años sobre la tierra”, pero esa enseñanza no siempre se cumple. En cambio, en China desde épocas milenarias veneran sus ancianos, siguiendo la doctrina de Confucio: “Cuida a tus padres y atiéndeles bien cuando sean viejos”.
Para evitar que los ancianos sean llamados con términos despectivos la “Fundación Gabriel García Márquez” divulgó en 2017 el documento “Términos correctos para referirse a las personas mayores”, máxime que “para el año 2050, la proporción de los habitantes del planeta mayores de 60 años se duplicará, alcanzando el 22%”, casi la cuarta parte del total. Se resalta que “…los nietos de mañana serán cada vez menos numerosos que sus abuelos”.
El libro “Periodismo para todas las edades” plantea que “se deben superar los mitos y estereotipos sobre la vejez para nombrar sin discriminar, descartando la hiriente concepción de que las personas mayores son un espectáculo”. Se consideran expresiones incorrectas: “vejete”, “decrépito”, “abuelo”. Se recomienda decir, “mayores”, “personas mayores”, “personas de edad avanzada”, “población mayor”, “anciano”, “viejo”. El término “Tercera edad” se ha ido revaluando y superando.
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La población mayor inicia a los 60 años con estos subgrupos. “Adultos mayores jóvenes” de 60 a 74 años; “Adultos mayores viejos” de 75 a 84 años; “Adultos mayores longevos” de 85 a 99 años y “Centenarios” a partir de 100 años.
En agosto 15 del 1998 se promulgó la “Ley No. 352-98 sobre Protección de la Persona Envejeciente” que dictamina que sus beneficiarios no somos todos los envejecientes con más de 65 años, pues solo cubre estas categorías : “envejeciente con discapacidad”; “viudo (a)”; “desamparado (a)”; “envejeciente incurable” , “ser enfermo terminal sin recursos económicos”; “envejeciente institucionalizado” en centros diurnos; “envejeciente prisionero”, “envejeciente con trastornos mentales” y “todo aquel senescente que requiere asistencia” con ingreso menor al salario mínimo.
Se ordena otorgar un carné a los envejecientes ya descritos, quienes recibirán varios descuentos: 30% en cines, teatros, deportes y espectáculos; 30% en autobuses interurbanos; 20% en carros públicos excepto en horas pico; 15% en consultas médicas privadas y un punto porcentual en préstamos para vivienda. Además “establece la ventanilla de atención preferente para los (as) envejecientes en todas las oficinas de atención al público de las dependencias del Estado, incluyendo el Sistema Bancario Nacional”.
El director del CNPE tiene sobrada experiencia y capacidad profesional para lograr que al modificar la Ley 352-98 se amplíen los beneficios a los envejecientes de la marginalidad y que, además, por lo menos en las instituciones estatales de servicio al público se haga realidad la existencia de ventanillas de atención dedicadas exclusivamente a todos los envejecientes, incluyendo quienes no sean marginales.
Martin Davis, sucesor de Charlie Bluhdorn en Gulf and Western dictaminaba: “Lideree, métase en la cola o quítese del medio”. Con capacidades menguadas los envejecientes no podemos liderar, ni aguantamos meternos en insoportables filas en los servicios públicos. Por tanto, para no tener que quitarnos del medio, necesitamos servicios en ventanillas exclusivamente para viejos en que la espera en las filas sea soportable.