Envejecientes sin protección social

Envejecientes sin protección social

En este ultimo año he observado en las calles de Santo Domingo el incremento de la participación de envejecientes en la recogida de botellas  y cartones en las calles y colmados, mostrando las condiciones de indigencia en que viven.

Igual ocurre en el campo. Mujeres y hombres mayores de 80 años salen de sus hogares de madrugada a trabajar como “echa días” en los conucos. Una señora de 83 años de un campo de Moca tiene 60 años trabajando como vendedora de víveres y verduras en las calles de esta ciudad.

El incremento de la población envejeciente en estas condiciones (que se puede observar en distintos puntos del país) visibiliza el contexto de indigencia en que se encuentra esta población que debería estar descansando en su casa y recibiendo asistencia social, lo que no ocurre para este sector.

La pobreza no tiene edad y expulsa hacia las calles desde niños-niñas hasta envejecientes.

Esta población no tiene para dónde ir. Si hacemos visitas nocturnas a parques públicos, callejones de distintas zonas de la ciudad, debajo de los puentes y centros comerciales cerrados; encontraremos envejecientes y personas de todas las edades durmiendo a la intemperie.

La ausencia de asilos públicos para la población envejeciente pobre e indigente produce esta situación deprimente. Los pocos asilos de envejecientes existentes no tienen cupo para más  y sufren serias dificultades económicas por las precariedades en los subsidios que reciben.

Muchos(as) envejecientes que viven en barrios y campos del país han podido sobrevivir por la inversión social de la comunidad y los/as familiares que suplen la ausencia de un sistema efectivo de asistencia y protección social. En este sentido tenemos: la ayuda de sus familiares o de vecinos y vecinas que le ofrecen alimentación seguimiento y apoyo afectivo y en otros/as las remesas que reciben de sus hijos/as en el exterior.

El Estado no asume su responsabilidad de ofrecer una pensión justa y digna a la población envejeciente.

 Muchos(as) reciben pensiones mensuales miserables de RD$ 300.00 hasta 1,000.00, entre ellos(as) encontramos a maestros y maestras.

 Por supuesto esta pensión solo puede dar para comprar una comida de un día o hasta tres días. Conocemos casos de envejecientes que han sido despedidos de empresas por ser mayores de 50 años y no se le asigna ninguna pensión porque supuestamente no han cumplido el tiempo «requerido”.

La población envejeciente urge de una política social coherente que cumpla con los derechos que le corresponden y con garantías de una vida digna y en equidad como ocurre en otros países.

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