Epidemia de Anemia Falciforme

Epidemia de Anemia Falciforme

Estamos acostumbrados a apretar el timbre de la alarma cuando aparece el vocablo «epidemia», de ahí el pánico que generan los brotes de dengue, influenza, meningococcemia, etc., no obstante el concepto epidemia no sólo se vincula a enfermedades infecciosas, se refiere a la aparición en una comunidad de una patología cuyo número de casos sobrepase sus expectativas normales, por eso la falsemía constituye una epidemia en nuestro medio y se ha convertido en una endemia o sea siempre está presente. Porque conocemos el flagelo de la falcemía hemos elaborado estas líneas para solidarizarnos con los eminentes pediatras Emilio Mena Castro y Rosa Nieves Paulino, director y subdirectora de nuestro hospital Doctor Robert Reid Cabral, que recientemente a través de Hoy han alertado ante el auge de esta patología.

Lamentablemente la mayoría de los dominicanos solo conocen la existencia de esta enfermedad cuando se presenta el debut del paciente falcémico, en el hospital se enteran que su hijo recién ingresado cursa con anemia falciforme y pasamos a explicarles que se trata de una patología hereditaria, que ambos padres son portadores y su hijo ha caído en el 25% del posible porcentaje de afectados que la unión matrimonial de ellos producirá. Este tipo de explicación es dolorosamente rutinaria en el hospital y se podría escribir un libro de las aflictivas reacciones de padres incrédulos e impotentes ante un mal inexorable, que la mayoría de las sociedades organizadas han regulado al máximo.

Desde hace más de seis décadas la humanidad conoce la trasmisión de la enfermedad, en la década del cuarenta se popularizó a nivel mundial el certificado pre-nupcial de salud, para que las parejas próximas a contraer nupcias pudieran ubicar las enfermedades hereditarias que podrían trasmitir a su prole, entre ellas la anemia falciforme y la sífilis congénita, otra patología que de modo increíble todavía se presenta en nuestro medio.

Trujillo se adhirió a la oleada mundial preventiva de las enfermedades hereditarias, se impuso el certificado pre-nupcial pero fue derogado rápidamente porque no se instalaron los laboratorios clínicos a nivel nacional para ofrecerle el servicio a las parejas de escasos recursos. Hasta el presente ha sido imposible retomar el certificado pre-nupcial; hace varios lustros en el Congreso cursó un proyecto de ley para imponer el certificado, y una distinguida senadora de la zona norte sentenció de “modo tajante” que eso sería “entrometerse en la privacidad de las parejas”.

Esta distinguida ex-senadora nunca ha visitado las salas clínicas del Robert Reid; por eso desconoce el grave drama de los falcémicos y sus padres. Las sociedades organizadas se han “entrometido en la privacidad de las parejas” y han logrado disminuir en gran medida la morbimortalidad por falcemia.Es pertinente aclarar que los afectados siempre serán “escasos” miles de niños, porque esta enfermedad, contrario a otras muy frecuentes como la diabetes y la hipertensión arterial, no le permite a la mayoría de sus víctimas sobrepasar la edad adolescente.

En el hospital se atienden niños falcémicos, con las diferentes crisis: secuestro (acumulación brusca y masiva de glóbulos bajos en el bazo), trombóticas (crisis de dolor), hemolíticas (drástica disminución glóbulos rojos), trombo-hemolíticas (combinación de las dos últimas), se le instala el tratamiento requerido, se recuperan se envían a sus casas y en algunas semanas ya están de regreso al centro con otra crisis, repitiéndose el cuadro en innúmeras ocasiones, un círculo vicioso que todos sabemos cómo terminara. La guadaña de la muerte es la responsable que los falcémicos no abunden por millares.

De modo contrario los portadores llegan a la edad adulta y muchas veces solo identifican su condición cuando contraen nupcias con otra persona portadora y procrean hijos con la enfermedad; por eso millares de ciudadanos son portadores que desconocen su situación. Entretanto la sociedad debe despertar de su desidia ante esta enfermedad voraz, asumiendo con responsabilidad la promoción y prevención, primero solicitando a todos los ciudadanos la prueba de falcemia, luego tratando de persuadir a los portadores a no contraer nupcias entre ellos, para lograr disminuir la fatídica presencia de la patología.

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