El impacto de un cataclismo, de origen natural o de origen social, depende en gran medida de la forma cómo las comunidades lo manejen. Una invasión, la sublevación de un grupo o una etnia. Puede tratarse de una crisis económica, de inflación, o de quiebras en cadena de negocios y actividades productivas.
Todo fenómeno social o natural de determinada magnitud puede poner a prueba los marcos de referencia conductuales de la comunidad, ya que los patrones de conducta habituales suelen ser inoperantes en casos anormales.
Una epidemia de determinado nivel de riesgo y peligrosidad, que no sea adecuadamente manejada por las autoridades y el liderazgo formal local, puede conducir a situaciones no estructuradas, a un estado de anomia o ausencia relativa de normas y referencias conductuales; lo que conduce a diversos tipos de improvisación y “creatividad” individual, que atentan contra el sistema de referencia común de conducta; tanto más peligroso cuando los valores y patrones morales básicos de la sociedad carecen de solidez.
Los países más desarrollados suelen contar con la autoridad moral del gobierno y sus instituciones. Donde la tradición institucional no está muy afianzada, o el liderazgo formal no tiene gran legitimidad, es mayor el peligro de conductas innovadoras (léase, gentes inventando salidas por su propia cuenta).
Cuando hay quiebras en el marco de referencia común, se producen dificultades en lo cotidiano, no necesariamente en cuanto a la estructura de autoridad y poder, más bien del tipo de nuestro tránsito urbano, donde la improvisación de conductas crece constantemente.
Puede producirse pánico cuando falla el sistema de expectativas y referencias válidas respecto a las conductas esperadas de los demás. La anomia propicia la emergencia de pseudo líderes, “fake news”, rumores, que originan conductas improvisadas, contrarias al orden e interés general; que quiebran mecanismos de consenso e “interés común”, propiciando mecanismos egoístas de “interés semejante”, que de procurar la “salvación de nosotros”, inducen al “sálvese quien pueda”.
En China, el Estado ha logrado mantener el interés societal o común por encima de intereses y preferencias individuales.
Por nuestra parte, contamos con organismos mundiales y redes oficiales de información, que asisten a nuestras autoridades en cuanto a la conducta a seguir en el caso de eventos que puedan seriamente afectar nuestro acontecer, tales como huracanes, terremotos y epidemias de gran alcance. Son fenómenos que ponen a prueba nuestro ordenamiento social, los mecanismos de seguridad, de auxilio y en general de supervivencia de nuestra sociedad. Debemos confiar en idoneidad de nuestras autoridades y del liderazgo formal de los diversos sectores del país, y por igual, en las formas tradicionales de solidaridad de nuestras gentes y de sus diversas formas de agrupación humana, desde las más primarias, como la familia y la parentela y otras también cercanas, como las asociaciones de vecinos, iglesias, clubes culturales y deportivos. Todos los cuales, deben estar alineados y prestos a cooperar con las autoridades y con el liderazgo nacional reconocido. Especialmente, debemos aportar buen ánimo y ser creativos para formas no habituales de convivencia familiar que habrán de producirse.