Si buscamos el génesis o la etimología de la palabra Epifanía vamos encontrar dos conceptos fundamentales; uno que lo describe como “manifestación de una cosa” y otro que es propicio para la fecha de celebración de navidad como “la manifestación de Jesús al Mundo” aquel hombre que posteriormente revolucionó la historia, el tiempo y el mundo se hace visible ante los ojos de los hombres. Se celebra el día 6 de enero, en que los Cristianos conmemoran la adoración de Jesús por los Reyes Magos y su aparición y manifestación al mundo.
Aquel niño que no se puede apreciar en los escritos porque su vida oculta no relata datos ni historias precisas en su niñez y posiblemente tuvo la misma vida que los demás niños, un ambiente de sanidad, de trabajo, de familia, de juegos, travesuras, etc. Sin embargo podemos notar algo que llama la atención, con tan solo 12 años Jesús un día cualquiera desaparece de la visibilidad de sus padres y se presenta en el templo donde fue encontrado discutiendo e interactuando con los doctores de la ley, es decir, con los sabios y maestros de la sabiduría lo que pone de manifiesto una condición extraordinaria en aquel adolescente que sería el salvador del mundo pasando por uno de tantos no haciendo alarde de su categoría divina.
Hoy en día vivimos un mundo profundamente ocupado, acaparado, los deseos personales, las metas familiares, laborales, en fin, lo que está reinando es la ambición, sin embargo el aspecto espiritual lo hemos estado dejando de último lugar pues al parecer solo nos damos cuenta que es importante ante una situación o necesidad que enfrentamos. El área espiritual se fortalece de muchas formas y la más sencilla es descubriendo nuestras virtudes y poniéndola al servicio y en favor de otros, de esta forma hacemos que la Epifanía de Jesús llegue a muchos que no la conocen. En esta época de Navidad posiblemente a todos nos ha pasado que hemos desperdiciado alimentos, tiempo, dinero y nos olvidamos que hay otros que no tienen nada y que tenemos un privilegio de poder comer, beber y divertirnos dentro de las posibilidades de cada uno, pero lo más importante es ser testimonio ante los demás, es decir, mi propio yo traerlo consigo a la práctica con la Epifanía de Jesús a los demás, con un sonrisa, un abrazo, la aceptación, el respeto y el perdón, entonces no existiría mejor manifestación de amor que esa. Este es el modelo que debemos llevar a nuestros hijos si queremos un mundo mejor.
Un año abundante en bendiciones es lo que deseo y que practiquemos la epifanía de Jesús a través de las virtudes mencionadas.
Felices fiestas.