Episcopado Dominicano

Episcopado Dominicano

Para nadie es un secreto el gran peso que ejercen las iglesias y muy en especial la Católica en el comportamiento social y político de los dominicanos. Basta solamente recordar la era de Trujillo y el rol del clero en la decapitación de la tiranía y los acontecimientos que siguieron a la muerte del dictador.

La jerarquía eclesiástica, representada por la Conferencia del Episcopado Dominicano con sus oportunos pronunciamientos se ha convertido en una luz orientadora en los días más oscuros que le ha tocado vivir a nuestro pueblo.

Por ello es de suma importancia que le prestemos la debida atención a su Carta Pastoral elaborada con motivo del Día de La Altagracia celebrado el sábado 21 de enero 2012. Transcribimos un párrafo de dicho documento que encierra en solo doscientas nueve palabras verdades con las que pudiera escribirse un libro.

Dice el sustancioso y reflexivo texto: “Quien haya leído todos los Mensajes anuales del día de la Independencia dominicana se convencerá de que la Conferencia del Episcopado Dominicano se ha sentido siempre obligada y comprometida a contribuir desde su misión con una nación más sana moralmente, más fraterna, justa y equitativa.

En el momento presente la humanidad se siente muy preocupada por la gran crisis económica y financiera, alimentaria y política. Nosotros en cambio, sin negar lo anterior, proclamamos que la gran crisis moderna es humana y moral, el verdadero origen y causa de las crisis que se señalan y que tanto inquietan hoy.

Nos preocupa en estos momentos que esa crisis moral haya ido enquistándose en el alma nacional.

Aquí hay que situar la causa de la violencia en general que nos envuelve, de la creciente violencia contra la mujer y la familia, de la precariedad de los salarios y de los servicios básicos para todos, la dimisión de su deber educativo por parte de las familias, de la escuela y de los medios de comunicación social, la mediocridad de muchos políticos, la corrupción rampante.

Nos preocupa todo esto y prometemos que al pueblo dominicano no le faltará ni nuestra voz sincera ni nuestra crítica como tampoco nuestro aliento al comportamiento correcto”.

La herencia centenario de Fray Antón de Montesinos brota renovada y adecuada a los tiempos modernos y desde este pedazo de tierra antillana se oye la voz de sus obispos resaltando esa bella y hermosa misión cual mezcla duartiana de apostar a una nación “más sana moralmente, más fraterna, justa y equitativa”.

También un día 11 de julio de 1844 cuando ciudadanos notables en Puerto Plata pedían a Juan Pablo Duarte que aceptara la presidencia de la república el patricio respondía: “Sed felices, hijos de Puerto Plata, y mi corazón estará satisfecho, aún exonerado del mando que queréis que obtenga; pero sed justos lo primero, si queréis ser felices, pues ese es el primer deber del hombre; y sed unidos, y así apagareis la tea de la discordia, y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva, y vuestros votos serán cumplidos y yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro: la de veros libres, felices, independientes y tranquilos”.

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