Epístola al presidente Fernández

Epístola al presidente Fernández

LUIS R. SANTOS
Distinguido presidente Fernández:

El 16 de mayo de 2004 el pueblo dominicano le dio un mandato para que usted, junto a sus colaboradores, enderezara el retorcido rumbo que llevaba la nación; el estado de postración, desesperanza, y frustración en que nos encontrábamos facilitó su retorno al poder; los dominicanos y dominicanas vieron en usted a la figura apropiada para evitar el  suicidio colectivo, el exterminio con que nos amenazaba el descabellado proyecto reeleccionista de entonces.

De entrada hay que reconocer que su ascenso al poder trajo esperanza, restauró la confianza perdida en los llamados agentes económicos y muchos sintieron un gran alivio al cambiar de mando el Poder Ejecutivo.  Sin embargo, señor presidente, existe la creencia, entre gente con capacidad para pensar, que usted no ha sabido aprovechar al máximo esa gran oportunidad que le dio la historia. Particularmente, creo que su mayor debilidad al frente del estado se resume en estas palabras: marcar la diferencia. Pienso que, como dijera Bienvenido Alvarez Vega en un artículo periodístico, ustedes se han acomodado demasiado al poder, y algo muy notorio: han sido muy tímidos a la hora de emprender proyectos de gran impacto para el futuro de la nación.

Estos proyectos de que hablo tienen que ver básicamente con la educación. En muchas ocasiones usted ha dicho que sólo la educación nos salva, que el futuro está ahí. Sin embargo, hay un divorcio entre su discurso y la práctica: los reclamos públicos de los funcionarios del área educativa oficial, al momento de elaborarse el presupuesto para 2006, ponen de manifiesto este desbalance. Señor presidente: cuando hablo de marcar la diferencia me refiero también a la ejecución de programas como el llamado Comer es Primero. ¿Ha pensado usted en el empuje que tendría el desarrollo nacional  si esa millonada que se dilapida en ese programa fuera a dar a la educación?

Muchos dominicanos estamos a la espera de un giro violento en su gobierno, para de esta manera llenar, aunque sea mínimamente, las expectativas de una sociedad que no tolera ya nuevos fracasos, una sociedad que quiere seguir viviendo en democracia, pero que reclama resultados distintos a los obtenidos hasta la fecha.

En varias ocasiones lo he oído citar a Ortega y Gasset, y sé que no es tarea sencilla gobernar un país con tantas carencias, con tantas frustraciones, y con una casta política altamente corrompida, e indolente. Pero cuando las circunstancias son más adversas es cuando debe brotar el talento, y usted lo tiene.

Presidente Fernández: en muchas ocasiones usted y funcionarios del más alto nivel de su gobierno se han referido a la importancia de mantener la gobernabilidad, e incluso han cometido horrorosos errores al abordar el tema, tal el caso de Danilo Medina, que llegó  declarar que los expedientes de corrupción que involucraban a funcionarios del gobierno pasado se engavetaban para facilitar la gobernabilidad. ¡Que gran error! La gobernabilidad, señor presidente, la hace factible el pueblo, no una oposición desacreditada y sin futuro, como la que hoy le adversa. Y si usted y su gobierno se dejan amedrentar, el país podría pagar un precio muy alto. Porque hay que recordarle la gran responsabilidad que descansa sobre sus hombros: conducir al país hacia el futuro, cerrándole el paso a ese pasado ominoso que todavía nos acecha. Y eso depende en gran medida de su desempeño al frente del estado. Y si hoy hay mucha frustración y desencanto entre muchos electores que le apoyaron, todavía hay mucho tiempo para empezar a marcar la diferencia.

Señor presidente: usted ha gobernado en dos ocasiones con un congreso que le adversa, el que para aprobar sus iniciativas recurre  a presiones de toda índole, incluso al chantaje. Estas elecciones que se avecinan son una buena oportunidad para que usted dialogue con los electores, para que les haga entender la importancia de que en el congreso haya equilibrio, de que ustedes necesitan esa fuerza para hacerlo mejor. Y casi con certeza que será escuchado. Pero, presidente Fernández, desde el instante en que ustedes cuenten con una fuerza que les permita sortear las trampas opositoras, ya no habrá más excusas, usted estará compelido a emprender esas acciones gubernamentales vigorosas, diferenciadas, que muchos esperamos.

Al observar el panorama político dominicano actual llegamos a la conclusión de que lo que pase en los próximos años dependerá en gran medida de esta gestión que usted encabeza; si su gobierno fracasara, se le estaría abriendo la puerta de nuevo a grupos que han demostrado que sólo tienen talento para hundirnos y además se posibilitaría el crecimiento de falsos profetas, que andan por ahí dándoselas de santurrones, cuando todo aquel escasamente enterado conoce su pasado.

Presidente Fernández: dicen que gobernar es el arte de lo posible, pero hay que tratar de ir más allá de lo posible, hay que esforzarse más, ser menos tozudos a la hora de abortar iniciativas descabelladas, gobernar más para la verdadera mayoría, no para mi mayoría; hay que tratar de estar lo mejor acompañado posible, no creyendo que una concertación se logra con minúsculos grupos de buscavidas, cuando la verdadera concertación debe buscarse con la clase media, con los productores, con los maestros, con los pensadores, con los mejores medios de comunicación.

Todavía queda mucho camino por andar, y anhelamos que ese camino sea recorrido de la mejor de las maneras.

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