Equidad y calidad de la educación

Equidad  y calidad  de la educación

Que la educación es un factor fundamental en la construcción de la equidad social es una afirmación ampliamente ganada por la inteligencia colectiva, público-privada, latinoamericana y caribeña. No es ya novedad la afirmación de que sin una educación de calidad que se extienda a todos y todas, con insistencia en los sectores sociales más excluidos, es imposible reducir de manera importante los niveles de desigualdad que todos consideramos indecentes en nuestras sociedades. Así las cosas, de un tiempo a esta parte está claro que de lo que hablamos no es solo de cobertura sino también, y fundamentalmente, de calidad de la educación que, como sabemos, depende de manera fundamental del desempeño de los y las docentes.
Tal como afirmó hace ya un buen tiempo el Banco Mundial: “la calidad de la educación depende fundamentalmente, aunque no solamente, de la calidad de los profesores”, y esta, a su vez, de la calidad de la educación que ellos y ellas han recibido y del entorno económico-social en que se han desarrollado. Al respecto, la misma institución bancaria afirma: “La evidencia reciente… sugiere que los docentes provienen de sectores y familias con menor capital cultural y económico en términos relativos, y que en estos hogares la incidencia de la vulnerabilidad económica tiende a ser significativamente más alta que entre los hogares del resto de profesionales y técnicos” lo que obviamente incidirá inevitablemente en la educabilidad de nuestros futuros docentes (ibid).
Para el caso dominicano el MESCyT confirma que según datos correspondientes a los años 2010-2012: “Los estudiantes de educación provienen de familias de bajos recursos, más del 75% de estos tienen familias con ingresos entre 4,000 y 9,000 pesos mensuales”. Y que el 70% de los padres no superó el cuarto curso del nivel primario. (Cfr. Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, Normativa para la Formación Docente de Calidad en la República Dominicana, Santo Domingo, (2015), p. 2.) Es decir, existe un serio problema en las “condiciones de entrada” de muchos de nuestros jóvenes que con todo derecho desean convertirse en profesionales de la docencia y que ven legítimamente en ello la posibilidad de concretar una movilidad social ascendente a la que también tienen derecho. Cómo conciliar este derecho con aquel otro de los niños y niñas que esperan de la escuela una educación de calidad.
Es innegable el loable esfuerzo que el país viene desarrollando en vistas al mejoramiento de la calidad de la educación liderado por los Ministerios del sector educativo. Sin embargo, es probable que la magnitud y la naturaleza del problema exija enfrentarlo a través de la combinación de estrategias de intervención diversas para lograr eficacia. Esto es, se hace necesario acompañar la formación académica formal con la implementación de un acompañamiento sistemático a nuestros profesores en la preparación y desarrollo de los contenidos que se espera que ellos enseñen y aprendan los alumnos. Es decir, de los contenidos curriculares a ser abordados en los cuatrimestres a través de intervenciones puntuales en momentos específicos del año escolar, quizás al inicio de cada cuatrimestre, y para planificar contenidos y metodologías a ser utilizadas. Se trata, en síntesis, de desarrollar estrategias formativas de planificación, desarrollo y supervisión pedagógica.
Se trata de combinar formación académica con formación práctico-pedagógica vía el diseño y seguimiento de los contenidos y los tiempos educativos. Es decir, se trata de desarrollar estrategias formativas de planificación, desarrollo y supervisión pedagógica. Para lo dicho las regionales, los distritos y los directores de centro deberán jugar un papel estelar tanto en la preparación como en el desarrollo de ese proceso de manera que estas instancias de coordinación se conviertan en factores de acompañamiento y desarrollo pedagógico de los y las docentes.

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