Equilibrio egoísta en un mercado que no existe

Equilibrio egoísta en un mercado que no existe

POR ARTURO MARTÍNEZ MOYA
Como parte central del Acuerdo Stand by, el FMI y el Banco Mundial le piden al gobierno que deje flotar la tarifa eléctrica, para que suba y baje dependiendo de la variación del precio de los combustibles y del dólar. Requieren una mejoría en el cobro de las distribuidoras y que se paguen a tiempo los subsidios, lo que implica congelar una deuda de US$500 millones que tiene el gobierno con los generadores, a lo que se le buscaría otra salida. Tres exigencias que no son cualquier cosa y de las que depende el éxito ó fracaso del Acuerdo. En lo que sigue analizo la pretensión de dejar flotar la tarifa.

La pregunta que debería hacerse y contestarse el gobierno: el libre movimiento de la tarifa eléctrica, impactaría positivamente el problema del alto costo de la energía para el usuario, ó sería sólo una solución financiera egoísta para las finanzas del gobierno y las distribuidoras? En lugar de estudiar los escenarios que se les presentarían con semejante recomendación, lo que ha hecho el gobierno es pretender politiquear con el tema, se quiso presentar frente al pueblo como si lo hubieran sorprendido, habló de durezas de las exigencias, imploró por un mejor trato, en el mes de la independencia nacional se mostró totalmente dependiente, por lo menos es lo que cualquiera interpreta de la forma como habló el Lic. Danilo Medina recientemente. Es decir, el gobierno incumplió con su responsabilidad de ser el representante del pueblo, actuó como si los destinos nacionales el pueblo los hubiese puesto en manos de extranjeros y no en el PLD y el Presidente Fernández.

Desde el principio, cuando firmó el Acuerdo Stand by, el gobierno sabía que  la crisis financiera del sub-sector de la electricidad era el corazón de lo acordado, porque de otra manera no tenía sentido la intervención del FMI en la economía dominicana, la crisis de confianza que degeneró en salida de capitales, devaluación del peso y en inflación, tarde ó temprano tenía que ceder, con y sin FMI. Era un asunto de tiempo. De ahí que el éxito ó fracaso del programa depende de lo que finalmente pase con el sub-sector eléctrico, y no como el gobierno se ha creído, que es del cumplimiento de topes secundarios, como el caso de las reservas internacionales, del crédito, crecimiento del PIB, déficit cuasi-fiscal, entre otros se convierten en estadísticas, y como tal se manejan, según la conveniencia. El FMI reclama algo de mayor impacto, que justifique su presencia en República Dominicana.

Mucho es el dinero que gasta la burocracia en Washington para atender los asuntos del país, también bastante es lo que se gasta viajando a República Dominicana para discutir con el Banco Central, con la CDEE y con el gobierno central, sin mencionar el financiamiento con motivo del Stand by. Como en sus diferentes programas el FMI aplica el criterio de costos-beneficios, no es verdad que en Washington se van a contentar con actualizar y comparar los costos mencionados y la estabilidad macroeconómica como beneficio. Lo que digo es que la estabilidad macroeconómica no califica como el beneficio de la intervención en el pais, están obligados a lograr cosas duraderas, que no sean coyunturales como la estabilidad macroeconómica, me refiero a la estabilidad financiera del sub-sector eléctrico. Ese es el verdadero beneficio del programa en República Dominicana. De no lograrse, el Stand by sería un fracaso.

En Washington, y en el resto del mundo, se sabe que las políticas contraccionistas del FMI lo que hacen es crear recesiones y aumentar el desempleo, por lo menos mientras dura el programa, ya no se acepta como suficiente que el Organismo se limite a observar y hablar bien de la estabilidad, del crecimiento de la economía, sin resolver problemas estructurales. Keynes, la fuente de inspiración intelectual del FMI en 1947, no fue un fanático del mercado y de la mano invisible, tampoco creía que la solución era inyectar recesión a las economías, más bien entendía lo contrario, que se debía trabajar en contra de los ciclos, inyectar liquidéz a los países con problemas temporales y enfrentar problemas estructurales. El objetivo inicial del FMI se limitó a lo primero, a proveer liquidéz cuando existían problemas coyunturales de balanza de pagos, pero en la década de los noventa del pasado siglo, se comenzó a exigir que los países cumplan con los fundamentos mercado, una contradicción si se mira bien. Si un país, por algún motivo y coyunturalmente, no tiene crédito en el mercado internacional, implica que en el mercado hay fallos, entonces es inexplicable el requisito de que la política local tienda a la solución automática, dejarle a la  mano invisible la solución de los problemas.

Existe suficiente literatura que demuestan que exigencias similares fue lo que hizo fracasar programas del FMI en Brasil en 1997, en Rusia en 1998 y en Argentina durante varios años, mientras el éxito en China se debe a que escuchó lo que se le dijo, de que se pasara de una economía controlada, con precios controlados, a una economía con precios libres, y finalmente hizo lo que entendía convenía dada la situación interna. China mantuvo una economía con precios duales, controlados hasta un nivel de producción y libres a partir de ese nivel de producción. Como resultado, ahí está el crecimiento asombroso de los últimos años y la reducción del número de pobres. De haber aplicado el dogma del libre mercado, el que recomendó el FMI y el Banco Mundial, probablemente hubiese tenido la suerte de Rusia.

Lo que quiero decir es que se debe tener mucho cuidado al aplicar conceptos, modelos que en teoría suenan bien, pero que demandan de condiciones para su efectividad. No hay que ir más lejos, el mismo PLD y el Presidente Fernández tienen como ejemplo lo que hicieron con la CDE en 1999, la privatizaron llevándose de que era lo que estaba de moda, y hoy tenemos un desastre. Exigir que se deje libre la tarifa eléctrica, es desconocer que en el mercado eléctrico no existe competencia, por la existencia de un poder monopólico ejercido por algunos generadores, y que la tarifa actual es excesivamente elevada, por malos acuerdos firmados por el gobierno del PLD en 1999. La crisis financiera del sub-sector, no es sólo porque las distribuidoras no cobran lo que deberían, sino porque la tarifa que se acordó con los generadores fue abusivamente alta. Se podría hablar de flotación de tarifa, así como se supone flota la tasa de cambio en el mercado, sólo en un contexto de competencia entre generadores, y sin la existencia de contratos que garanticen una elevada rentabilidad. Bajo esas condiciones, el exceso de capacidad de generación haría bajar la tarifa que pagan los usuarios, y los inversionistas, para evitar la caída en sus beneficios, programarían la entrada y salida de sus plantas.

Pero la realidad es otra, y los amigos del FMI y del Banco Mundial lo saben. Si se deja flotar la tarifa eléctrica, aumentan los incentivos para que los generadores, que tienen beneficios garantizados a través de contratos mal hecho en el pasado, con una menor producción obtengan los mismos beneficios y hasta más. Me explico. Como la tarifa a pagar por el usuario de la energía sería mucho más alta que la actual, porque la idea detrás de la recomendación es evitar que el subsidio aumente y hasta reducirlo, los generadores tendrían nuevos incentivos para inventarse problemas técnicos y reducir costos. La energía producida aumentaría de precio. Al final se tendría tarifa más alta, menor producción de electricidad, más apagones y reducción en el índice de cobro de las distribuidoras. Una situación aún peor que la actual.

El FMI y el Banco Mundial pudieran decir que el gobierno tiene los medios para evitarlo, pero la práctica ha demostrado que en el sub-sector no existe la llevada y traída institucionalidad, que se trata de un cuento, siendo la razón por la que no ha funcionado el mercado de electricidad, y la causa por la que claramente estamos en presencia de un caos. Los Organismos Internacionales siguen creyendo que la mano invisible planteada inicialmente por Adam Smith y Montesquieu, y discutida matemáticamente por Walras y Debreu, es lo que finalmente resolverá el problema financiero de las distribuidoras y el peso del subsidio que tiene el gobierno, y se equivocan. Es como creerse que de verdad los mercados son demócratas y al mismo tiempo tiránicos, como dicen algunos, pero ni una cosa ni la otra es cierto, los mercados tienen fallos estructurales y corresponde al gobierno corregirlos. Es lo que debería hacer el gobierno con el sub-sector de la electricidad, antes de hablar de libertad de precio, corregir las anomalías que existen en cantidades industriales.

La tarifa eléctrica

Quiero dejar sentado que bajo las condiciones actuales, la flotación de la tarifa eléctrica es una locura, que no conduce a ningún equilibrio en el mercado eléctrico, porque carecería de lo fundamental, de lo que planteó Montesquieu, de la existencia de armonía en la sociedad, de la paz social. La flotación tarifaria conduciría a confrontaciones sociales innecesarias, precisamente lo que teme el gobierno, y tiene razón. El equilibrio por el que propugnan el FMI y el Banco Mundial, con la recomendación caprichosa de que se deje flotar la tarifa, es una pretención financiera egoísta, porque sólo busca el cuadre de los números, olvidándo que lo fundamental es el equilibrio social. Una demostración de que el mercado eléctrico en el país no funciona como tal, es que no se cumpliría la ley de la oferta y de la demanda, así como la conocemos, el aumento de tarifa no elevaría la oferta de energía eléctrica, como dije anteriormente, más bien podría reducirse.

Mientras el FMI y el Banco Mundial apliquen de manera absoluta filosofía como el pensamiento de Hayek, quien ganó un Premio Nobel en 1974, dijo que la intervención estatal es funesta, no se vislumbran soluciones en el sub-sector eléctrico. Lo que se requiere es un equilibrio que tome en cuenta, además de la parte financiera, la economía del usuario, para lo que es necesario la intervención del gobierno para corregir distorsiones que afectan a la sociedad. Después, y no ahora, puede funcionar la política de flotación de la tarifa.

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