Equipaje

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MARIEN ARISTY CAPITÁN
m.capitan@hoy.com.do
Un paseo por el mar
El domingo estaba tranquilo. Eran las doce del mediodía y yo, decían, trabajaba. Mi trabajo de ese día más bien parecía un paseo de esos que reconfortan mucho el alma. Es que, viéndole allí agitado y hablando conmigo, el mar me hizo sentir parte de su ser.

Yo buscaba basura (para un reportaje, obvio) pero encontré paz, viento y unas imágenes divinas. Entonces reparé en el tiempo que tenía sin detenerme en el Malecón. Al hacerlo, me pregunté: ¿realmente vamos a dejar que nos quiten esto?

Fue indignante pensar en esa posibilidad. Más aún cuando escuché que Nuria Piera había denunciado en su programa del sábado pasado que el ideólogo y  promotor de la isla artificial tiene varias condenas en los tribunales del país.

En esta noticia, que se reseñó en el Listín Diario del domingo (y que leí en la tarde porque durante la mañana estuve a mil), se daba cuenta de que Augusto Menéndez Junior, presidente de la empresa ‘‘Global Group’’, ha estado involucrado en casos judiciales relacionados con presuntas estafas.

Su empresa es la responsable de ‘‘Global Strategic Investment», que es la que trajo al país el proyecto de la Isla Artificial. Antes que este proyecto, Meléndez había promovido y vendido en el país el proyecto ‘‘Ciudad Internacional’’, que incluía la edificación de 2.304 apartamentos en los que se invertiría  US$40 millones.

¿En qué quedó esa ciudad? Se dio el primer picazo y se vendieron 130 apartamentos por anticipado. Estos apartamentos, que costaban entre 435 y 500 mil pesos, nunca fueron entregados a sus dueños. Ellos, al igual que la inmobiliaria que vendió (Remax Metropolitana), perdieron su dinero.

Otras instituciones que se vieron afectadas por hacer negocios con este señor fueron la reputada firma de abogados de Luis Heredia Bonetti, la publicitaria Pagés, la Asociación Duarte de Ahorros y Préstamos y el estatal Banco de Reservas.

Al saber esto, me puse a elucubrar en torno a lo que podría pasar con el proyecto de la isla. Quizás estafen a los posibles compradores o a los inversionistas. Tal vez les cobren por algo que nunca se hará. Tal vez empiecen el proyecto, nos coloquen algunas piedras y nunca se haga nada (dejando, eso sí, los pedruscos en el medio).

No podemos permitir que se continúe hablando de la posibilidad de este proyecto. Recordemos que en el mismo contrato de la isla ya se adivinan matices de estafa. Por tanto, ¿vamos a dar el primer «marazo» para darnos cuenta de que nos quieren joder? Yo, por si acaso, ahora he tomado una nueva afición: perderme en las olas del mar. Para ello, me refugio en el Fuerte San Gil. Ahora, en noches de luna llena, es un verdadero placer hacerlo.

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