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Cosas veredes

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Por MARIEN A. CAPITAN
El sur existe. Lo olvidamos, una y otra vez, pero realmente existe. Lejos, loma adentro y a golpe de miseria, muchos sureños se levantan cada día con la incertidumbre de no saber qué le darán a sus hijos de comer cuando, después de más de media hora caminando desde la escuela, lleguen sudados y hambrientos.

Esos mismos sureños tienen que ver que cómo sus pequeños toman clases de la forma más precaria que puede haber: bajo ranchetas que están al punto de caer y/o, en el mejor de los casos, en plena comunión con la naturaleza.

Un paseito por Elías Piña y San Juan me valieron para reparar en que, aunque nos empeñemos en ignorarlos, en esa parte del país hay mucha gente que necesita de nuestra ayuda. Sobre todo, por demás, de la de ese gobierno amnésico que debía pensar un poco más en el sur y en los que aún pueden allí.

Las lomas se están quedando vacías. Nadie quiere vivir donde no hay trabajo ni qué comer. Por eso bajan a la «población», a los centros urbanos. Producto de ello, cada día se ensanchan más los cordones de miseria.

Ver escuelas como la del Potroso parte el alma. Pero más la parte cuando vemos lo escuálidos que están mucho de sus estudiantes. ¿Lo más grandioso? En este momento el programa de alimentación escolar no está funcionando en la zona. Esos niños, que muchas veces sólo cuentan con esa comida (en la frontera les dan trigo, habichuelas y otros alimentos por el estilo), ahora deben marcharse a sus casas sin haber probado un bocado.

Mientras todo eso sucede, nuestro querido gobierno nos abofetea con incongruencias tales como regalarle a Félix Sánchez una jeepeta y un apartamento en Malecon Center. Amén de que él no vive aquí, me parece que esos presentes no deben ser costeados por el Estado (no es que no los merezca, que conste).

Tampoco me parece justo que, mientras sus chozas están resquebrajadas, a los dominicanos que viven en Estados Unidos les den bonos habitacionales y les repartan alimentos para celebrar el Día de Acción de Gracias. Con tantos pobres aquí, que viven mucho peor que los de allá, ¿no suena eso a demagogia barata?

Antes de comprar computadoras, de crear complicados sistemas informáticos o de financiar costosos elevados, debemos pensar en que en las escuelas rurales no hay ni siquiera una letrinita decente en la que los alumnos puedan hacer sus necesidades más elementales.

Pero es que el olvido estatal llega tan lejos que el puente que une a Elías Piña con San Juan está en el suelo desde el 24 de mayo: casi siete meses. Aunque no sabe cuándo lo construirán nuevamente, las autoridades están colocando un desvío provisional. Ese desvío, a ras del río, será un gran peligro en tiempo de lluvias: con las crecidas, no se podrá cruzar y habrá muchos accidentes.

El que Elías Piña vuelva a quedarse incomunicado no le importa a mucha gente. Eso está lejos, dirán, y hay tan pocos votos que es mejor resolver los problemas de las poblaciones más grandes: en ellas se deciden elecciones.

Me he propuesto, porque me ha dolido mucho descubrir lo dura que es la realidad del sur, que cada cierto tiempo les hablaré de esta zona del país. Tal vez, con un poco de suerte, haya gente que me escuche y que ayude a esta gente. Ya una empresa, al menos, lo hizo: se trata de

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