¿Era carnicero o jugaba nintendo?

¿Era carnicero o jugaba nintendo?

POR MARIVELL CONTRERAS
No sé por qué se me ocurre comparar a un jugador de nintendo con un carnicero. Aunque esto lo hago inconscientemente no deja de ser que tienen algunas similitudes, pues ambos hacen lo que tienen que hacer para ganar o el juego o el sustento.

Ambas actividades están emparentadas en el hecho de que con un simple accionar cumplen con su cometido, que es matar. El jugador de nintendo y el que mata un puerco tienen en común la brega con algo plenamente natural, no ligado al pecado ni a los mandamientos de Dios y con el cumplimiento de un deber en el que se hace un cierto favor al resto de la humanidad.

No quiero vincular al carnicero que es artista del buen corte; del carnicero que entierra el cuchillo hasta el ultimo suspiro. Aunque parezcan iguales, son diferentes. Asemejarlos sería tan cruel como pensar que es equivalente el que mata –asesino– del que arregla el cadáver –el funerario– o el que le lleva a su morada final –el sepulturero–.

A esto último no queremos llegar pues pretendemos dejar –y permitirnos– comer sin remordimiento un buen médium sirloin o un tierno ribeye.

Hablamos del hijo del padre que ve una y otra vez como se hunde en la carne el cuchillo. El hijo que escucha –con estupor– el quejido desesperarte del animal que es matado y que finalmente se acostumbra a que ese, ¡Ay por Dios! es su destino.

Estamos pensando en cómo el proceso de la muerte del animal uno y otro día o varias veces en un mismo día va llevándose la sensibilidad del que lo ejecuta o lo presencia.

Así se convierte el acto de morir o de matar en un acto tan sencillo como sembrar, cosechar, cocinar y degustar.

Pensando en carniceros no puedo hacer más que rememorar a los hermanos Vicario que terminaron con la vida de Santiago Nasar en «Crónica de una muerte anunciada».

Qué bien escribió y describió Gabriel García Marquez el irrespeto a la vida humana que siente el que tiene como oficio el sacrificio de la vida animal.

Tantas teorías que nos alejan del principio de este antojo y sin embargo son tan simbióticos.

¿Que donde se encuentran el jugador de nintendo con el matarife de la carnicería?

No tengo que ser genio para deducirlo. A veces me he parado enfrente de la pantalla donde mi hijo juega y tonta de mí, le pregunto y es matando a toda esa gente que estás? Y siempre el sí «pero eso es un juego».

Los niños, los jóvenes y hasta adultos matan y matan y matan, decenas por segundos. Parece un juego que poco tiene que ver con la vida humana..

Pero cuando llega el momento cualquiera hunde el cuchillo, le da al gatillo sin importar el nombre, el rostro, el vínculo que se tiene con ese objetivo. El que está acostumbrado a matar y a llevarse a todos por delante, se lleva a uno o a diez, sin importar el porqué. ¿O no es de demostrar nuestro instantáneo poder y ganar de lo que se trata esto? Ante la posibilidad de perder, matar.

www.marivellcontreras.com

 

 

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