El desastre producido por las aguas extraordinarias de la semana pasada tenía que ocurrir en cualquier momento, hoy, mañana o después. Ello así por la falta de responsabilidad de los funcionarios que durante décadas han permitido que se juegue con el patrimonio público.
¿A qué me refiero? Cuando terminaron la avenida 27 de Febrero, extraordinaria obra que ha resuelto muchos problemas, vimos cómo al primer aguacero se acumuló agua en las aceras y en algunas esquinas. Nadie reclamó a los contratistas de la obra por la falta de peralte, declive, de la vía.
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Recuerdo que, viajando hacia el Cibao, en la década de 1960, todo el mundo vio cómo se deterioraban los bloques de concreto armado que constituían la base de la autopista Duarte, debido a que el agua socavaba la base de la carretera y saltaba hasta ensuciar los vidrios delanteros de los carros. Nadie reclamó, nadie hizo nada, lo que se le ocurrió a un grupo de genios del Gobierno de Balaguer fue asfaltar la carretera completa, nunca pensaron en reparar la vía.
A raíz de que se inaugurara el barrio Honduras, al oeste de la ciudad, le pregunté al ingeniero José Miguel Mondesí sobre la seguridad de esos muros tan estrechos de los apartamentos y él me aseguró que habían sido calculados por él para que resistieran terremotos, como los que habían ocurrido en el país. Me alegró mucho cuando años después un fuerte temblor de tierra sacudió a Santo Domingo y los edificios de Honduras no sufrieron ni un rasguño en una pared. Ese trabajo de Rafael Tomás Hernández y José Miguel Mondesí fue bien hecho, sencillamente.
Hay un sinnúmero de escuelas y hospitales con paredes que exhiben rajaduras y cuando las autoridades aceptan e inauguran las obras no obligan a que los constructores las reparen, aun cuando las rajaduras se produzcan a posteriori debido a fallas y vicios de construcción.
Como con alguien hay que comparar, tomemos como ejemplos puentes y caminos construidos durante el tiempo de Trujillo, hace más de 60 años, los cuales se hayan en condiciones de ser usados adecuadamente ¿había entonces mayores conocimientos sobre resistencia de materiales, diseños de estructuras y ejecución de obras? Definitivamente no, quizá había mayor supervisión del gobierno.
No olvidemos que somos el país donde un genio de la construcción llenaba de varillas los huecos de los bloques para cuando llegaran los inspectores de Obras Públicas y del Ayuntamiento, terminada la “inspección” sacaban las varillas y definitivamente la edificación se mantenía por la gracia de Dios.
La blandenguería oficial permite construcciones en las orillas de los ríos y en el lecho de ríos secos, habrá casuchas inundadas y nuevos damnificados.