Era para que creyeran

Era para que creyeran

Eres de los que dicen/ que el mundo está al revés y hasta haces dibujos de guerra en un papel, así lo arreglas todo, charlando en un café, así lo arreglas todo, así que fácil es”.

Estos versos dieron origen a la composición n interpretada por Denisse de Kalaf o Gloria Martín en los años en que corrió mucha tinta y mucha sangre en pos de una revolución que diera a los pobres de América un nivel de vida similar al de los países desarrollados.

Entonces no sabíamos que en países desarrollados miseria es más insoportable, se ve el oro pero no se puede tocar, se huelen los ricos platos pero no se pueden comer, se ven las excelentes escuelas pero no hay recursos para ingresar a ellas.

Entonces la revolución era el camino que permitiría alcanzar la meta del desarrollo, del bienestar, del acceso a la educación, de la seguridad de servicios de salud para el universo de la población.

¡Qué tiempos aquellos! Se pensaba que la revolución se hacía después de intentar aprender, aunque fuera de memoria, textos tan interesantes como aquel donde Marx habla de la “critica de la crítica crítica”

Se leyó entonces el “Diario al pie del patíbulo” de Fusik, pero no se investigó si Eugenio Perdomo escribió algún texto interesante antes de ser asesinado.

 Entonces desconocíamos la enseñanza que me dio un vendedor de plátanos en el pútrido mercado de la terminal, al final de la avenida Duarte, donde nunca se aposentaron la higiene, el orden y el manejo correcto de los alimentos.

Cuando comencé a despegar los plátanos de la mano para tomar los de mayor tamaño el platanero, tocado con un gorra que decía “Peynado” abrió su mano derecha me la mostró desafiante como si fuera un arma mientras decía: don Gautreaux ni siquiera los dedos de las manos son del mismo tamaño.

Era el tiempo en que se hablaba de las bondades del “comunismo” ruso y las del  “comunismo” chino mientras algunos intentaban ocultar la lectura profunda, cuidadosa y cuestionadora del excelente libro de Milovan Djilas “La nueva clase” fiel retrato de las diferencias sociales, económicas y culturales entre el pueblo “comunizado” y la clase dirigente.

Hubo oportunidad de leer la denuncia de Juan Bosch en su cuento “La mancha indeleble” donde describe cómo los miembros del partido dejaban la cabeza en la entrada,  porque los miembros no tenían que pensar. No sea mal pensado, no se refería al Partido de la Liberación Dominicana.

La democracia, la revolución, son actitudes frente a la vida, completadas con trabajo, seriedad, cumplimiento y honestidad, sobre todo honestidad.

Revise los nombres y hojas de vida de aquellos “revolucionarios” y compare para quién actuaron cuando llegaron al gobierno… Al que le pique…

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