Con motivo de la celebración el pasado domingo del día de las madres, quiero dedicarle este artículo a Ernestina Rosalía Guzmán Boom de Mejía-Ricart, mi progenitora; ejemplo de amor, sacrificio, abnegación y esfuerzo constante de superación, lo que ha sido para mí fuente de inspiración durante toda mi vida.
Ernestina fue hija tardía de Antonio Guzmán Bermúdez, nacido en La Vega, quien de muy joven militó como oficial del Ejército Restaurador, y de la curazoleña Emilia Angelina Boom De León. Huérfana de padre desde niña, tuvo junto a sus hermanos mayores Leonor y Arturo que levantarse a costa de grandes sacrificios, logrando completar inicialmente sus estudios primarios y secundarios, siendo de las primeras mujeres en estudiar estenografía; trabajó entonces en la Secretaría de Estado de Hacienda, al mismo tiempo que en la Alianza Nacional-Progresista; y más tarde estudió Derecho, carrera que completó ya casada con Gustavo Mejía-Ricart; y en su madurez la carrera de Filosofía y Letras.
Ernestina tuvo que enfrentar casi sola las persecuciones y encarcelamientos que sufrió mi padre en los primeros años y en los últimos tiempos de la Era de Trujillo; así como en la formación de sus 4 hijos, con una templanza espartana, y la captura y ulterior asesinato de su hijo Octavio Augusto, héroe de la expedición de Estero Hondo del 1959.
Aunque no hizo vida de creación intelectual, fue una lectora ávida de los clásicos universales y latino-americanos, y admiradora de los ingentes trabajos de su esposo; además de ser militante feminista activa y partícipe de casi todas las iniciativas del quehacer electoral de su época. Incursionó con éxito en los negocios, lo que ayudó consistentemente a la economía familiar y a financiar los estudios de postgrado de sus hijos. En sus últimos años estableció una fundación para otorgar premios y ayuda a obras sociales, hasta su muerte en el año 2000, a la edad de 94 años.
En el año 1976, al cumplir 70 años de vida, le escribí uno de mis escasos y modestos poemas, a la autora de mis días, uno que dice así:
A Ernestina: mi Madre
I
14 lustros de vida;
40 años, mi madre.
4 hijos, menos aquel que regresó un
14 de junio a batallar
4 días con sus noches contra
4 siglos de infamia.
14 otoños de soledad.
40 milenios de bondad…
II
Ojos que retratan mis ojos;
Regazo de mis amores;
Rodillas e sus dolores…
III
Casa donde se escdpan
Mis sueños infantriles.
Un ramillete de nietos sanos…
IV
Espíritu alerta e industrioso;
Con tristezas residuales
De un largo Vía Crucis…
V
Esa es mi madre;
¡Así es como la quiero!