Erradiquemos el analfabetismo

Erradiquemos el analfabetismo

JULIO SANTOS-CAYADO
Los que transitamos por las décadas altas hemos presenciado un progresivo deterioro de la educación dominicana a todos los niveles. La primaria, intermedia, secundaria y superior han padecido los abusos de la democracia y la libertad. Aparentemente estamos convencidos, primordialmente los políticos dominicanos, de que la inteligencia, el saber hacer, no son necesarios, de otra forma no se entiende la actitud displicente frente a la educación.

En la empresa privada se entiende que el «permiso o autorización» requerido se compra ordenando el «estudio» a uno de los empleados de la autoridad correspondiente, que no competente. En consecuencia, tampoco se le da la importancia que tiene.

El paso del tiempo ha demostrado, sin embargo, que no cualquier persona puede desempeñar la función que sea o hacer el «estudio» que le caiga en manos. Los resultados son visibles. No obstante, parece que la enseñanza del tiempo no ha permeado muchas capas sociales que exhiben un desinterés olímpico, acompañando una extraordinaria temeridad y aire doctoral escalofriantes.

En términos generales, muy generalizados por cierto, nos encontramos que los responsables de los diferentes estadios educativos: maestros, encargados de grupos, directores de escuelas, directores regionales, decanos y rectores; no se conciben si no son miembros o seguidores de algún partido político o grupo social. En muchos casos, esas posiciones son utilizadas para propulsar sus carreras políticas. Por tanto, no es extraño que esos criterios de selección se hayan extendido a las asociaciones nacionales y rigen los destinos del país.

En conclusión, cada cual «anda buscando lo suyo» que normalmente no tiene nada que ver con el mejoramiento de los niveles de educación o de la producción. En lo privado y en lo político, a partes iguales, los directivos se escudan en los privilegios que pueden derivar de los gobiernos de turno. Aunque en muchos casos, por efecto del mismo estado de cosas que han contribuido a crear, tienen que defenderse ferozmente de los gobiernos que ayudaron a instalar.

Puede decirse que los maestros políticos que hemos tenido en el país han fallado. No han orientado al pueblo dominicano por el camino que conduce a niveles de vida aceptables. La complicidad de unos y otros, por comisión u omisión, ha conducido a la república a situaciones penosas, difíciles o muy difíciles, dependiendo del momento y la influencia a que nos someten las variables nacionales e internacionales.

Pareciera que los dirigentes se han confabulado para excluir aun de la educación más elemental: leer y escribir, a la mayoría de los dominicanos: No sé si el propósito es deliberado o simplemente ha sido producto de la inercia, cada vez mayor, que va tomando el alud que nos abate.

¿Por qué ningún gobierno democrático se ha propuesto acabar con el analfabetismo? Cualesquiera las razones que lo impiden, el objetivo merece vencerlas. Comprendo que erradicar esa lacra social no resulta fácil para estados del tercer mundo aunque es posible lograrlo.

En la edad del conocimiento, donde nos han sumergido: los ordenadores, el enorme desarrollo de las comunicaciones privadas y las que se derivan de los medios sociales públicos, es decir, del intercambio de ideas y por vía de consecuencia del comercio, es absolutamente necesario que el pueblo dominicano abandone el analfabetismo ancestral que ha padecido. Si no lo logramos tendremos una escollera insalvable para levantar nuestro nivel de vida, no digamos para desarrollarnos.

¡Aunemos esfuerzos y acabemos con el analfabetismo de una vez por todas! Así marcaríamos claramente el comienzo del desarrollo dominicano.

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