La elección en segunda vuelta de Luiz Inácio Lula da Silva como Presidente de Brasil tiene muchas lecturas, una de ellas es que es un error calificar de “cadáver político” a un expresidente, especialmente cuando este ha realizado una buena gestión, la otra lectura es que en una situación de inflación es prácticamente imposible a un Presidente reelegirse o al partido de gobierno continuar con otro candidato y no es fortuito que en las ultimas 14 elecciones en América Latina y Europa esa ha sido la constante.
En el caso de Jail Bolsonaro confluyeron otros aspectos como el pésimo manejo de la pandemia y el retraso en la aplicación de las vacunas que provocó a septiembre de 2022 34.7 millones de infectados y 684 mil fallecidos; pero lo que más pesó fue su autoritarismo, ataques contra la prensa, el intento de bloquear las instituciones que son los contra-pesos en una democracia y esa fue la razón del apoyo de sectores de centro-derecha a Lula ante el temor de un segundo periodo.
En la actualidad estamos presenciando una serie de líderes populistas, siempre como negación de los partidos tradicionales, que logran ascender al poder por vía de elecciones y después intentan socavar las bases del sistema democrático para imponer su autoritarismo y esto queda perfectamente plasmado por el economista Moises Naim en su libro más reciente: “La Revancha de los Poderosos”. Bolsonaro encaja en ese grupo de líderes junto a otros, como Donald Trump en EEUU, Hugo Chávez en Venezuela, Viktor Orbán en Hungría, Tayyip Erdogan en Turquía, Rodrigo Duterte en Filipinas y Nayib Bukele en El Salvador.
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El caso de Lula es paradigmático, 20 años después de su primera elección, tras perder tres intentos anteriores, es electo en segunda vuelta, gobernó de 2003-2010, sacó de la pobreza cerca de 30 millones y colocó a Brasil como una de las economías emergentes más prometedora. Lula fue apresado en abril de 2018, condenado en tres instancias por corrupción a ocho años y diez meses, pero finalmente fue liberado mediante una sentencia de la Corte Suprema tras pasar 19 meses en prisión.
Pero volviendo al tema, hay muchos casos de “resurrecciones políticas” de Expresidentes como fue el Dr. Joaquín Balaguer, quien volvió en 1986 tras su derrota en 1978, también está Alan García en Perú, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera en Venezuela para solo citar algunos casos
Recientemente el Expresidente Hipólito Mejía calificó a Leonel Fernández como un “muerto político”, sin embargo Mejía no lo es, a pesar de la forma como terminó su gobierno, mantiene cierta vigencia, y una buena dosis de poder que le ha otorgado el Presidente Luis Abinader, probablemente por el síndrome de la división, pero resulta que el “muerto político” no fue sepultado y hoy sus niveles de simpatías están en ascenso y ciertas encuestas lo sitúan como el contendor principal de Abinader.
No hay Expresidentes que sean “cadáveres políticos”, simplemente depende de las circunstancias la posibilidad del retorno; en el caso de Lula fue la crisis económica y el manejo de la pandemia, por esas razones hay muchas posibilidades de que Donald Trump regrese, salvo que la justicia se lo impida, e incluso Bolsonaro si en la gestión de Lula la economía no se recupera.