¿Error o mentira? Ese es el problema

¿Error o mentira? Ese es el problema

HAMLET HERMANN
En estos tiempos modernos, el mundo tiene que estar alerta en relación con sus gobernantes. Ellos administran el Estado en función de sus intereses personales, partidarios o económicos y muy pocas veces buscan lo mejor para sus respectivos países. Suena feo decirlo pero la práctica nos ha demostrado que no estamos muy lejos de la verdad y que es siempre preferible dudar que confiar.

Con sus decisiones se inducen perjuicios a unos y beneficios a otros, así como se provocan alteraciones sensibles en vidas y en propiedades. Sin importar los resultados, pase lo que pase, los funcionarios tendrán una excusa a mano para justificar lo que han hecho.

Esta semana nos encontramos en Estados Unidos con que una Comisión Presidencial de Inteligencia desmintió los argumentos que le sirvieron al presidente George W. Bush para agredir e invadir a Irak. Comprobaron que el gobierno norteamericano había obtenido de los organismos de espionaje de su país todo lo que querían para iniciar una guerra, no lo que necesitaban para llegar a una conclusión justa. Desde la Casa Blanca nunca se estimuló el escepticismo para que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) investigara la realidad de Irak bajo Sadam Hussein. Más bien se indujo para que los informes diarios que llegaban al escritorio presidencial fueran un trabajo de «marketing» de la guerra y así mantener al cliente, el primer cliente de la nación, entusiasmado con esa aventura expansionista. La Casa Blanca se tornó entonces en una caja de resonancia en la cual sólo se escuchaban a sí mismos.

Ahora, luego de la muerte de miles de militares norteamericanos y el exterminio de decenas de miles de civiles iraquíes se le quiere llamara error a lo que fueron innumerables mentiras. Ahora que los símbolos de la cultura Mesopotámica han sido destruidos, se les quiere llamar equivocaciones a lo que fueron vulgares manipulaciones. Puede haber errores accidentales por incapacidad o por defectos instrumentales pero cuando las equivocaciones son sistemáticas y en apoyo de falsedades anteriores, uno tiene que empezar a pensar en la mala fe. Podríamos preguntarnos ahora que la Comisión Presidencial de Inteligencia de Estados Unidos ha concluido un estudio de 692 páginas: ¿cuál fue el destino de los funcionarios responsables de aquellas tomas de decisiones? ¿Fueron éstos sancionados por su pobre desempeño y por los daños causados? Por supuesto que no. Por el contrario, éstos han sido promovidos a posiciones mayores o recibido reconocimientos por los servicios prestados. Entre los halcones de la guerra contra Irak, Condoleeza Rice fue ascendida a Secretaria de Estado y Stephen Hadley fue designado como Asesor de Seguridad Nacional. El único que renunció a su cargo fue el antiguo Director de la CIA, George Tenet. Asumió su rol como chivo expiatorio y el presidente Bush lo condecoró con la medalla presidencial de la libertad, el máximo honor que pudiera recibir un funcionario público.

Esta situación de Estados Unidos lleva a que recordemos algo semejante ocurrido en República Dominicana. Cuando tuvieron lugar los fraudes bancarios de Baninter, Mercantil y Bancrédito, el presidente Hipólito Mejía no sancionó a ninguno de los funcionarios que permitieron por negligencia y complicidad que el país todo se arruinara. Por el contrario, designó al Gobernador del Banco Central como Secretario de Estado de Relaciones Exteriores y al Superintendente de Bancos como Secretario Administrativo de la Presidencia. Para los buenos entendedores, el Presidente de la República se hacía reo por complicidad de aquellos fraudes que retrasaron en veinte años a la economía dominicana.

Vistas esas experiencias locales y norteamericanas también asalta nuestra mente la posibilidad de que algunas mentiras y medias verdades pudieran ser consideradas como errores en el futuro próximo. ¿Qué sucedería si la construcción del dichoso Metro subterráneo llegara a iniciarse y entonces, sólo entonces, nos dijeran que no era cierto que el kilómetro de esa obra costaría 32.6 millones de dólares sino 120 millones? ¿Sería eso un error? ¿Qué pasaría si finalizada la obra el gobierno dijera que la tarifa para usar el metro no sería de cinco o diez pesos como había prometido sino de cien pesos? ¿Sería ese un error?

De buenas intenciones está pavimentado el camino del infierno, llámese este Irak, fraudes bancarios o Metro subterráneo. De estos nos proteja la resistencia del pueblo dominicano a no dejarse engañar.

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